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Un viaje por la historia de la ciencia a través de 300 ilustraciones

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Un viaje por la historia de la ciencia a través de 300 ilustraciones

La ciencia siempre se ha ilustrado y se tendrá que ilustrar. La editorial Taschen ha reunido en un libro 300 obras clave de todos los campos científicos, una historia visual del conocimiento desde el siglo XV hasta ahora, desde el primer dibujo detallado de la Luna al primer boceto de una célula.

De gran formato, el libro de la divulgadora científica Anna Escardó incluye textos explicativos en inglés, en español y en italiano, y recoge bocetos originales, dibujos técnicos, meticulosas ilustraciones hechas a mano o imágenes más actuales generadas por ordenador.

Andreas Vesalius, Isaac Newton, Marie Curie, Santiago Ramón y Cajal, Rosalind Franklin o Jocelyn Bell son protagonistas de esta colección con la que su autora quiere que el público conecte con la ciencia: «Me gustaría —dice a Efe— que el lector viviera el libro como una celebración de la ciencia y entendiera que esta no es solo cosa de una pequeña élite de genios».

Tras unos dos años y medio de trabajo, Escardó demuestra cómo el campo de la ilustración y el desarrollo del conocimiento se entrelazaron de manera inseparable desde tiempo atrás: los primeros dibujos que merecen la designación de «ilustración científica» se remontan a la Edad Media, cuando aún se producían libros manuscritos en salas de escrituras monásticas, explica la autora en su libro.

Bajo el título original de Science Illustration o Ilustración científica: Una historia visual del conocimiento desde el siglo XV a la actualidad, el libro está dividido por siglos, comenzado por el período que va desde el XV al XVII, después el XVIII, el XIX y terminando por el «siglo XX y más allá». En sus páginas se pueden ver, por ejemplo, detalles del cuerpo humano en una ilustración del médico Andreas Vesalius (1543), una tortuga dibujada por el botánico y naturalista William Bartram (1791) o la primera división celular que documentó el médico alemán Walther Flemming (1882). También anotaciones de Curie sobre sus experimentos o la tabla periódica de elementos de Dimitri Mendeléiev.

La autora detalla que muchos consideran que este diseño del químico ruso de 1869 es la ilustración científica más perfecta de la historia de la ciencia, por su equilibrio entre la síntesis precisa de información de todos los elementos conocidos (63) y su capacidad de prever las propiedades físico-químicas de los que aún no se conocían.

Escardó relata que junto a su editor, Julius Wiedemann, tenían claro que los hitos científicos que saliesen en el libro deberían ser los que marcaron un antes y un después en la humanidad: las visualizaciones presentan ideas revolucionarias y descubrimientos que van del siglo XV a la actualidad. Además, querían «visibilizar aquellos silenciados por la cultura occidental, celebrar el maravilloso trabajo de muchas científicas que también fueron ocultadas y dejar un poco de espacio para la simple curiosidad».

«La ciencia siempre se tendrá que ilustrar. La ilustración científica es una herramienta que sirve para mostrar información científica, pero también para estudiar, catalogar, proyectar, comprender, sintetizar, divulgar y comunicar», resume su autora. Todo el «arsenal tecnológico» que existe hoy en día (fotografía, vídeo, escáner 3D, resonancia magnética, TAC, etc.) y el que está por venir «no compiten con la ilustración científica sino que la proveen, son coadyuvantes para los apuntes de campo del ilustrador».

Una fotografía, por ejemplo, capta los datos en bruto de un instante, es un «batiburrillo de información» para el que observa. En cambio una ilustración muestra los datos precisos que el científico necesita.

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