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5 poemas de El lenguaje de las cosas mudas, de Alejandro Céspedes

5 poemas de El lenguaje de las cosas mudas, de Alejandro Céspedes

El lenguaje de las cosas mudas es un libro profundamente reflexivo que explora la crisis del lenguaje, la tensión entre el silencio y las palabras, y la imposibilidad de estas para expresar lo esencial de la experiencia humana. El libro es una meditación sobre la dificultad —y a veces la inutilidad— de escribir y de expresarse cuando la lengua parece no ser suficiente.

En Zenda reproducimos cinco poemas de El lenguaje de las cosas mudas (Liliputienses), de Alejandro Céspedes.

***

¿CÓMO HACER DE LO FUGAZ ALGO QUE PAREZCA ETERNO?

Tan pronto afirmo algo, este algo ya ha pasado, y así en un proceso inacabable. Y si la verdad del mundo sensible es el cambio y el resultado de un cambio, como dijo Hegel, el poeta se preguntará con legitimidad qué asiento puede tomar el lenguaje o el pensamiento, que era de lo se quejaba inicialmente Lord Chandos.

SANTIAGO MARTÍN ARNEDO

En el instante mismo en el que afirmo algo
ese algo ya es pasado.
Si digo que ahora llueve
¿qué queda de esa lluvia en la escritura?
Si digo que te quiero
¿cuánto dura ese amor sobre la página?
Ya nada se sostiene, el folio sigue seco
o mojado de lágrimas por lo que ya no existe.
Si todas las verdades que podemos
expresar sobre el mundo viajan a lomos del cambio…,
si lo que escribo ahora ya es pasado
y lo que pienso está muerto mientras lo estoy escribiendo…,
¿qué es lo que queda aquí?
Palabras sin sentido
viajan en un proceso interminable
porque dentro del cerebro de los malos poetas tintinean
todos los abalorios del lenguaje.
A veces hay más vacío
en la página escrita que en la página en blanco.

El dolor no es lingüístico.
Y no lo son tampoco ni el amor ni el recuerdo.
Se exige a quien escribe
transformar sensación en pensamiento,
trasladar esa idea a unas palabras
que enciendan la emoción en el lector.
Platón dijo que leer es interrogar a un texto.

Lord Chandos guarda silencio
pues las palabras no pueden expresar ese milagro.

¿Cómo hacer de lo fugaz algo que parezca eterno?

***

TERRORISMO LÍRICO (I)

Nos contó durante tres cuartos de hora cómo logró escribir su maldito libro, cuando una simple disculpa habría sido suficiente.

PELHAM GRENVILLE WODEHOUSE

Centenares de muertos teclean sus palabras
mientras los seres vivos escapan del contagio.
Una legión de muertos escribientes,
un batallón de espectros que declaman,
fantasmas que se escuchan a sí mismos
en la siempre tozuda y vacua realidad
donde nada importa a nadie.

Como bien sabía Cioran, el romanticismo inglés
fue una amalgama acertada de láudano, exilio y tisis;
el alemán fue peor: una mezcla fulminante
de alcohol, provincia y suicidio.
Estamos tardando mucho en imitarlos.

Como los yihadistas, anhelamos ser mártires
de la causa del ruido, rodeamos el vientre
con varios cinturones de explosivos
cuya detonación en cualquier antro
solo produce un multitudinario tumulto de desdenes.

Los supuestos lectores escapan a hurtadillas
mientras nos inmolamos en la explosión del ego,
mientras vamos contando durante varias horas
cómo logramos escribir nuestro maldito libro,
cuando una simple disculpa
habría sido suficiente.

***

LA PARADOJA DEL MÍSTICO

La primera paradoja del místico es situarse en el lenguaje, señalarnos desde el lenguaje y con el lenguaje una experiencia que el lenguaje no puede alojar. […] El místico se sitúa paradójicamente entre el silencio y la locuacidad. 

JOSÉ ÁNGEL VALENTE

La primera paradoja… ¿Pero cuál es el silencio
que acabará redimiéndonos de tanta palabrería?
¿Cómo acallar ese eco que —insufrible— resuena en el poeta?
¿Cómo enmudecer los siempre que se ocultan en los nunca
y producen la artrosis del lenguaje? Silencio y locuacidad…,
la paradoja que nos remite a Valente. El místico que nos habla usa un idioma infectado por los virus del poema.
La palabra es el cemento de una rígida escultura
que solo habla de sí misma. Dentro del propio silencio
«se incuba nuestro relámpago» mientras los ecos del siempre resuenan sobre ese valle al que van a morir todos los nunca.
¿Cómo aprender esa lengua con la que nos hacen señas
todas esas cosas mudas?

***

LA ENFERMEDAD DE LORD CHANDOS (I)

«EL ARTE DE DEJAR DE ESCRIBIR»

Qui gravi morbo correpti dolores non sentiunt, iis mens aeggrotat.

HIPÓCRATES

Mucho después de terminado este libro, leo un artículo de Isabel Coixet que titula «El arte de dejar de escribir» en donde dice: «Marcel Broodthaers, poeta belga, amigo de René Magritte, abandonó la escritura convencido de que el abismo entre hacer, decir y contar era infranqueable. En 1964, llegó a la conclusión de que el lenguaje no tenía sentido, de que era únicamente una carcasa, un envoltorio, vacíos. Su último trabajo fue una serie de cajas albergando poemas no escritos, la nada. Lo que mostraban era la posibilidad de un poema: esa ambigüedad final que cada uno puede interpretar como quiere. O no interpretar».

La enfermedad de Lord Chandos a veces es contagiosa.

Si a la nada de Broodthaers
le diésemos el tiempo necesario…
El tiempo necesario, el suceder…

Cajas con poemas no escritos…,
lenguaje sin sentido, carcasas, envoltorios,
embalajes que ocultan su alma hueca.

Hoy sabemos que los átomos son entidades vacías
en un 99%. Así pues, lo que tocamos
y percibimos como cosas duras en realidad no lo son.
Y si todo nuestro cuerpo es un hueco entretejido
y son miles de millones las cosas que lo atraviesan,
¿qué incalculable vacío estará sosteniendo estas palabras?

Broodthaers tiene razón,
el lenguaje no es más que una carcasa,
un bonito envoltorio para esconder la nada.
Cajas de poemas no escritos…
Libros que regalamos únicamente al aire.
El abismo del decir vuelve a ser infranqueable.

No está de más recordar que podemos detenernos
mientras estamos subiendo,

pero no cuando caemos.

***

LA ENFERMEDAD DE LORD CHANDOS (III)

EL YO Y SUS ADHERENCIAS

Ha existido siempre un mundo habitado por arañas
y otro mundo muy distinto
que permite volar a los insectos.
Pero hay también otro mundo donde ambos coexisten:
en la tela de araña los dos mundos se funden
y uno queda en el otro deglutido.

Cajas con poemas no escritos…

Bastaría que creyésemos lo que la araña nos cuenta,
adherirnos a la idea que hace del yo un ser obeso.

La consistente herencia de lo estéril
fecunda el triste erial del egocéntrico.

El lenguaje entra en combate contra su propia trinchera.

Wittgenstein se dio cuenta al final de su obra:
«De lo que no puede hablarse,
de lo que hay que callar»…
Pero Heidegger nos dice:
«La poesía es la instauración del ser con la palabra».
¡Qué difícil saber a qué atenerse!
¿El silencio debería ser la primera palabra?

En el lenguaje ha nacido un nuevo y grave silencio
que ya no se consigue interrumpir:
«Cuando ya no nos queda nada,
el vacío del no quedar
podría ser al cabo inútil y perfecto».

Si a esa nada le damos el tiempo necesario…

Hay demasiados poetas y somos muy resistentes
al mal que aqueja a Lord Chandos.
Su enfermedad debería ser mucho más contagiosa.
Pero desgraciadamente
el silencio nunca exige ser la primera palabra.

«¿Para qué sirve la muerte?
¿Para qué sirve el sabor del café?
¿Para qué sirve el universo?
¿Para qué sirvo yo?»

¿Quién me sabe responder?

Sobre el silencio vuela una zozobra
incapaz de abrazar la realidad.

 

Y yo continúo trazando renglones entrecortados
sobre un telar de palabras.

Escribiendo

para poder recordar otros futuros.

Viviendo

para olvidar.

¿Para qué sirvo yo?»

Por fin la última palabra es el silencio.

—————————————

Autor: Alejandro Céspedes. Título: El lenguaje de las cosas mudas. Editorial: Liliputienses.

BIO

​Alejandro Céspedes, Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Oviedo, es poeta, gestor cultural y crítico literario (El Mundo, Cadena SER, La Cultura de Madrid, Círculo de Bellas Artes, etc.., con una destacada trayectoria en la poesía contemporánea desde 1980, publicando desde entonces 18 libros. Le han concedido varios de los premios más importes del país y en dos ocasiones el Premio de la Crítica de Asturias. Es editor de la obra poética completa de Luis Sepúlveda publicada en cuatro países.

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Mario
Mario
4 meses hace

Céspedes, deja el mundo cómo está y saca la pata de la almohada, que la luna no se cae.