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30 paisajes de la Historia de España, del Acueducto de Segovia a Barcelona 92

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30 paisajes de la Historia de España, del Acueducto de Segovia a Barcelona 92

Desde hace unos 2.800 años con los tartesos hasta los fastos de 1992 en Sevilla y Barcelona, los historiadores Eladio Romero y Alberto de Frutos dan una nueva aproximación a la historia española «ni ortodoxa ni wikipédica» en su ensayo 30 paisajes de la historia de España.

Publicado por Larousse, al igual que su predecesor, 30 paisajes de la Guerra Civil, este nuevo ensayo nació, explica Alberto de Frutos en una entrevista con Efe, del interés de ambos por «la idea del paisaje como un lugar de memoria» y procurando «un equilibrio geográfico, la voluntad de ofrecer una historia total más allá de la perspectiva político-militar, y la aspiración a hacer una obra bella».

Asumen los autores que treinta paisajes para evocar la historia española «son pocos», porque es «tan rica» que ni habría suficiente con tres mil paisajes. El límite del libro les obligó a una «jerarquización», por lo que «lugares y hechos muy conocidos como la toma de Granada de 1492, han quedado en un segundo plano y tratados en un contexto más amplio». Lejos de ser «una historia ortodoxa o wikipédica», ambos autores han preferido abrirse a todo tipo de escenarios y perspectivas.

En la selección procuraron un equilibrio geográfico y cronológico: «Desde el punto de vista histórico, o cuando menos de la historia militar, es posible que Numancia hubiera sido el paisaje cabal para abordar el sustrato prerromano, y si nos atenemos a la arqueología, el motivo cumbre habría sido la Dama de Elche. Sin embargo, en este caso preferimos Ullastret, con una historia discernible y al tiempo prototípica, unos restos importantes y una notable fotogenia, en un entorno que invita a la visita». Al igual que se combinan «paisajes» conocidos como el Acueducto de Segovia, Emporion o la Córdoba califal y otros menos divulgados como la sala triabsidada de Noheda (Cuenca) o las casas del Turuñuelo (Badajoz), Romero y De Frutos han hecho lo mismo con los personajes que se van asomando a las páginas del libro, y así hay un Carlos V en Yuste, pero también un Benjamín de Tudela por Oriente. «Esa mezcla de lo más popular y lo menos divulgado le da un toque atractivo a la obra», señala Alberto de Frutos, para quien la relación de la geografía de un lugar con su historia y sus gentes es tan evidente que «no es por azar que los futuros historiadores se formen, por lo general, en facultades de Geografía e Historia». Y añade: «La expansión de la Corona de Aragón en los siglos XIII y XIV y la empresa de América no se podrían explicar si el mar Mediterráneo y el océano Atlántico no bañaran nuestras costas; hoy visitamos la Alhambra de Granada porque en el año 711 los musulmanes cruzaron las aguas del Estrecho, y el proceso de Zugarramurdi no se habría producido sin la caza de brujas en el país de Labort por esas mismas fechas». Conscientes de estos vínculos, ambos autores han intentado acercar los respectivos episodios históricos a la realidad actual, contextualizando los castros galaicos con la pervivencia del folclore celta, el Camino de Santiago medieval con su reinvención actual, o la toma de Ceuta con la multiculturalidad que caracteriza hoy la ciudad norteafricana.

En el ensayo se incluyen fotografías e ilustraciones «pocas veces vistas e historias pocas veces contadas, como la que abre el capítulo sobre 1714 y el asentamiento de Nova Barcelona, donde se instalaron varios cientos de ciudadanos procedentes de la monarquía hispánica, en su mayoría catalanes, en la localidad húngara de Nagybecskerek, la actual Zrenjanin serbia». Pese a la aspiración a la belleza, el volumen no esquiva «temas difíciles o amargos, no con el propósito de culpar a unos u otros, sino con el fin de ayudar a entender fenómenos de la realidad actual; para entender la España del siglo XXI hay que mirar atrás, como para entender la madurez de un hombre o una mujer hay que examinar su infancia», si bien, advierte, «interrogar al pasado no significa anclarse a él». Para los dos autores, «Historia es todo, no solo la épica de una batalla o la firma al pie de un tratado de paz, sino también las tradiciones y leyendas, el comercio y la defensa del medio ambiente, las bellas artes y la gastronomía quijotesca».

Concluye la obra con denuncias medioambientales como la del Mar Menor para «reflejar la otra cara del turismo que, como decía aquella película de Pedro Lazaga, es un gran invento, pero cuya explotación irracional y sin medida ha arruinado la biodiversidad de muchos paraísos de España». Aunque no se trata de una historia peninsular, han dedicado un capítulo a Lisboa, «abordado en un contexto político muy apegado a España: la Revolución de los Claveles y su recepción en el régimen franquista, que siguió con temor y temblor el desarrollo de los acontecimientos y, entre otras medidas, persiguió y descabezó a la Unión Militar Democrática, que no se entiende sin su hermana mayor, el Movimento das Forças Armadas de Portugal». El libro se cierra con Sevilla y Barcelona en 1992, que confirmó que «España, tras una Transición muy ajetreada y en el filo de la navaja, tenía ya los dos pies en el futuro y era un país con el que se podía contar, alegre y competitivo, a pleno color».

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