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6 series cortas para ver en una tarde

6 series cortas para ver en una tarde

La oferta se multiplica, la calidad se estandariza y no hay mucho que nos llame la atención. ¿Les suena esta situación? Por si acaso sí, les recomendamos seis series cortas que apelan a públicos variados, aunque todas ellas fácilmente encuadrables en géneros conocidos. Todas ellas se distinguen por capítulos o temporadas breves que hacen que su consumo sea fulgurante, perfectas para un festivo o ese día libre que tanto tardaron en cogerse y al final salió lluvioso.

Cobra Kai. Netflix estrenó con éxito la cuarta temporada en un festivo y seguramente al día siguiente los fans ya habían devorado la nueva tanda del enfrentamiento de los antagonistas de Karate Kid, Daniel Larusso y Johnny Lawrence (de nuevo, Ralph Macchio y William Zabka), aliados temporalmente para enfrentarse al Dojo de Cobra Kai, que ha caído en las peores manos posibles. La saga juvenil de los 80 cobra forma de telenovela ridícula y absolutamente adictiva repleta de nostalgia, candor y conflictos básicos que apelan a cualquier ser humano vivo. La serie se distingue por capítulos que apenas superan la duración convencional de una sitcom, y por su falta de pretensiones tiene la extraña virtud de no agotar pese a lo conocido de su fórmula.

Yo nunca es la historia de una adolescente de origen indio pero nacida en EEUU, cuyos problemas no distan en absoluto de los que hemos visto en demasiadas aportaciones al género. El relato autobiográfico de la actriz Mindy Kaling obedece a las coordenadas de inclusión de todos los productos audiovisuales de Netflix, pero consigue ir más allá del oportunismo y lo tipificado de la comedia de instituto para dar la impresión de tener siempre algo que contar. Resulta sincera y divertida para toda clase de público.

El método Kominsky

Pese a ciertos quiebros en el reparto de la última temporada, la tercera, la serie de Chuck Lorre es un descarado, descarriado y sincero retrato de la masculinidad en la etapa final de la vida, con todos sus claros y sus oscuros. Su humor negro (abiertamente autoparódico) es un tesoro, y más en estos tiempos de post-censura woke, pero lo que se lleva la palma al final es el reparto. Michael Douglas y Alan Arkin forman un dúo dinámico excepcional, pero la suma de Kathleen Turner, vieja compañía de Douglas en La guerra de los Rose, Tras el corazón verde y amiga personal del actor, otorga una inesperada dosis de relevancia al conjunto.

Ojo de Halcón es de las mejores series de Marvel y, también, una de las más breves. Sus seis episodios incluyen lo que ya se instituido como fórmula en la franquicia: apariciones secundarias de otros personajes, incorporaciones estelares de otras franquicias y lo que ya se percibe como un cierto conformismo visual y narrativo, al margen de su incorporación a la constelación de historias del MCU. Pero la química de Jeremy Renner y Hailee Stanfield funciona, hay un par de secuencias de acción grandes y apañadas, y el aire de película navideña de Shane Black brilla por todos sus costados (una pena que no la haya hecho el verdadero Shane Black, quien por otro lado hizo el taquillazo más a contracorriente de Marvel, Iron Man 3).

Cormoran Strike

Decir J. K. Rowling ahora es pecado, así que mejor diremos Robert Galbraith. Es el pseudónimo que utilizó la autora de Harry Potter para esta serie de novelas negras articuladas en torno a la tensión romántica de sus dos protagonistas, un veterano de guerra lisiado metido a investigador y su entregada secretaria. Las cuatro temporadas de la serie que adapta los libros apenas llegan a los 11 capítulos (tres de la primera, dos de la segunda y la tercera y cuatro de la última hasta ahora, la cuarta), por lo que encaja perfecto en el titular. La serie es de lo más entretenida gracias al cariño que se desprende de sus actores, Tom Burke y Holliday Grainger, y ese tono de serie sólida y altamente competente que caracteriza casi todo lo salido de Reino Unido.

Esta mierda me supera

Puede que recomendar una extinta serie de Netflix renovada por su éxito pero cancelada por la pandemia tenga más bien poco sentido, pero la serie de Jonathan Entwistle es lo más cercano a John Hughes que se ha hecho tras la prematura muerte del productor de La chica de rosa. A la fórmula, claro, hay que sumarle a Stephen King en esta historia de madurez un poco Carrie, un poco Molly Ringwald, protagonizada por una Sophia Lillis capaz de merendarse la pequeña pantalla.

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