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«Viaje alrededor de mi habitación»: Diario de un confinamiento durante el siglo XVIII

«Viaje alrededor de mi habitación»: Diario de un confinamiento durante el siglo XVIII

En estos días de encierro, a uno le vienen a la cabeza episodios en los que, en pequeños espacios, los de una pequeña habitación de apenas diez metros cuadrados, han surgido creaciones literarias geniales, que invitan ahora más que nunca a su lectura. Es el caso del Voyage autour de ma chambre (1794) del noble saboyano del siglo XVIII Xavier de Maistre, que fue retenido y obligado a permanecer en su cuarto de la vía Po de Turín durante seis semanas, acusado de haberse batido en un duelo prohibido.

Hermano del más conocido y famoso reaccionario Joseph de Maistre, Xavier vivió modestamente como militar, viajero empedernido y pintor para la nobleza rusa en San Petersburgo, donde desplegó una enorme destreza literaria que le hizo ser autor sin saberlo, pues su Viaje adquirió una enorme notoriedad en toda Europa.

"Pero ninguno tan original como el del francés, que causó sensación en su tiempo, y que se convirtió en fuente de inspiración de autores de la talla de Sainte-Beuve, Proust o Anatole France, entre otros"

Y a él he retornado en estos días en los que, a punto de superar los días de cautividad del noble de espíritu francés, tenía que estar paradójicamente en Turín impartiendo un curso sobre Historia del Libro en el siglo XVIII invitado por la Università degli Studi di Torino, donde con total seguridad me habrían obligado a permanecer recluido en mi habitación de hotel, no tanto por haberme batido en armas cuanto por buscar el refugio de mis libros frente al virus que azota inmisericorde al país transalpino.

Una reclusión que para Maistre adoptó la forma de un viaje imaginario, pero también real alrededor de su habitación, algo que a primera vista pudiera parecer excéntrico, pero que fue bastante habitual en la Europa del siglo XVIII cuando los viajeros de gabinete o de pupitre imaginaban mundos reales que luego llevaban a la imprenta. Pero ninguno tan original como el del francés, que causó sensación en su tiempo, y que se convirtió en fuente de inspiración de autores de la talla de Sainte-Beuve, Proust o Anatole France, entre otros.

Todos ellos vieron en la obra del saboyano un desafío a una situación dada, de reclusión, que ahora podemos aplicar a nuestro confinamiento, y que buscaba transgredir la realidad, convirtiendo el aburrimiento en placer, y el encierro en un viaje. Un periplo que podía ser realizado por cualquiera, al margen de su temperamento o carácter, de su posición económica, o de su situación geográfica, y que además tenía la particularidad de no costar nada, y de estar al abrigo de las inclemencias meteorológicas, circunstancias que lo convierten sin duda en una terapia infalible en estos momentos para poder escapar de la pereza, de la ansiedad y del ruido mediático.

"Y en ese viaje sin un rumbo claro, pero siempre entre cuatro paredes, el autor crea su propio microcosmos en el que no faltan sus grabados, sus libros y sus plumas, que le servirán a él y a nosotros para combatir el hastío y dar rienda suelta a nuestra creatividad literaria y artística"

Sigamos pues sus consejos, dignémonos a acompañarlo en su viaje, caminando poco a poco, paso a paso, riéndonos, a lo largo del camino, un viaje en torno al cual atravesaremos nuestra habitación en diagonal, sin seguir ni regla ni método alguno, incluso haciendo zigzags. Nuestra mente estará abierta a toda clase de ideas. Para ello, señala Maistre, raramente recorreremos una línea recta, e iremos, señala, “de mi mesa hacia un cuadro que está colocado en un rincón, de allí parto oblicuamente para ir a la puerta; pero, aunque al partir mi intención sea dirigirme allí, si me encuentro en el camino con mi butaca, no me lo pienso, y me acomodo de inmediato. Qué excelente mueble es una butaca. Es sobre todo de lo más útil para cualquier hombre meditativo”.

Y en ese viaje sin un rumbo claro, pero siempre entre cuatro paredes, el autor crea su propio microcosmos, en el que no faltan sus grabados, sus libros y sus plumas, que le servirán a él y a nosotros para combatir el hastío y dar rienda suelta a nuestra creatividad literaria y artística. Tras la butaca, y caminando hacia el norte, continúa el escritor, descubriremos nuestra cama, que conforma nuestro paisaje más agradable, pues desde allí podemos observar los primeros rayos de sol y oír, como ahora, los gorjeos de pájaros hasta ahora invisibles, como esas gaviotas fuera de sus rutas habituales, o esos árboles deslumbrantes hasta ahora marchitos por la polución.

Sin duda, la lectura de este viaje por la inmovilidad de Maistre, de tintes borgianos, nos invita ahora más que nunca a la reflexión y a la contemplación pausada de aquellos detalles a veces imperceptibles en nuestro quehacer diario. Y nos da además un ejemplo de cómo llevarnos razonablemente bien con nuestro propio yo, divisando desde la inmensidad de nuestra habitación el mundo que nos espera tras la pandemia. Un horizonte indudablemente incierto, pero repleto de retos e incluso de creaciones artísticas, donde la cultura, como para el saboyano, deberá seguir siendo ese norte magnético que nos guíe, pese a las adversidades, a seguir viajando más allá de nuestro propio cuarto.

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