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Una novela oscura, con toques de plata

Una novela oscura, con toques de plata

Una vez que una novela está hecha, a veces resulta difícil recordar ordenadamente cómo fue su proceso de gestación, cómo surgió la idea y cómo, desde ahí, se fue ramificando y ampliando en mi mente hasta convertirse en la historia que luego leerán los lectores y lectoras.

Sé que yo llevaba mucho tiempo preocupada por el fenómeno de las desapariciones de personas, especialmente de las de niños pequeños, esos casos en los que nadie puede decir que “necesitaban encontrarse a sí mismos” o “querían ver mundo” o “se habían enamorado de alguien que no resultaba aceptable para su familia”, justificaciones que suelen darse cuando desaparece un adolescente. Cuando quien desaparece tiene siete u ocho años, está claro que no ha sido por su voluntad y que se trata de un delito.

Con frecuencia, en grandes aglomeraciones, me descubro mirando a mi alrededor y pensando lo fácil que sería secuestrar a un niño. En un mercadito de Navidad sería especialmente fácil. Hay tantas distracciones, tantos niños, tanto ruido…

"Decidí presentar a mis lectores otra Viena que también existe, pero que no se ve de inmediato en una visita turística"

Me gustó la idea de combinar este ambiente feliz, familiar, navideño, con lo peor que le puede pasar a unos padres: perder de vista a su hija pequeña; en un país extranjero además, en Viena, esa maravillosa ciudad que nunca se asocia con el crimen; la ciudad de la música y las dulcísimas tartas y el palacio de Sissi.

Decidí presentar a mis lectores otra Viena que también existe, pero que no se ve de inmediato en una visita turística. Y, para empezar a trenzar la historia que quería contar, me faltaba otra idea a la que también llevaba mucho tiempo dándole vueltas: ¿es posible enamorarse de una persona ya fallecida a través de su biblioteca y de su casa? De algún modo esos elementos se combinaron, y de pronto todo se coaguló y se convirtió en una posible historia.

Como toda historia es algo que le sucede a alguien en un tiempo y un lugar, y yo ya tenía el germen de la trama —una investigación polical, mezcla de cold case y caso actual—, el lugar —Viena— y el tiempo —el presente, con flashbacks a un pasado de veinte años atrás—, faltaba encontrar el personaje central que vertebraría la historia. He dicho en varias ocasiones, en entrevistas y clubs de lectura, que yo tengo la enorme suerte de no sentir que estoy inventando o creando a mis personajes, sino que yo los descubro, los encuentro en algún lugar de mi mente y, poco a poco, como una arqueóloga, a golpe de pincel y paciencia, voy conociéndolos, bajando capa a capa por sus recuerdos, sus emociones, sus traumas, sus ilusiones…

Lo que yo tenía muy claro antes de empezar era que mi protagonista tenía que ser policía y tenía que ser mujer. Sin poder ni querer evitarlo, cada vez con más pasión, mis protagonistas son mujeres de mi edad, esas mujeres que están en uno de los mejores momentos de su vida, pero de las que casi no se habla porque ya no son jóvenes ni llevan tacones de quince centímetros. Sin embargo, estadísticamente, tienen por delante veinticinco años de vida, suelen estar todavía metidas de lleno en su profesión, han adquirido mucha experiencia vital, saben quiénes son y adónde van, y empiezan a plantearse cómo van a vivir la última etapa de su existencia, cada vez con menos concesiones a los demás, cada vez con menos ganas de ser “encantadoras” y “adorables” para ser sencillamente ellas mismas, con todo lo bueno que tienen para dar y todo lo menos bueno que les ha ido dejando la vida y ellas han ido guardando en el armario del sótano, para que nadie lo encuentre por casualidad.

Carola surgió muy pronto en mi interior y en muy poco tiempo la conocía bien: su fuerza y su debilidad, sus miedos, sus esperanzas… Fue muy fácil trabajar con ella.

Como también necesitaba a un policía austriaco, no tuve que pensar mucho: me limité a recuperar a mi policía favorito: el comisario Wolf Altmann, que ya ha aparecido en otras tres novelas mías (El caso del artista cruel, El caso del crimen de la ópera y El vuelo del Hipogrifo). Wolf es un hombre estupendo y, como nos conocemos hace más de veinte años, trabajar con él fue un placer.

"Hay escenas que me dolieron mucho, hay fragmentos que me sacudieron al escribirlos, pero que resultaban necesarios"

Una vez decidido el casting, como si dijéramos, me di el gusto de ir descubriendo, junto con Carola, la casa de Jacinto Valdetoro: esa casa enorme, discreta por fuera, llena de sorpresas por dentro; su biblioteca, su sala de música, sus cuadros, sus lámparas…

Sin embargo, no todo fue tan fácil ni tan ligero. Hay escenas que me dolieron mucho, hay fragmentos que me sacudieron al escribirlos, pero que resultaban necesarios. A veces la insinuación de algo es más terrible que su minuciosa descripción porque, al contar con la complicidad de quien lee, y con su imaginación, todo se magnifica y los ecos se multiplican en su interior.

Es una novela oscura, con toques de plata, con frío y lucecitas de Navidad, con crímenes ocultos y jamás resueltos.

Sé que a veces pido demasiado a mis lectoras y lectores. Les pido que me acompañen a lugares a los que no quieren ir y a situaciones que no esperaban. Hace falta mucha confianza en alguien para cogerse de su mano y dejarse llevar, pero yo siempre trato de no defraudar la confianza de quien viene conmigo y, gracias a que cada vez me enamoro de una historia del todo diferente, de géneros distintos, quizá eso permita a los lectores entrar en mundos a los que nunca habrían ido si no fuera porque, fiándose de mí, se han atrevido a entrar y luego les ha gustado haberlo hecho.

Gracias por acompañarme otra vez en otro viaje, a conocer la ciudad de las noches de plata, en invierno, en la oscuridad.

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Autora: Elia Barceló. Título: La noche de plata. Editorial: Roca. Venta: Todostuslibros y Amazon

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