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Porque todas las guerras son una sola

Porque todas las guerras son una sola

Si me preguntan por el proceso creativo para escribir mis novelas, lo primero que hago es citar a Paco de Lucía: «Eso que decimos los artistas de la inspiración es todo mentira. A mí lo que me gusta es estar tumbado». A partir de aquí puedo cambiar el chispazo que quieren vender los autores por una especie de imperativo categórico que te obliga a juntar palabras sobre un tema determinado. Algo que martillea tu conciencia, y entonces, a pesar de tu gusto por lo horizontal, comienzas a documentarte sobre lo que no está aún escrito o sobre lo que no está escrito como tú piensas que debiera estar. En mi caso, de ahí a un bonito libro con faja solo media el caos y un cierto ingenio para ordenarlo en el procesador de textos. Mi nueva obra, La milicia de la noche, ha seguido de nuevo ese patrón. Y no pretendía hacerla así.

"Como autor de novela negra, nunca me he abstraído del gansterismo de los años veinte en Estados Unidos, sus mafias y la iconografía ya conocida por cualquiera"

Como autor de novela negra, nunca me he abstraído del gansterismo de los años veinte en Estados Unidos, sus mafias y la iconografía ya conocida por cualquiera. Pero, me declaro otro culpable más, sí estuve demasiado tiempo obviando nuestros propios referentes del hampa en esa misma época, apasionante en el Estado español y especialmente en la Barcelona del pistolerismo entre 1917 y 1923. Las consecuencias políticas de aquello las tenemos mucho más presentes en los libros de Historia. La milicia de la noche pretendía ser una visita a ese contexto social abordado muy tangencialmente en nuestra literatura de ficción, salvo por dos viejos éxitos de Eduardo Mendoza, con su narrativa pulcra, casi funcionarial, preñada de costumbrismo y carácter didáctico. Sucedió entonces que, en pleno diseño de mis personajes, se coló El ómnibus de la muerte. Mucho prometía esa investigación con su portada de milicianos dementes, calaveras y un gran Ford AA en segundo plano. Escrita en catalán por Toni Orensanz en 2008, fue la propuesta de un nuevo marco histórico para mis bandidos: la víspera del Golpe del 36 que dio lugar a la Guerra Civil y la purga de contrarrevolucionarios en aquellos meses en Cataluña y Aragón. Otra crónica excelsa, El corto verano de la anarquía, de Hans Magnus Enzensberger, me acabo por convencer del salto temporal.

"Según la frase promocional de que con el libro ya tenemos a nuestros Malditos bastardos, esta es apenas una novela muy violenta de gánsteres que mataban fascistas"

Pero meterse de alguna forma en el género guerracivilista, siempre chirriante para mí, tiene peajes por todas partes. En primer lugar se te acusa, de la forma más gratuita posible, de justificar cualquier bando, figura política, hecho y hasta fría estadística, tal que autor y personajes tuvieran la misma voz. Después, como explicaba David Becerra en La Guerra Civil como moda literaria, su canon impone narrativas desde la analepsis, reconciliación y memoria histórica del «todos mataron por igual» con portadas en tonos sepia de best seller. Y para finalizar, la legión de historiadores del espanto siempre levanta un dedo, porque aquel hecho no sucedió exactamente como cuentas o porque aquel dato no es lo riguroso que debiera ser. Obvian que ellos llevan toda una vida sin ponerse de acuerdo, a pesar de utilizar una presunta aproximación científica en sus libros.

Una novela no tendría que convertirse en un mero ejercicio pedagógico, y aunque escribir ficción al servicio de una ideología es respetable también puede resultar muy mala idea —ya no digamos leer al servicio de una ideología—. Por eso, en la página inicial donde se colocan las dedicatorias y frases elocuentes yo solo puse: «Me lo he inventado casi todo». Entenderán que ese «casi» quiere firmar una pequeña tregua con cualquier lector. Mi libro jamás se diseñó para mostrar una verdad incontrovertida, fáctica, procesal. Si acaso, como consiguieron las mejores obras, aspira a esa verdad atemporal, esquiva, de regusto amargo pero congruente, que alguien convino en llamar «verdad literaria». Entonces quizá La milicia de la noche es una novela que destripa la última batalla que se luchó y perdió contra el capitalismo: la inexistencia del mismo Dios sangriento en el que aún hoy la mitad de la población estatal asegura creer en las encuestas, la alternativa a la pelea entre el bien y el mal con el aterrador concepto de equidistancia y la lógica sobrenatural en una larguísima concatenación de hechos excepcionales como aquellos. Porque al final todas las guerras son una sola. O quizá, según la frase promocional de que con el libro ya tenemos a nuestros Malditos bastardos, esta es apenas una novela muy violenta de gánsteres que mataban fascistas.

Y así seguimos sin encontrar armas de doble filo tan cortante como las letras.

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Autor: José Manuel del Río. Título: La milicia de la noche. Editorial: Ediciones B. Venta: Todostuslibros y Amazon

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