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Viajes al más allá (III): guías de viaje al inframundo, segunda parte

Viajes al más allá (III): guías de viaje al inframundo, segunda parte

Orfeo entra en el Hades en busca de Eurídice, según Virgilio. En la cuarta geórgica, Virgilio enlaza la leyenda de Aristeo y su método de hacer nacer abejas de las vísceras de animales putrefactos con la muerte de Eurídice y la consiguiente visita de Orfeo al Inframundo.

Eurídice murió a consecuencia de la picadura de una serpiente escondida en la hierba cuando huía de Aristeo, que intentaba forzarla. Orfeo, en una muestra máxima de amor, decide ir a buscarla al Hades. Usa la misma entrada que Hércules, el Ténaro:

Taenarias etiam fauces, alta ostia Ditis,

et caligantem nigra formidine lucum

ingressus manesque adiit regemque tremendum

nesciaque humanis precibus mansuescere corda

(Entró en las mismas fauces del Ténaro, profunda entrada de Ditis, y negros y tenebrosos bosques donde están los manes y el temible rey, y corazones que no saben ablandarse con los ruegos de los hombres)

Orfeo llega entonando cantos que, además de congregar a las innumerables sombras fantasmales que allí residen, encanta a los más inmisericordes guardianes infernales:

Quin ipsae stupuere domus atque intima Leti

tartara caeruleosque implexae crinibus angues

Eumenides, tenuitque inhians tria Cerberus ora

atque Ixionii vento rota constitit orbis

(hasta el mismo Averno se pasmó y las hondas simas del Leteo, y las Euménides, de cabellos trenzados de cerúleas sierpes; abrió anhelante sus tres bocas Cerbero, y se paró la rueda de Ixión que el viento hace rotar)

Más allá de esta descripción virgiliana, otros poetas aumentan el catálogo de maravillas que la música de Orfeo consigue: Tántalo olvida su hambre y sed, la roca de Sísifo no se despeña, las Danaides dejan de echar agua al tonel sin fondo…

Hades y Perséfone acceden a permitir el regreso a la vida de Eurídice pero ponen una condición: que Orfeo no la vea hasta no haber salido del Inframundo. Estaban ya en los umbrales cuando cum subita incautum dementia cepit amantem ignoscenda quidem, scirent si ignoscere manes (una súbita locura se apoderó del incauto amante, disculpable en verdad, si los Manes conocieran el perdón): Orfeo se vuelve a mirarla y Eurídice muere otra vez. Así lo relatan los insuperables versos de Virgilio:

Illa, Quis et me, inquit, miseram et te perdidit, Orpheu,

quis tantus furor? En iterum crudelia retro               

Fata vocant, conditque natantia lumina somnus.

Iamque vale: feror ingenti circumdata nocte

invalidasque tibi tendens, heu non tua, palmas!

(¿Qué delirio —exclamó— me ha perdido, infeliz, y a ti, Orfeo? ¿Qué locura tan grande? Ya por segunda vez me arrastran atrás los crueles hados; ya el sueño de la muerte cubre mis llorosos ojos. ¡Adiós!, se me llevan envuelta en las sombras de la inmensa noche mientras que, ya no tuya, ¡ay!, tiendo en vano hacia ti las manos)

Orfeo no puede retenerla ni seguirla, pues Caronte se muestra inflexible negándole el paso, mientras Eurídice stygia nabat iam frigida cumba, navegaba ya fría sobre la barca estigia.

Platón, en el Banquete, por boca de Fedro, ridiculiza sin embargo la actuación de Orfeo:

… Orfeo, hijo de Eagro, salió del Hades sin conseguir nada, después de que le mostraran, pero sin entregársela el fantasma de su mujer, ya que lo consideraban, por ser músico, un pusilánime que no se atrevió a morir por amor como Alcestis, sino que buscó la manera de entrar vivo en el Hades. (Banquete, 179, d)

Teseo y Pirítoo van al Hades a secuestrar a Perséfone

nec Lethaea ualet Theseus abrumpere caro

uincula Pirithoo.

Horacio, Odas, IV-7

Teseo y Pirítoo se adentraron en el Inframundo para secuestrar a Perséfone. El motivo fue el juramento que hicieron de desposarse con hijas de Zeus, eligiendo Teseo a Helena y Pirítóo a Perséfone. Puesto que en el primer rapto uno ayudó al otro, el segundo también lo planificaron conjuntamente.

Pero Hades conocía sus intenciones y, fingiendo hospitalidad, les ofreció un banquete. Tan pronto como los amigos se sentaron, se quedaron pegados inmóviles en sus asientos (en la silla del olvido). Permanecieron así hasta que Hércules, al entrar a por Cerbero, los encontró. Tirando de las manos de Teseo, consiguió liberarlo, aunque al hacerlo tan fuerte parte de la carne de sus muslos se quedó pegada en el asiento (causa de que sus descendientes tuvieran las piernas delgadas). Al intentar hacer lo mismo con Pirítoo, la tierra tembló y Hércules optó por dejarlo abandonado.

Psique va al Hades por orden de Afrodita según Apuleyo

Cuatro trabajos casi irrealizables impuso Afrodita a Psique como castigo por su relación con Cupido. El último consistía en bajar al Hades y pedir a Perséfone, la reina del inframundo, un poco de su belleza, y guardarla en una caja negra que la propia Afrodita le dio.

Tunc Psyche vel maxime sensit ultimas fortunas suas… Psique siente con la máxima intensidad que su suerte ha llegado al final, pues el encargo de Afrodita es una invitación a la muerte. Va a una torre alta dispuesta a arrojarse, para así llegar al infierno de una manera directa y cómoda, sic enim rebatur ad inferos recte atque pulcherrime se posse descendere. La propia torre, que habla, la disuade y le indica el camino por el Ténaro, con indicaciones pormenorizadas de aire virgiliano. La principal, que no vaya de vacío y lleve unas tortas de cebada y miel y dos monedas, para repartir, ergo et inter mortuos auaritia uiuit, que también entre los muertos vive la avaricia.

"En ese momento, Cupido, que la había perdonado, voló hasta ella y limpió el sueño de sus ojos. Después, mediante una gestión con Zeus, consigue de éste la inmortalidad para Psique y, apaciguada Afrodita, celebran las bodas en el Olimpo"

La torre parlante sigue profetizando los encuentros y las trampas preparadas por Venus que va a tener que superar Psique hasta llegar a Perséfone: un burro cojo con su arriero que pide ayuda (y al que no debe hacer caso); Caronte, al que ha de entregar una de las monedas (pero directamente de su boca a la mano del barquero); un muerto en el agua que quiere subir al bote; Cerbero, al que tiene que dar las tortas (a la entrada y a la salida); unas viejas tejedoras a las que igualmente debe ignorar y, finalmente, Perséfone, que le ofrecerá un banquete pero del que tomará sólo un mendrugo. Psique cumple todo lo indicado y recibe la caja, con la que sale del inframundo. Pero se dice:

Ecce inepta ego divinae formonsitatis gerula, quae nec tantillum quidem indidem mihi delibo vel sic illi amatori meo formonso placitura

(Debo ser tonta, pues llevo la hermosura de las diosas y no me voy a echar ni un poco, ni siquiera para gustar más a mi hermoso amante)

Decide, pues, abrirla, pero en la caja no hay belleza, sed infernus somnus, un sueño infernal, que la posee y le hace caer dormida.

En ese momento, Cupido, que la había perdonado, voló hasta ella y limpió el sueño de sus ojos. Después, mediante una gestión con Zeus, consigue de éste la inmortalidad para Psique y, apaciguada Afrodita, celebran las bodas en el Olimpo.

Sic rite Psyche convenit in manum Cupidinis et nascitur illis maturo partu filia, quam Voluptatem nominamus

(Así Psique se unió con Cupido y, al llegar el tiempo del parto, les nació una niña a la que llamamos Voluptuosidad)

Dante y Virgilio bajan al Infierno (Divina Commedia)

¿De qué otro sitio habría tomado Dante la materia para su infierno sino de nuestro mundo real? Y de esta manera llegó a concebir un verdadero infierno. En cambio, cuando le correspondió describir el cielo y sus alegrías se encontró con una dificultad insuperable, porque nuestro mundo no ofrece ningún tipo de referencia para eso.

Arthur Schopenhauer. El mundo como voluntad y representación

En la Divina Commedia, Dante utiliza los elementos de la tradición clásica, (los ríos Aqueronte, Cocito y Flegetonte, la laguna Estigia, el Dite, Cerbero, Caronte, Plutón…), aunque los pone al servicio de la escatología cristiana.

Nel mezzo del cammin di nostra vita…, la Commedia arranca con Dante perdido en el bosque, acosado por tres bestias, incapaz de encontrar la diritta via, la senda verdadera, alusión a la salvación del alma. Entonces aparece en su rescate Virgilio, que se presenta:

Non omo, omo già fui,

e li parenti miei furon lombardi,

mantoani per patrïa ambedui.

 

Nacqui sub Iulio, ancor che fosse tardi,

e vissi a Roma sotto ’l buono Augusto

nel tempo de li dèi falsi e bugiardi.

 

Poeta fui, e cantai di quel giusto

figliuol d’Anchise che venne di Troia,

poi che ’l superbo Ilïón fu combusto.

(No hombre, hombre ya fui / y lombardos fueron mis padres / y ambos por patria mantuanos. / Nací bajo Julio, aunque algo tarde / y viví en Roma bajo el buen Augusto /en tiempos de los dioses falsos y embusteros. / Poeta fui, y canté a aquel justo / hijo de Anquises, que vino de Troya / después del incendio de la soberbia Ilion)

Ambos comienzan el viaje al Inframundo, bajo la protección de Beatrice, I’ son Beatrice che ti faccio andare, entrando por la puerta donde se lee

Per me si va ne la città dolente,

per me si va ne l’etterno dolore,

per me si va tra la perduta gente.

 

Giustizia mosse il mio alto fattore;

fecemi la divina podestate,

la somma sapïenza e ’l primo amore.

 

Dinanzi a me non fuor cose create

se non etterne, e io etterna duro.

Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate.

 

(Por mi se va a la ciudad doliente / por mi se va al dolor eterno / por mi se va con la gente condenada. / La justicia movió a mi alto hacedor / hízome la divina potestad / la suma sabiduría y el primer amor. / Antes de mí ninguna cosa fue creada / sólo las eternas, y yo permanezco eternamente / Abandona toda esperanza si entras aquí)

Tras la puerta, Dante y Virgilio encuentran a los indiferentes, che visser sanza ’nfamia e sanza lodo, que vivieron sin infamia y sin honor, y a Dio spiacenti, desagradan a Dios, permaneciendo en el umbral del infierno. Arriban a la orilla del Aqueronte, donde Caron dimonio, con occhi di bragia, Caronte el demonio de ojos de brasas, aguarda para pasar a las almas, que en esta interpretación son sólo las pecadoras, a las que acarrea a golpes de remo, como aparece en la pintura de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina. Al ver que es un ser vivo, Caronte rechaza a Dante, pero Virgilio le insta a aceptarlo, pues vuolsi cosí colà dove si puote, así se desea allí donde se puede; es decir, lo quiere la autoridad divina.

Tras cruzar el Aqueronte, lo que Dante hace adormecido, entran en los nueve círculos infernales, concéntricos, cuya progresión descendente aumenta según la gravedad del pecado, hasta el último, donde reside Lucifer.

"El segundo círculo es de los lujuriosos, los pecadores de la carne, que someten la razón al sentimiento. Allí están, entre otros, Dido, Helena, Paris, Aquiles..."

El primero corresponde al de los justos no bautizados, y es relevante desde el punto de vista clásico, pues allí residen, sembianz’avevan né trista né lieta, con expresión ni feliz ni inquieta, el propio Virgilio (e di questi cotai son io medesmo), Homero (Omero poeta sovrano), Horacio (Orazio sátiro), Ovidio, Sócrates, Platón, Aristóteles, Tales, Heráclito, Demócrito, que el mundo cree ilusión (Democrito che ’l mondo a caso pone) Héctor, Euclides, Hipócrates, César, armado y con ojos de rapaz (Cesare armato con li occhi grifagni) y muchos otros, incluidos antiguos frecuentadores del inframundo como Eneas y Orfeo.

El segundo círculo es de los lujuriosos, enno dannati i peccator carnali, che la ragion sommettono al talento, los pecadores de la carne, que someten la razón al sentimiento. Allí están, entre otros, Dido, Helena, Paris, Aquiles

En tercer círculo están los glotones, y también Cerbero, que se alimenta de ellos y es descrito con detenimiento:

Cerbero, fiera crudele e diversa,

con tre gole caninamente latra

sovra la gente che quivi è sommersa.

 

Li occhi ha vermigli, la barba unta e atra,

e ’l ventre largo, e unghiate le mani;

graffia li spirti ed iscoia ed isquatra.

 

(Cerbero, fiera cruel y aviesa, con sus tres bocas caninas ladra sobre la gente aquí inmersa. Ojos bermejos, unta y negra la barba, amplio el vientre, y uñosa tiene la zarpa, a los espíritus clava, destroza y desgarra.)

En el cuarto círculo, Plutón (“el rico”) custodia a los avaros y los pródigos. A continuación se encuentra la Estigia, que en esta interpretación es río:

In la palude va c’ ha nome Stige

questo tristo ruscel, quand’è disceso

al piè de le maligne piagge grige.

 

(En un pantano viértese la llamada Estigia, arroyo triste, cuando ha descendido al pie de las malignas playas grises)

En esta agua pantanosa, ya en el quinto círculo, los iracundos pelean entre ellos mientras los perezosos se mantienen debajo del agua, sin actividad. Flegias, rey de los Lapitas castigado en el Hades por su impiedad, personaje tomado de la Eneida, es el barquero de este paraje.

" Tras pasar al interior de Dite, ya en el sexto círculo, encuentran un cementerio donde están enterrados los heresiarcas, los ateos y los negadores de la vida ultraterrenal, tal los epicúreos, que son castigados como muertos entre los muertos"

Transcurre la navegación (donde sucede el famoso episodio de Filippo Argenti) hasta la fosa que rodea las murallas de la ciudad de Dite, que comprende las partes inferiores del Infierno. En el muro ven una puerta que guardan piú di mille (…) da ciel piovuti, más de mil ángeles caídos, diablos que se extrañan de la presencia de Dante: hi è costui che sanza morte / va per lo regno de la morta gente, ¿quién es él que sin morir va por el reino de los muertos? Los diablos niegan la entrada, y entonces, desde una torre ardiente que está próxima, ven a las Erinias, tre furïe infernal di sangue tinte / che membra feminine avieno e atto / e con idre verdissime eran cinte /serpentelli e ceraste avien per crine / onde le fiere tempie erano avvinte, tres furias infernales tintas de sangre de miembros y  gestos femeninos; verdísimas hidras las ceñían, sierpes y cerastes eran sus crines que las feroces sienes orlaban. Son las sirvientes de Perséfone. Virgilio las menciona por su nombre: Megera, Alecto y Tisífone.

En ese punto, encuentran una ayuda inesperada para cruzar el umbral, pues se presenta un mensajero del cielo ante el cual los diablos desaparecen, y abre el portón con un toque de su vara. Tras pasar al interior de Dite, ya en el sexto círculo, encuentran un cementerio donde están enterrados los heresiarcas, los ateos y los negadores de la vida ultraterrenal, tal los epicúreos, que son castigados como muertos entre los muertos.

Los siguientes círculos, séptimo, octavo y noveno, recogen a los que han actuado mal a sabiendas. El custodio es el Minotauro, l’infamia de Creti, que simboliza la bestialidad humana. Hay tres grupos: los violentos contra el prójimo (tiranos, homicidas, y violadores), sumergidos en la sangre hirviente del Flegetonte, aseteados continuamente por los centauros; los violentos contra sí mismos (suicidas, convertidos en árboles en los que se posan las Harpías), y los violentos contra Dios y la naturaleza (blasfemos, sodomitas y usureros), sometidos a lluvia de fuego.

Sobre las espaldas de Gerión, e quella sozza imagine di froda, símbolo del fraude, (bestia con cara de hombre honrado, pero cuerpo de serpiente y patas de león), descienden al octavo círculo. Es un profundo foso en el medio del cual hay un pozo, y consta de diez “bolsas” o zanjas conectadas por acantilados rocosos, donde están rufianes, seductores (Jasón), aduladores, simoníacos, adivinos (Tiresias, Calcas), malversadores, hipócritas, ladrones, sembradores de discordia, falsificadores y malos consejeros. En este último grupo está Ulises, junto con Diomedes, presos ambos en una misma llama:

«Là dentro si martira

Ulisse e Dïomede, e così insieme

a la vendetta vanno come a l’ira;

 

e dentro da la lor fiamma si geme

l’agguato del caval che fé la porta

onde uscì de’ Romani il gentil seme.

 

(Allí adentro se castiga / a Ulises y a Diomedes, y así juntos / a la venganza van como a la ira / y dentro de su llama se llora / el engaño del caballo que fue puerta / de la cual salió de los Romanos la noble estirpe.)

Dante, naturalmente, siente grandísimos deseos de hablar con Ulises y así, con esta tremenda insistencia, se lo pide a Virgilio:

S’ei posson dentro da quelle faville

parlar», diss’io, «maestro, assai ten priego

e ripriego, che ’l priego vaglia mille,

 

che non mi facci de l’attender niego

fin che la fiamma cornuta qua vegna;

vedi che del disio ver’ lei mi piego!

 

(Si dentro de aquella llama pueden / hablar, dije yo, Maestro, mucho te ruego / y te suplico, así que el ruego valga mil / que la ocasión de esperar no me niegues / a que la llama cornuda hasta aquí se llegue / ¡Mira cómo a ella me arroja el deseo!)

Virgilio se ofrece a hablar en griego con ellos, idioma que Dante no dominaba, y les pregunta solemnemente:

O voi che siete due dentro ad un foco,

s’io meritai di voi mentre ch’io vissi,

s’io meritai di voi assai o poco

 

quando nel mondo li alti versi scrissi,

non vi movete; ma l’un di voi dica

dove, per lui, perduto a morir gissi.

 

(Oh vosotros que sois dos dentro de un fuego! / si merecí ante vosotros cuando era vivo, / si merecí ante vosotros bastante o poco / cuando en el mundo escribí mi alto verso / no prosigáis; mas que uno de vosotros diga / dónde, por su valía, perdido de muerte quedó.)

Al parecer, Dante desconocía la Odisea, como casi todo el mundo en la Edad Media, y pone en boca de Ulises una nueva versión de su periplo y fin: tras dejar a Circe,

né dolcezza di figlio, né la pietá / del vecchio padre, né ’l debito amore / lo qual dovea Penelopè far lieta /  vincer potero dentro a me l’ardore / ch’i’ ebbi a divenir del mondo esperto / e de li vizi umani e del valore / ma misi me per l’alto mare aperto /sol con un legno e con quella compagna / picciola da la qual non fui diserto.

(ni la dulzura del hijo, ni la piedad / del viejo padre, ni el debido amor / que debía a Penélope hacer dichosa / vencer pudieron dentro de mí el ardor / que tuve de hacerme del mundo experto / y de los vicios humanos y de su valor / antes, me lancé por el alto mar abierto / con sólo un barco y con aquellos compañeros / pocos, de los que no fui abandonado).

Así, parten y navegan por las costas mediterráneas (Ulises menciona a la Spagna y a Sibilia, Sevilla) hasta las Columnas de Hércules, donde el héroe intenta convencer a sus compañeros de ir más allá:

O frati,» dissi, «che per cento milia

perigli siete giunti a l’occidente,

a questa tanto picciola vigilia

 

d’i nostri sensi ch’è del rimanente

non vogliate negar l’esperïenza,

di retro al sol, del mondo sanza gente.

 

Considerate la vostra semenza:

fatti non foste a viver come bruti,

ma per seguir virtute e canoscenza»

 

(¡Oh hermanos”, dije, que tras cien mil / peligros habéis llegado a Occidente / de esta tan pequeña vigilia / que queda de nuestro sentidos / no queráis negaros la experiencia, siguiendo al Sol, hacia el mundo sin gente. / Considerad vuestra simiente: / hechos no fuisteis para vivir como brutos / sino para perseguir virtud y conocimiento).

Los compañeros, enfervorizados por estas palabras, desean partir enseguida: enfilan el barco rumbo al oeste y de’ remi facemmo ali al folle volo, hacen alas de los remos para el loco vuelo. Tras cinco meses de navegación, cambiando incluso de hemisferio (tutte le stelle già de l’altro polo / vedea la notte) divisan una montaña brumosa, muy alta, que ellos creen tierra firme, pero resulta ser el monte del Purgatorio. Cuando se aproximan, un torbellino les engulle y perecen, infin che ’l mar fu sovra noi richiuso, (al fin el mar sobre nosotros volvió a cerrarse),

En el noveno y último círculo están los Gigantes, al mismo tiempo reos y custodios del lugar; los Titanes, que se rebelaron contra Júpiter, Judas, Bruto y, finalmente, Lucifer, rebelde frente a Dios. Como castigo a la traición a sus benefactores y al intento de elevarse sobre su nivel natural, están condenados a permanecer inmovilizados en lo más profundo del Infierno. Ahí se encuentra también el Cocito, que en este caso es un lago helado formado por el movimiento de las alas de Lucifer.

La salida del infierno es un tanto rocambolesca: los dos poetas se agarran a Lucifer, que permanece ensimismado, y comienzan a bajar agarrados a su pelambre. Cuando pasan de la pierna cambia el hemisferio y la bajada se convierte en subida. Entonces salen por un agujero y llegan al chiaro mondo.

Y con esto queda la catábasis completa… pero atendiendo a este último viaje, no puedo concluir sin recomendar al lector un asunto que no requiere bajar al inframundo: acaba de aparecer en la editorial Acantilado la excepcional traducción de José María Micó de la Commedia. Es, sin ninguna exageración, un acontecimiento literario del que ningún buen lector debería privarse.

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