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Una verdad extraña, de Manuel Ruiz Amezcua

Una verdad extraña, de Manuel Ruiz Amezcua

A lo largo de 47 años, Ruiz Amezcua ha escrito y publicado trece libros, recogidos ahora todos —con algunos poemas inéditos— en esta tercera edición de Una verdad extraña (Poesía 1974-2021), con el sello de la editorial Comares de Granada. En esta magna obra destacan una gran variedad poética de formas y temas, conjugados y recreados en un singular mundo poético de contrarios. La edición se enriquece con varios comentarios de algunos grandes escritores y críticos de nuestro tiempo, desde José Saramago, Fernando Fernán-Gómez, Antonio Muñoz Molina, Víctor García de la Concha, Julio Ortega o Fanny Rubio, entre otros. Esta última afirmó en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en 2014, al presentar la antología de nuestro autor, Del lado de la vida, prologada por Antonio Muñoz Molina y publicada por Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores: “La poesía de Manuel Ruiz Amezcua está a la altura de la alta calidad de la mejor poesía moderna”. Y Antonio Muñoz Molina ha escrito también esto: “Durante más de cuarenta años la poesía de Ruiz Amezcua se ha dedicado a esa tarea de decir lo no dicho, de usar las palabras para iluminar y no para esconder. En su poesía hay también, de manera permanente, una vocación de asomarse a espacios y a interrogaciones que la poesía española de nuestro tiempo apenas quiere visitar. Ha realizado una carrera literaria tan tenaz y rigurosa como desasistida de cualquier clase de reconocimiento público. Es dueño de una voz y de una obra poética que deben ocupar cuanto antes el sitio que les corresponde en el repertorio público de nuestra literatura”. (Tomás Valladolid Bueno)

LUZ DE VIDA

Vivíamos en la misma ciudad,
pero no nos conocíamos.

Eras alta, eras guapa y eras rubia.

Como los claros del bosque
y la soledad del monte,
eras la luz en busca de la vida.

Eras la cercanía del agua
y el perfume del huerto.

Eras alguien que lo tiene todo
y no sabe de heridas.

Eras como la cumbre,
donde despierta siempre la esperanza.

Como el silencio eterno de las iglesias
repartido por la tierra.

Como los rostros ocultos,
donde descansa el mundo.

Eras lo que tenía que llegar,
recién llegado.

El cuerpo que querían los otros.

En un lugar conocido,
una llave desconocida.

Eras la luz en busca de la vida.

Tenías el secreto
de la luna y la noche.

Vivías en un mundo creado
por la alegría del sueño.

Eras la luz en busca de la vida.

LA CASA DEL PADRE

En mi casa las vacas tenían nombre
y los becerros asaltaban los cielos
abrazados por las ubres.

Desde el amanecer,
oíamos sus nombres.
Se llamaban Lucera, Regalona,
Carmela y Mariantonia.

En los ojos de aquellos animales
los motivos del mundo
nunca eran extranjeros.

Nos defendían del frío
con el calor de sus cuerpos.
Nos defendían del hambre
con la blancura de su leche.

Nos daban esperanza
y nos ayudaban a comprender
que el mundo era como creíamos.

Después de tantos años,
en el silencio de la noche,
cuando aparece el sueño cada día,
he empezado a pensar
que, desde hace mucho tiempo,
las raíces de los hombres
fueron arrancadas de la tierra.

LA FUENTE MAYOR
(Sierra de Mágina)

Cae el agua sobre la piedra
y vuelve a caer sobre el agua.

La fuente viene de un río
que eternamente derrama
el agua que da a la vida
las luces de la abundancia.

El agua suena en la noche
en el silencio mojada.
El monte conduce al agua
muy dentro de sus entrañas.

Entre las sombras del viento
y entre las nubes rosadas,
entre las sierras de Mágina
nos abraza la mañana.

Hoy me abraza tu presencia
y me abraza la esperanza.

Y el monte conduce al agua
muy dentro de sus entrañas.

DE LA RAZÓN CÍNICA

Las apariencias no engañan
J. R. Jiménez

Son actores de reparto,
convertidos en guiñapos.
Son los mismos de siempre
en gira permanente.

No se les caen de la boca
las grandes palabras.

La retahíla es larga.

Libertad, justicia, igualdad, progreso,
dignidad, verdad, democracia y demás
compañeras de viaje.

Las escupen a diario
hasta en el baño.

Gracias a ellas, se colocaron
en la primera fila.

Gracias a ellas, prometen
la tierra prometida.

Son las mismas palabras
que usaron los de siempre
para honrar su justicia
y ocultar la injusticia.

Aunque todo ha sido una gran mentira,
con las mismas palabras
nos siguen prometiendo
la tierra prometida.

De esas grandes palabras sabe mucho
el dios de la mentira.

Son las palabras huecas
de la ética democrática,
que ni fue ética, ni es democrática.

Son las palabras fijas,
que también los tiranos
tuvieron de pupilas.

Como quien tiene el poder,
y puede hacer daño,
los viejos demonios
perseveran en su ser.

Su verdadera tradición
descansa en la traición.

EL JUDÍO ERRANTE
(Uriel da Costa, hereje)

Yo, Uriel da Costa, judío,
un extraño para todos,
desde el púlpito de la sinagoga,
leí la confesión de mis errores
y sufrí treinta y nueve latigazos,
y fui pisoteado por los míos,
atado al frío de la piedra.

Por todo lo que sigue
fui condenado.

Viví de niño donde
todos sospechaban de todos.
Porque los hombres, desde siempre,
organizan su reino
a través de la astucia y la mentira.
Y por eso declaro lo que sigue:
que todo lo que escribo
me traerá la muerte.

Dios no hizo ningún alma
separada del cuerpo.
El alma es engendrada
por nuestros mismos padres.
Igual que le sucede
al alma de los demás animales.
El alma nunca sobrevive
a la muerte del cuerpo.
Nada escapa
a la condición mortal.

Las leyes orales son invenciones
de hombres ambiciosos,
que nada tienen que ver con Dios.

No tenemos necesidad ninguna
de la parafernalia de los ritos.

Los hombres, desde siempre,
organizan su reino
a través de la astucia y la mentira.

Y no saben el yugo
que van a colocar sobre sus nucas
los que abrazan la religión.

Todo lo tienen montado
sobre la injusticia.

Y nos engañan todos cada día.

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Autor: Manuel Ruiz Amezcua. Título: Una verdad extraña. Editorial: Comares. 

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