Los sonetos tan diferentes, tan únicos, de Rafael Ballesteros (Málaga, 1938) “concentran las esencias de su poesía”. Así de rotundo se muestra su editor Javier La Beira en el tan original prefacio al volumen Sonetos todos, un corpus en el que, como preanuncia su titulación, se reúnen hasta 2025 la totalidad de las creaciones del poeta malagueño enfundadas en esa fórmula creativa tan secular y culta. Como creo que tiene razón el prologuista, no cabría duda alguna de que resulta más que recomendable la lectura de esta vertiente literaria ballesteriana. Leerla supone un acercarse cabal para el mejor conocimiento de la praxis poética tan superlativa que el autor ha expresado no solo en las demás obras suyas, sino en la indiscutiblemente mayor y más imponente, Jacinto, fabulación en cuatro extensas entregas, la primera en 1983, y cuya segunda versión y última publicó Editorial Renacimiento en 2021 al cuidado de Julio Neira.
Las contracifras fue la primera de las obras poéticas del autor creada con la exigencia literaria que buscaba casi a comienzos de la década de los setenta. En esa opera prima se integraron veintiocho sonetos, distribuidos en dos partes, con pareja cantidad de textos cada una, catorce. La sección inicial no está repartida en grupos textuales, a diferencia de la segunda, donde se agavillan poemas bajo rótulos distintos: “Billete de ida y vuelta,”, “La Apocalipsis en dos sonetos”, “Homenajes literarios” y “Homenajes urbanos”.
El título Las contracifras comprende un factor numérico que Rafael Ballesteros volvería a poner en juego en conjuntos posteriores, así en el de 1985 Séptimas de Ammán y especialmente en el de 1986 Numeraria. La titulación Las contracifras se abre a diversas opciones interpretativas. Una de ellas pudiera consistir en leerla como indicio de que la práctica estética realizada en esos sonetos contra-viene el lenguaje poético que el legado clásico había cifrado y que pervivió y pervive a través de sus continuadores contemporáneos más conformes con él. Con esta práctica específica, en la que secundó el autor trazos en esta línea surcados por poetas como Blas de Otero y por el Postismo, la escritura ballesteriana se situaba también a contra-corriente de las poéticas coetáneas de los sesenta, las cuales ya habían superado los planteamientos a los que obedecía el realismo poético.
En aquel 1969 publicaba Rafael Ballesteros un artículo, “La palabra y el número”, que cabe poner en relación con la génesis de Las contracifras. Lo centró en la praxis manifiesta en el libro de Gabino-Alejandro Carriedo Los animales vivos, aparecido en 1966. En su análisis, y como había hecho en 1968 también José Batlló en la Antología de la nueva poesía española, consideraba al escritor palentino un antecedente de la entonces llamada “nueva poesía”, resaltando en él una voluntad de rompimiento de estructuras sintácticas, estróficas y rítmicas que al poeta de Málaga le había motivado especialmente al crear su libro, dándose la circunstancia de haber sido el propio Carriedo quien le alentó a inscribirse en este tan especial rumbo creativo.
La voluntad rupturista engarza ciertamente los sonetos de Las contracifras, lo que no obsta, como Rafael Ballesteros señalaba también a propósito del citado libro carriedano Los animales vivos, para que a su zaga se mostrase muy meticuloso y vigilante desde el punto de vista constructivo. Pero ha de enfatizarse sobre todo que los sonetos de Las contracifras reflejaron una propuesta prioritaria de deconstrucción revisionista del lenguaje poético que se asemeja a la del autor palentino, aunque incrementando las rupturas operadas por este. Aquel propósito deconstructivo y rupturista radical iba a afectar, incluso más allá de la teoría de la deconstrucción desarrollada por Jaques Derrida, a una multiplicidad de vertientes: la puntuación, el léxico, el modo de discurso, las expresiones, los ritmos interiores de los versos, las rimas, la rítmica interestrófica, etcétera. Asimismo concernían esas rupturas a los contenidos semánticos más inveterados en la tradición lírica.
Medio siglo después de la publicación de Las contracifras, Rafael Ballesteros daba a conocer en 2019, como ya precisé arriba, un segundo libro integrado únicamente por sonetos. Le puso un título, Contramesura, que recuerda el que llevaba el primer conjunto de esa tipología métrica, dado que también se formaba una palabra nueva encabezándola con la preposición “contra”. Sin embargo, en los versos de 1969 se manifestó una aguda voluntad deconstructiva de códigos literarios que en Contramesura dista de producirse, pues no arrecian ya las deconstrucciones de diverso muestrario, sino que la exploración idiomática se da sobre todo en las dimensiones ideológica y del ideario consiguiente.
En Contramesura lo más relevante acaso fue la utilización del soneto como cauce de lo sapiencial, ya que de ese formato Rafael Ballesteros no se había servido con anterioridad en los otros discursos sapienciales de distintas obras, discursos a los que tampoco se hubiesen ajustado las prácticas deconstructivas que se pusieron en juego en Las contracifras. De aquellas plétoras de exhibición formal reunidas en 1969 quedan rescoldos, eso sí, en Contramesura, libro cuyos sonetos se reparten en las secciones tituladas “Poemas sapienciales”, “Cuatro poemas para un monumento”, “Poemas laicos y civiles” y “Poemas memoriales”, cuatro partes a las que en la edición que reseñamos Javier La Beira ha añadido tres más, “Sonetos últimos”, entre ellos la novedad de un inédito, “El anciano dice de la poesía”, que finaliza tan epitáficamente así:
Lugar caliente donde pasé frío,
donde busqué lo humano con lo mío,
la muerte con la vida todo junto. (92)
Empero, el editor ha manteniendo como final de su edición de Contramesura aquel soneto con el que el poeta de Málaga finalizaba el libro, el “Soneto último (si último fuera”. Ciertamente último no iba a serlo, porque ya adelantábamos que en Perseverancia volverían a publicarse tres sonetos, y ahora, en la edición Sonetos todos, a esas composiciones se han juntado otras once, y hasta un total de catorce, la mayoría inéditas, en un tercer corpus soneteril reunido bajo el título de Estados sombríos del corazón. En esta gavilla Rafael Ballesteros vuelve a retomar el camino de las exploraciones semánticas que inició en Las contracifras e incrementaba en Contramesura, pero aquí ahondando líricamente en algunas categorías de sentimientos y emociones: asco, tristeza, horror, pánico, odio, desespero, nostalgia, siendo la sensación aflictiva de tristeza la más glosada, pues le dedica cinco composiciones.
En la línea de Contramesura, en Estados sombríos del corazón no agudiza Rafael Ballesteros aquellos límites de creatividad antireglada extremados en Las contracifras, pero los libros de sonetos de 2019 y de 2025 siguen atestiguando y profundizando en aquel proyecto de creación de un lenguaje propio singularísimo que se distinguiese inconfundiblemente en la poesía española e hispánica contemporáneas. Si en ese entonces Las contracifras, que Javier La Beira considera razonablemente la obra más remarcable del pospostismo, pudo responder al propósito de demolición y apertura de caminos para alcanzar un idiolecto muy identificador, en 2025 ese objetivo se diría consolidado, lo que no obsta para seguir presentando, como lo ejemplifica la entrega Estados sombríos del corazón, propuestas diferenciadas sorprendentes, a menudo en la práctica de la creatividad léxica y sintáctica antinormativas.
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Autor: Rafael Ballesteros. Título: Sonetos todos. Editorial: Sonámbulos. Venta: Todos tus libros.


¿Y ni siquiera un soneto de muestra?