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Kirmen Uribe: “Los escritores vascos no queremos echar más leña al fuego”

Kirmen Uribe: “Los escritores vascos no queremos echar más leña al fuego”

Las novelas surgen con frecuencia de intuiciones, y el escritor vasco Kirmen Uribe sabía desde que era muy joven que detrás de la extraordinaria vida de Karmele Urresti había una buena historia, y no solo la de una familia que, como le sucedió a tantas otras tras la guerra civil, se vio obligada a exiliarse. Sus vivencias podían servir también para ilustrar una parte de la historia reciente del País Vasco, desde los cosmopolitas años veinte hasta finales de los setenta, cuando la violencia de ETA parecía ya imparable.

La enfermera Karmele Urresti y su marido, el músico Txomin Letamendi, al que la lucha contra el franquismo le costó la vida, son dos de los protagonistas de la nueva novela de Uribe (Ondarroa, Vizcaya, 1970), La hora de despertarnos juntos, publicada por Seix Barral, y quizá la obra más ambiciosa de este autor que en 2009 ganó el Premio Nacional de Narrativa con Bilbao-New York-Bilbao, traducida a quince idiomas y merecedora de varios galardones más, entre ellos el Nacional de la Crítica en euskera.

Tras el éxito de esa novela “tan personal” en la que el autor recreaba el mundo de su padre, un marino que murió “poco después de dejar de trabajar en el mar”, Uribe publicó su segunda novela, Lo que mueve el mundo, la historia de un escritor y traductor belga que acogió en 1939 a una niña de la guerra española. Esta obra ha sido la primera novela escrita en euskera que se ha publicado en China.

Basada en hechos reales y documentada a fondo, la tercera novela de Uribe, La hora de despertarnos juntos,  apenas se adentra  en los años más violentos de ETA porque su autor, como él mismo afirma en una entrevista con Zenda, ha preferido quedarse “al borde del abismo, cuando uno empieza ya a vislumbrar la espiral de violencia y muerte” en que caería la banda terrorista. Sin embargo, el libro invita a reflexionar sobre lo ocurrido en el País Vasco en las últimas décadas, como sucede también con otros publicados recientemente, entre ellos “Patria”, de Fernando Aramburu; El eco de los disparos, de Edurne Portela, y la obra de teatro Los Gondra (Una historia vasca), de Borja Ortiz de Gondra.

"Yo quisiera que, entre todos, pudiéramos construir un relato compartido de lo que ha pasado en el País Vasco."

Han pasado cinco años desde que ETA abandonó la lucha armada y la época parece propicia para este tipo de obras, para romper el silencio y hablar sin miedo:  “Lo importante —dice Kirmen Uribe—, es que se está creando como una especie de puzle con diferentes narraciones, pero todas ellas complementarias. Yo quisiera que, entre todos, pudiéramos construir un relato compartido de lo que ha pasado en el País Vasco, en el que todos nos pudiéramos mirar, más o menos. Tenemos que ser autocríticos, por supuesto, y empezar poco a poco a conversar, algo muy importante después de muchísimos años de silencio”.

Los escritores vascos no queremos echar más leña al fuego, queremos poner nuestro grano de arena para que la sociedad vaya en la dirección adecuada. Y estoy convencido de que lo primero es reconocer a las víctimas y denunciar cualquier vulneración de los derechos humanos, y, en segundo lugar, ir hacia un estadio de convivencia y entendimiento”, asegura este poeta y novelista, que siempre ha escrito en euskera.

La entrevista tiene lugar en la librería La Central de Callao, y Kirmen Uribe, al que parece no importarle dejar la tranquilidad de Ondarroa para sumergirse en el bullicio de Madrid, acude al encuentro acompañado por su traductor del euskera, José María Isasi, buen amigo suyo desde hace años y que en algún momento tercia en la conversación, aunque, como es lógico, el peso recae en el escritor, un hombre de mirada risueña y con aspecto de buena persona, que está más que satisfecho con la marcha de su nueva novela: “va por la cuarta edición y ha aparecido ya en siete lenguas”.

Uribe conocía “casi desde la niñez” la historia de Karmele Urresti porque Ikerne, la hija mayor de la enfermera, era amiga de la madre del escritor. La guerra civil obligó a Karmele a exiliarse a Francia, y fue en París donde conoció al que luego se convertiría en su marido, el trompetista Txomin Letamendi, miembro también de la embajada cultural vasca. La Segunda Guerra Mundial cambia los planes de la joven pareja, que huye a Venezuela, donde vivieron medianamente bien durante un tiempo. Pero Letamendi decidió sumarse a los servicios secretos vascos y ambos volvieron a Europa en plena guerra. Apresado en Barcelona, los años de cárcel y las torturas acabarían con la vida del músico, mientras que su mujer tuvo que dejar en España a sus tres hijos y emprender un nuevo exilio.

El tercer protagonista de La hora de despertarnos juntos (el título es un verso de Ezra Pound) es Manu Sota, perteneciente a una de las familias de industriales más poderosas de Neguri y cuyos bienes fueron requisados por el régimen franquista. “Manu es un hombre libre, culto, un personaje maravilloso”, que ayudó al lendakari José Antonio Agirre en sus años de exilio y contribuyó a montar la primera delegación del gobierno vasco en Estados Unidos, comenta el autor, quien no oculta su admiración por aquella generación: “era gente con mucho ímpetu, mucha fuerza. Eran abiertos, cosmopolitas, europeos y creían realmente en las libertades, en la ética. Y creían en un País Vasco siempre ligado al mundo, no tenían una visión cerrada”.

¿Hasta qué punto la ficción está presente en esta novela?

– Los personajes son reales y muchos de los episodios que se cuentan están documentados. Podía haber escrito una novela de ficción convencional, basándome en esta historia, pero me daba cuenta de que no funcionaba, le faltaba verosimilitud. Entonces opté por lo que ahora hacen muchos autores, entre ellos Emmanuel Carrère, en Francia, o Javier Cercas, en España, que se basan en vidas reales para luego hacer novelas.

"Hay una sensación muy extendida de que todo en el País Vasco empieza como en los setenta, como si antes no hubiera ocurrido nada. "

En La hora de despertarnos juntos narras aspectos poco conocidos del exilio vasco, y eso puede resultar interesante para muchos lectores.

– Creo que hay una sensación muy extendida de que todo en el País Vasco empieza como en los setenta, como si antes no hubiera ocurrido nada. Nos habíamos olvidado de los exiliados, de toda la gente que luchó en los servicios secretos contra el franquismo y contra otros totalitarismos, y nos habíamos olvidado de todo eso incluso los propios vascos. Entonces, a mí me interesaba retroceder hasta los años veinte, porque fueron años casi como de El Gran Gatsby, como refleja el cuadro de Noche de artistas en Ibaigane, de  Antonio Gezala.  En ese cuadro, que atraviesa toda la novela, aparece el ambiente cosmopolita y de efervescencia cultural que hubo en Bilbao en esa época”.

Eso era en 1927, y yo me pregunto: ¿cómo iba a pensar toda aquella gente que disfrutaba de la fiesta con total despreocupación lo que le iba a deparar la historia?

– Los vencedores de la guerra civil fueron muy crueles con los vencidos en toda España, pero en el País Vasco parece que se ensañaron de una forma especial en algunos casos.  E incluso a la poderosa familia Sota le requisaron decenas de barcos y otros bienes. 

– La represión fue muy dura en toda España, pero de lo que no se había hablado tanto, al menos en la literatura, era de las incautaciones, de cómo mucha gente se quedó sin bienes.

En Neguri —añade José María Isasi—,  estaba concentrada toda la riqueza, que era una de las mayores de Europa, en seis o siete familias, y la de Sota era prácticamente la más poderosa. Y, entonces, mientras que el resto de familias se vuelve franquista para mantener su poder, la de Manu Sota prefiere continuar fiel a sus ideas democráticas, y eso no se les perdonó.

Uribe cita un ejemplo “muy ilustrativo” de lo que ocurrió con las incautaciones, “el de esa mujer de Mondragón a la que le quitaron el carrito nuevo de su bebé, y tenía que ver cada día cómo la joven pareja adepta al régimen a la que se lo habían adjudicado se paseaba por el pueblo como si aquel cochecito le perteneciese”.

– El hecho de que el franquismo castigara a los nacionalistas y a los militantes de izquierdas en general, ¿pudo favorecer el nacimiento de ETA? El personaje de Txomin, hijo del trompetista y de Karmele, permite ver cómo surge ETA.

En la novela se cuenta —y esto lo han dicho historiadores, no lo digo yo— que ETA surge de una generación nueva, que no es la de José Antonio Agirre, que había confiado tanto en los aliados y en las democracias occidentales. Y esa nueva generación, que es la que comenzó a tener vida política a finales de los años cincuenta, ya no cree en el apoyo de los aliados. Se inspira más en cuestiones como la revolución cubana, primero, y más tarde en la  revuelta argelina, e interioriza también el miedo a la pérdida de una cultura. Eso lo decía Juan Pablo Fusi: el miedo a que el desarrollismo haga perder una lengua, una cultura, un modo de vida. Eso también está en el caldo de cultivo.

Isasi: “En muchos casos hubo conflictos generacionales entre padres e hijos. Eso lo hemos vivido en muchas familias. Los padres defendían un nacionalismo moderado con raíces cristianas, que, al final, como se ve muy bien en la novela, se quedan casi aislados, sin posibilidad de prosperar, y los hijos, con la rebeldía igual propia de la juventud y con nuevos horizontes, y viendo, además, que sus padres habían sido masacrados, defendían otra forma de proceder. Sí parece que en todo eso hay un caldo de cultivo para el nacimiento de ETA”.

-Los personajes centrales de la novela son valientes y luchadores hasta el final.

– Yo creo —dice Uribe— que la novela es muy plural. Habla de la mujer, de cómo  Karmele, la protagonista, siempre trata de decidir ella misma su vida. Vive dos exilios y es muy valiente porque, en la posguerra, deja a sus hijos en España y se va de nuevo a Venezuela. Y eso me recuerda a lo que hacen ahora tantísimas mujeres que vienen a España a trabajar desde países latinoamericanos o europeos y se tienen que separar de sus hijos.

También se habla en la novela del miedo a la pérdida de la lengua y de cómo los exiliados tratan de aguantar esa velita que era la lengua vasca.

Mientras en España se hablaba el euskera en un ámbito estrictamente privado, los que se exiliaron cultivaron la lengua, la enseñaron y trataron de mantenerla viva. Ahí el papel del exilio fue fundamental.

Y el músico Txomin Letamendi nunca dejó de defender sus ideas. Su decisión de dejar Venezuela y regresar a España para unirse a la lucha antifranquista, le salió muy cara.

– Ese momento es fundamental. Al final, esta novela también es sobre eso, sobre cómo una decisión que tomas en un momento dado puede marcar toda tu vida posterior y la de tus hijos. El lendakari Agirre ficha a Txomin Letamendi para los servicios secretos y él acepta. Podían haberse quedado en Venezuela. Yo creo que, en cierta manera, Letamendi se equivocó.

"El lendakari Agirre es un personaje muy interesante, un político de los de antes, de casta"

– En la novela transmites admiración por el lendakari Agirre.

– “Era una persona con mucho sentido común y con mucho carisma, una persona moderada, que medía bien los pasos a dar; creía en la democracia, en la República y ahí estuvo hasta la muerte, nunca buscó una salida particular. Siempre luchó por el restablecimiento de las libertades y por volver como lendakari. Luego, al final, se murió, algunos dicen que por pena y otros porque fumaba mucho”, comenta Uribe con humor. “Pero es un personaje muy interesante, un político de los de antes, de casta”.

El independentismo ha crecido de manera significativa en Cataluña en los últimos años y, sin embargo, en el País Vasco parece estar más contenido que en otras épocas, ¿a qué lo atribuyes?

Uribe: Yo creo que el momento es otro. Venimos de unos años muy duros, y creo que la sociedad vasca lo que quiere es cerrar bien ese episodio de violencia. Hay una ponencia en el Parlamento vasco exclusivamente para eso, para tratar de cerrar bien las heridas de los años  de violencia.

Ahora estamos en ese momento, y luego ya se verá.

Isasi: En mi opinión, la lección fundamental para la sociedad vasca, con todo lo que ha sufrido en los últimos años, es que ha entendido que el independentismo en sí mismo no puede ser una prioridad. Ni el nacionalismo siquiera como ideología, sino que hay otros elementos que son prioritarios y que tienen que ver con los derechos fundamentales, con la democracia, con la propia convivencia. Todo se tiene que construir desde esa base.

Uribe: Estamos reconstruyendo el suelo para que nos podamos entender todos. Es una vuelta al lendakari Agirre, dice con una amplia sonrisa este escritor que ha traducido a Raymond Carver, Sylvia Plath, Anne Sexton, y Wislawa Szymborska, entre otros. Y un escritor que hacia el final de su novela deja en el aire preguntas de difícil respuesta, como él mismo reconoce:

“¿Por qué no reaccionamos ante la espiral de violencia y muerte? ¿Por qué no detuvimos a tiempo aquella inercia sin sentido?  ¿Por qué nos callamos? ¿Por qué negamos el sufrimiento ajeno?” 

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