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5 poemas de Cuando ya nada importa, de Andrés Mirón

5 poemas de Cuando ya nada importa, de Andrés Mirón

Este libro viene a rescatar del olvido a uno de los mejores poetas andaluces de fin de siglo. Andrés Mirón falleció en accidente de tráfico el 8 de octubre de 2004. Su desaparición robó a la literatura española uno de sus autores más lúcidos y profundos. El propio Jorge Guillén afirmó que “nunca he conocido a un poeta en vida con tan grandes aciertos”.

En Zenda rescatamos cinco poemas de Cuando ya nada importa. Antología poética 1965-2005 (Cántico).

***

CUANDO YA NADA IMPORTA

Hay cosas que se explican cuando ya nada importa.
Evoco los tranvías y a las rubias platino
del lábil cine negro y ciertos plenilunios
y unos tristes boleros oxidando los años
donde el oro es chatarra y los partes de guerra
y las casas de putas y un olor a alhucema,
que dieron en cenizas. Qué inútil la palabra
que llega cuando el tiempo ya puso, según suele,
su estrago en lo que nombra. Aquí donde ahora lato,
un soldado de Aníbal me hizo prisionero
por gritar ¡Ave César! una noche de farra.
Y preso continúo, pero de otros caprichos,
si no tan placenteros, más turbiamente inútiles.
Los malvas del poniente acercan aventuras
vividas no se sabe en cuáles alamedas
con pájaros cantores. ¿Memoria o espejismo?
Da igual; tal vez un roce de hermosura no escrita.
Por esta densa niebla transito cada tarde.
Y así doy en la noche, esa trama secreta
que otorga paz al mundo y pone en evidencia
la pequeñez del hombre, su ceguera culpable.
Pero no todo es sombra. Una flor se hace mayo
si en ella se sustancian canción y galanura.
En este extraño instante coincido en el Martinho
da Arcada con Pessoa, un sombrero marengo
de fieltro y mucho humo. Encuentros como éste
se dan en cualquier sitio a poco que me marche
de copas y regrese borracho y me detengan
por recitar mi vida. Nadie me espera nunca.
Una vez intentaron liquidarme en Granada
tan sólo porque quise llamar al crimen, crimen,
pero hui para siempre como dicta mi miedo.
Allí donde hubo un árbol, siempre queda una sombra
y hay vuelos que se truncan en pleno descarrío
y una historia de trinos le otorga a la mañana
fascinación durable. Con trinos me despierto.
Con trinos, ya en la calle, me salen al encuentro
árboles prisioneros, sin culpa, del asfalto.
Si ofician el asombro, la prisa no lo advierte.
Solos y rutinarios nos perdemos de vista
y de otros soliviantos igualmente feroces.
Todo este helor se llama miércoles, por ejemplo.
Pero a veces el cielo se engrisa en nuestro daño
y deja una caricia allí donde un parterre
implora verderío. Vivir es sucederse.
Estar es santiguarse con la luz de los días.
Lo demás es un juego en que todo se pierde
o, con mucho entusiasmo, se gana lo apostado.
Sólo así nos sorprende con sus dalias tardías
la estación de los sueños. Es lo que siempre pasa
cuando ya no se explican las cosas que importaron.

*** 

POETA EN UN CAFÉ

Rimado de topacio

Ensimismado y más, anochecido,
bajo la luna turbia de una lámpara,
el poeta, con aire circunspecto,
en una mesa del café anotaba
algo y luego de nuevo se perdía
por el vago oscuror de su mirada.
Entre aquella nutrida concurrencia
que, ajena y divertida, conversaba,
una auxiliar de clínica, atrevida,
se acercó sigilosa por la espalda
y halló que, con la ayuda de las musas,
estaba resolviendo un crucigrama.

***

COMO UNA LOBA HERIDA

El polvo del peregrino

COMO UNA LOBA HERIDA
por la umbría de un bosque atarquinado,
nos persigue
y acosa

y amilana

la melancolía.
Y no hay posible paredón que burle
su oscuro seguimiento,
ni corteza
que impida livideces en la carne.
Vaga herida,
ingrávida y silente
por todos los caminos
de la sangre.
Y cuando alza
su zarpa enfurecida
a la menor cadencia de un suspiro,
ahí se acaba
la amaritud de su apariencia
para hendirnos
su índole letal de loba herida.

***

DESPUÉS DE TODO

Cantoral de un tiempo marchito

HAS llegado a saber, después de todo,
que porque existe el torbellino
azul de esa mirada
ocupando lo extenso
de esa luz infinita que está arriba,
hoy puede el corazón verter su sangre
al mar de la esperanza.
Si aquel mucho
de ti que se te fue tras los otoños
volviera alguna vez,
si el diluvio
particular que ejerce la tristeza
se convirtiera en gotas de llovizna,
si el tiempo de repente derribara
su torre de exterminios,
qué distinta
sería la vigilia providente
que te llega, implacable, de lo alto.
Tan seguro
estás de que la luz vomitaría
fantásticas cenizas incoloras,
como que vas teniendo, desde siempre,
el corazón precipitado
a aquello que te salva.
No hay oficio
más duro que el de amar. ¡Cuánto te cuesta
estar amando todo lo perdido!

Pero te queda corazón; te queda
un torrente de sangre todavía
para regar secanos al recuerdo
y acrecentar el mar de la esperanza.

***

FINAL

Elegía de Sisip

A Julio Mariscal

ÉSTA que ves, Sisip, sobre tu cielo
es la niebla de mármol que respiro,
que nubla mis pupilas si la miro,
que ciega mi mirar si la desvelo.

¿Acaso tu dolor es lo que duelo,
es acaso tu sangre lo que estiro
en esta carne de sufrir? (Retiro
la pregunta: me quema tanto hielo).

Invisible, impalpable, transmutada,
cada siglo que pasa te convierte
en muda sinrazón de tu condena.

Espérame en la paz de tu morada,
que siento los sudores de tu muerte
y se me pone a pájaros la pena.

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Autor: Andrés Mirón. Título: Cuando ya nada importa. Antología poética 1965-2005. Editorial: Cántico. Venta: Todos tus libros.

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