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Vomité un libro que llevaba años en mi cabeza

Vomité un libro que llevaba años en mi cabeza

Muérete, Cupido es un vuelo a vista de pájaro de una ciudad, Madrid, y la generación ensimismada que la habita. Es también la historia de un desencanto, en la que los sueños nunca se cumplen más que como un espejismo.

En este making of Jaime Rodríguez explica cómo escribió Muérete, Cupido (Círculo de Tiza).

***

Concebí Muérete, Cupido hace algunos años. Lo forjé a fuego lento en mi cabeza a base de rupturas, borracheras, resacas y noches interminables en Madrid, mi ciudad infinita.

Primero lo escribí en mi memoria. Luego, lo vomité de una vez, limpio y sin muchas dudas.

Cuando me reuní por primera vez con Eva Serrano, editora jefe de Círculo de Tiza, acordamos que tendría seis meses para acabar la que sería mi primera novela. Cuando parecía que nos íbamos a dar la mano y preparar el contrato, Eva me miró y me dijo:

—¿Podrías terminarlo para verano? Creo que podemos llenar las toallas de este país con tu libro.

—Tengo bastante avanzado. Son tres meses, pero creo que llego.

"La escritura es una pulsión que llega sin avisar y te recomiendo que, allí donde te pille, le des cancha. Luego no existe; existe ahora"

Ese mismo día, aunque ya tenía algunos capítulos sueltos escritos, elaboré un esqueleto de la novela. Para ello, utilice algo tan orgánico como antiguo: las cuatro estaciones del año. Y fui llenando de títulos de capítulos cada una de las estaciones. Aunque eran títulos orientativos, muchos de ellos aparecen en la versión final.

Y entonces me puse a escribir, y comenzó la época de la OBSESIÓN, con mayúsculas. He escrito esta novela en todos los formatos posibles: en el ordenador en el que ahora escribo estas palabras, mandándome mensajes de WhatsApp a mí mismo en mi móvil, en notas de voz que me mandaba en el metro y hasta en algún trozo de papel que pedí en la barra de algún bar.

Cuando escribía en una silla de quinientos euros, delante de un ventanal con la sierra madrileña como paisaje evocador, escribía auténticas basuras.

Cuando lo hacía en un móvil al que le quedaba un 1% de batería en el baño de El Amante dejaba por escrito las mejores partes del libro.

"Para mí era importante que la novela fuese un objeto de deseo; quería que cada persona que la viese la quisiese tener en sus manos, encima de la mesa de su salón o en una estantería bien visible"

La escritura es una pulsión que llega sin avisar y te recomiendo que, allí donde te pille, le des cancha. Luego no existe; existe ahora. Y sí: te vas a olvidar de ese pensamiento fugaz y singular que te ha venido a la cabeza mientras volvías a casa a las tres y media de la mañana bajo la lluvia. Te paras, te metes en un cajero, sacas el móvil y lo escribes.

No hay otra forma.

A medida que escribía, y cuando ya veía que el libro —cuyo nombre todavía era El año que no estuve aquí— cogía una forma realmente buena, tocó hablar de la portada. Para mí era importante que la novela fuese un objeto de deseo; quería que cada persona que la viese la quisiese tener en sus manos, encima de la mesa de su salón o en una estantería bien visible. Quería una portada que te atrapase desde el mismo lineal de cada librería. Y para ello, la portada tenía que ser una obra de arte real.

Aunque tenía en mente varios nombres, amigos y amigas pintores que viven en la ciudad de Madrid, uno de ellos se elevaba sobre el resto. La pintura de Brianda Fitz-James Stuart siempre me ha llamado en silencio y, de alguna forma u otra, todo el universo que ella trabaja me entra por los ojos y el alma como un cuchillo caliente en un bloque de mantequilla.

"Recuerdo que en esos días, también elegimos el título final. Fue una recomendación de Eva en uno de esos emails que te manda sin avisar, y que suelen ir cargados de razón y sentido común"

La llamé y me dijo que sí sin dudarlo. Este fue uno de los momentos más felices del proceso de creación del libro. Y eso no es una frase hecha.

Hicimos una reunión con todo el equipo involucrado en el proyecto —Brianda incluida— y le explicamos lo que queríamos. Cuando, unos días después, vi el primer boceto en mi móvil, lloré. Era todo tragedia y sensibilidad. Justo lo que subyace a toda la novela.

Y un rojo que no se olvida ni con cien tequilas.

Recuerdo que en esos días, también elegimos el título final. Fue una recomendación de Eva en uno de esos emails que te manda sin avisar, y que suelen ir cargados de razón y sentido común.

Lo acepté casi sin dudarlo.

—Es el mejor título —me dijo.

Ahora creo que era el único.

Ya tenía casi toda la novela escrita, pero me faltaba el gran final; el gran amor.

"Intentaba ir al cine, pero me tenía que salir para escribir ideas que me venían a borbotones a la cabeza. No podía hacer nada. Si quedaba con alguien, mi mente seguía sumergida en el libro"

La tragedia de una persona que había perdido la fe en el amor, que se había convertido en un cínico y un frívolo, estaba escrita y descrita. Ahora quedaba escribir la mejor historia de amor posible en la ciudad imposible, y solo me faltaban diez días para el deadline pactado.

Me encerré entonces en una pensión de Gran Vía y le dije a todos mis conocidos que se olvidasen de mí por un tiempo.

¿Peliculero? Sí, pero 100% efectivo, porque ahí empezó lo bueno.

Tecla, tecla. Pum. Pum.

Intentaba ir al cine, pero me tenía que salir para escribir ideas que me venían a borbotones a la cabeza. No podía hacer nada. Si quedaba con alguien, mi mente seguía sumergida en el libro.

—Sí, sí. Claro, claro.

Apenas dormí, y en esa habitación en la que escribía mientras mojaba mis pies en la calle más importante del mundo, terminé Muérete, Cupido.

Cuando comencé a teclear, me propuse hacer el libro que yo leería, y creo que lo he conseguido.

Es crudo y es romántico. Es dulce y amargo. La historia de un cínico al que esta ciudad cambia por completo.

Y el resultado me gusta mucho.

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Autor: Jaime Rodríguez. Título: Muérete, Cupido. Editorial: Círculo de Tiza. Venta: Todos tus libros.

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Ana
Ana
4 meses hace

Bergareche, Isla, Busquets, Ferrero, Jiménez Serrano, los jaboises, ahora este… ¿El mercado puede asumir tantos libros de pijos?