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5 poemas de José Daniel Espejo

José Daniel Espejo es un escritor, activista, periodista, gestor cultural y librero nacido en Orihuela en 1975. Algunos de sus libros publicados son Los placeres de la meteorología (Nausícäa, 2000), Quemando a los idiotas en las plazas (Editum, 2001), Música para ascensores (Tres Fronteras, 2007) y Los lagos de Norteamérica (I Premio Internacional de Poesía Fundación Juan Rejano-Puente Genil, Pre-Textos, 2019). Fue uno de los poetas seleccionados por Martín Rodríguez Gaona en su estudio Mejorando lo presente. Poesía española última. Posmodernidad, humanismo y redes (Caballo de Troya, 2010). Sus poemas aparecen en  antologías como Resaca / Hank Over (Caballo de Troya, 2007), Voces del extremo (Amargord, 2013) y En legítima defensa (Bartleby, 2014). Coordina la librería solidaria y espacio cultural Libros Traperos, y dirige Leer el presente, la sección de libros de la edición murciana de eldiario.es.

***

EL OLOR DE LA LEJÍA

He enseñado a mis hijos a amar el olor
de la lejía como un lujo
o al menos una prórroga         la uso sin guantes
se queda conmigo                   unas horas de paz
me arrasa las manos   miradlas ahora
miradlas bien.

***

INTRO

Me hizo una entrevista en agosto del 16
el periodista Antonio Arco para La Verdad de Murcia
buscando el “interés humano”. Contesté
la serie habitual de estereotipos: una historia luminosa,
salpicada de drama, con final feliz
sobre el tipo que enviuda y aprende a cuidar de sus hijos
(uno autista) en solitario, con la ayuda de la poesía
(¡en serio!) y de su buen corazón. La pieza
rápidamente empezó a compartirse
(a esto lo llaman viral, no por nada) y me topé
en la ciudad semidesierta con bastantes personas
que me saludaban mostrándome la historia
en sus teléfonos inteligentes y usaban los nombres
de mis hijos y el mío, incluso el de Charo,
perdida hacía tanto. Una chica
me pidió una foto (“no, pero que salgamos todos”) y tras
tomarla me la enseñó. No supe quiénes éramos.
No supe quiénes éramos. Todo el rato
sonreíamos, sudábamos como culpables,
pero culpables de qué. Aún hoy
soy incapaz de releer la entrevista
que alguien respondió en mi lugar
el 4 de agosto del 16. Tampoco ese alguien
sabrá demasiado de lo que ocurre en mi casa
cuando cerramos por dentro.

***

TANGO

La madrugada del día
de mi cuadragésimo primer
cumpleaños soñé una voz
familiar que decía la gente
como tú se muere sola
y borracha. Me di la vuelta:
me vi a mí mismo, más viejo
más mísero más sucio
más sabio y esto no es
un poema es más bien un baile
entré el y yo
agarrados

un tango.

***

¿De qué habla esa música que habla de moverse,
amar todos los cuerpos y bailar en los tejados
pegarle fuego al mundo y hacer otro
más justo y luminoso? ¿A quién espera
quien confía en encontrarse con alguien, un día feliz,
y nunca separarse? No a mí,
no a mi hijo y a mí. Cuanto más
hermosa la fábula menos sitio
nos queda a nosotros en ella. Si a veces cantamos
pues nos sabemos la letra al oírla por la radio

es la vida de otros
la que cantamos.

***

Vivo con Martín y con el ruido
de objetos que se rompen
de plástico cristal
creencia y aglomerado

al principio los dejaba en una esquina
confiaba en un futuro sin ellos
pero se amontonaron
la mitad de mi casa
la rota
no se limpia nunca
la otra mitad
resiste mal
por eso atravesamos
los pasillos rápido                            en silencio
mirando al suelo
sin respirar.

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