Si puede ser pensado, puede ser filmado.
Stanley Kubrick
Las listas: casi todo lo que emprendemos, hasta nuestras obligaciones y tareas diarias, son, en el fondo, una sucesión de listas. Las listas nos preservan al niño que algunos aún llevamos dentro, como le dije a José Luis Garci en una comida memorable. A él, como a Luis Alberto de Cuenca, a Quique Mauricio y tantos otros cinéfilos y escritores, les apasionan las listas. Listas de libros leídos y películas vistas, listas de libros pendientes de leer, de pelis pendientes de ver. De series que nunca veremos en nuestra lista de favoritos en tal o cual plataforma VoD. Listas de favoritas, de mejores, de peores, de géneros, de lo que sea. Listas y más listas. Hay incluso un libro fascinante, que me regaló la editorial Salamandra en enero de 2016 que se llama Listas memorables, recopiladas por Shaun Usher. Lo hojeo con cierta frecuencia. Es un libro editado de forma magnífica que recoge listas sorprendentes de grandes personalidades de la Historia, y de gente anónima.
Se entiende por largometraje a aquel film de más de 60 minutos de duración (por tanto, el primer largo de la Historia del Cine no sería, como indica erróneamente Wikipedia en español, Lubin’s Passion Play, estrenada en Estados Unidos en 1903, sino The Story of the Kelly Gang, película australiana dirigida por Charles Tait y estrenada el 26 de diciembre de 1906 en Melbourne). Dado que un tercio del más de medio millón de largometrajes producidos en el mundo, desde 1906 hasta 2024, son adaptaciones literarias al cine, creo que esta lista, además de interesar a lectores y espectadores podría ser del interés de guionistas, productores y directores de cine y televisión. Quizá alguno se anime a adaptar esos libros del papel a la pantalla. De hecho, se podría hacer un juego interesante, en el que todos podemos participar. Se trata de imaginar qué directores y/o guionistas podrían adaptar de forma admirable alguna novela o cuento que nos fascine. Por ejemplo, siempre imaginé que Roman Polanski podría ser un adaptador excepcional de La vida instrucciones de uso, de Georges Perec (de hecho, como ya escribí en otro sitio, hay un personaje de esta novela magistral y originalísima que se inspira en la madre rusa de Polanski). Y ahí surgen preguntas, ¿Cómo adaptaría Óliver Laxe La saga/fuga de J.B, novela magna de Gonzalo Torrente Ballester? ¿O Merlín e familia i outras historias, de Álvaro Cunqueiro? ¿Sería mi admirado Pablo Berger capaz de adaptar Rayuela de Cortázar? ¿Existe alguien capaz de hacer un buen largometraje con El inmortal, que tengo como el relato más perfecto de Borges? Luis Alberto de Cuenca me escribe un WhatsApp, en respuesta al listado que le envío, diciéndome que “Yo elijo La vénus d’Ille de Prosper Mérimée. La dirigiría Álex de la Iglesia, quien firmaría también el guion.” Y me añade que, a su mujer, la filóloga, experta en literatura francesa y gran maestra del haiku, Alicia Mariño, le ha hecho ilusión participar también. Dice Alicia: “La muerta enamorada de Théophile Gautier. Podría escribir el guion y dirigir la película basada en esa novela Alejandro Amenábar.” Sin duda, para esa novela genial de Gautier no se me ocurre mejor cineasta que Amenábar. Coincido contigo querida Alicia. Siguiendo con el juego, le confieso al lector que cuando leía la magistral novela El siglo de las luces (Alejo Carpentier, 1962) la imaginé trasladada al cine por Arturo Ripstein; La gallina degollada (Horacio Quiroga, relato genial incluido en Cuentos de amor, de locura y de muerte, 1917) dirigida por su compatriota uruguayo Fede Álvarez; el también uruguayo Álvaro Brechner podría dirigir la adaptación de algún cuento genial de su paisano Felisberto Hernández, le propongo la misteriosa historia Nadie encendía las lámparas (1946); el mexicano Gabriel Beristáin podría hacer una gran película con la novela La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes, 1962); Rodrigo Sorogoyen haría un peliculón, estoy seguro, con la novela feérica De bestias y aves (Pilar Adón, 2022; e insisto ¿quién podría dirigir la adaptación de El inmortal (para mí el más perfecto relato de Borges, incluido en El Aleph 1949)?, no se me ocurre ningún cineasta más dotado para ello que Alfonso Cuarón; imaginemos al argentino Damián Szifrón escribiendo el guion y dirigiendo El escarabajo (Manuel Mujica Laínez, 1982); o la novela más cinematográfica de Alejandro Jodorowsky, Albina y los hombres-perro (1999), historia fantástica que sería adaptada al cine por Guillermo del Toro; la argentina Lucrecia Martel sería seguro una inspirada adaptadora de la novela brasileña que más estimo Cerca del corazón salvaje (Clarice Lispector, 1944); la monumental Sefarad (Antonio Muñoz Molina, 2000) no sé si se podría adaptar a un único largometraje, por su extensión y complejidad, pero sí a una miniserie de diez capítulos de una hora o a una saga de seis largometrajes… dirigidos, pongo por caso, por David Trueba; ¿quién podría dirigir la que considero la mayor novela de lo que llevamos de siglo, Solenoide (Mircea Cărtărescu, 2015)? Sin duda de ningún tipo, si yo fuese productor, se la encargaría al rumano Cristian Mungiu que no solo la dirigiría sino que escribiría el guion a cuatro manos con el propio Cărtărescu (ahora me pregunto si se conocerán en persona y ya lo habrán hablado); la inquietante novela distópica París 2041 (Ezequiel Szafir, 2015) la podría dirigir de forma excepcional Olivier Assayas; La bibliotecaria de Auschwitz (Antonio G. Iturbe, 2012) la dirigiría con suma inteligencia el polaco Pawel Pawlikowski; Isabel Coixet adaptaría Déjalo, ya volveremos (Esther Bendahan, 2006); por supuesto, el director ideal para la gran novela No cantaremos en tierra de extraños (Ernesto Pérez Zúñiga, 2016) sería, sin duda, Benito Zambrano (cualquiera que vea su film Intemperie y luego lea la citada novela estará de acuerdo conmigo); Denis Villeneuve sería el adaptador de ciencia ficción perfecto para El mundo de cristal (James Ballard,1966); Darren Aronofsky haría una película muy sugerente con El elixir de la inmortalidad (Gabi Gleichmann, 2012); el turco Nuri Bilge Ceylan podría hacer una película excepcional con la novela Timandra (Theodor Kallifatides, 2018), dotada de una sensibilidad extraordinaria; imagino al excéntrico Leos Carax dirigiendo la adaptación de Locus solus (1914) de aún más excéntrico Raymond Roussel; tras ver Z, la ciudad perdida, pensé en seguida que James Gray sería el adaptador ideal de una de las mejores novelas norteamericanas de los últimos cincuenta años, Música acuática (Tom Coraghessan Boyle, 1981); si conociese en persona a Paul Thomas Anderson le propondría que dirigiese las adaptaciones de Las batallas perdidas (Eudora Welty, 1970), El quinto en discordia (Robertson Davies, 1970) o El legado de Humboldt (Saul Bellow, 1975), tres maravillas de la novelística en inglés de los años setenta que, incomprensiblemente, no han sido llevadas al cine…; en fin, el divertimento podría proseguirse ad infinitum y no se trata de aburrir al lector.
El juego está abierto —si viviese Guillermo Cabrera Infante, creo que le encantaría jugar a esto— y todos podemos leer e imaginar. Todos podemos jugar:
LITERATURA ESPAÑOLA
Domingo F. Sarmiento. Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas (1845)
Emilia Pardo Bazán. Vampiro (1901)
Pío Baroja. El árbol de la ciencia (1911)
Horacio Quiroga. La gallina degollada (en Cuentos de amor, de locura y de muerte, 1917)
Arturo Uslar Pietri. Las lanzas coloradas (1931)
Felisberto Hernández. Nadie encendía las lámparas (1946)
Jorge Luis Borges. El inmortal (en El Aleph 1949)
Rafael Sánchez-Ferlosio. El Jarama (1955)
Carlos Fuentes. La muerte de Artemio Cruz (1962)
Alejo Carpentier. El siglo de las luces (1962)
Julio Cortázar. Rayuela (1963)
Ramón J. Sender. El bandido adolescente (1965)
Octavio Paz. El mono gramático (1970)
Gonzalo Torrente Ballester. La saga/fuga de J.B (1972)
Miguel Delibes. El príncipe destronado (1973)
Abel Posse. Daimón (1978)
Manuel Mújica Láinez. El escarabajo (1982)
Manuel Vázquez Montalbán. La rosa de Alejandría (1984)
Eloy Tizón. Velocidad de los jardines (1992)
Terenci Moix. El amargo don de la belleza (1996)
Alejandro Jodorowsky. Albina y los hombres-perro (1999)
Ramón Pernas. Brumario (2000)
Antonio Muñoz-Molina. Sefarad (2000)
Yuri Herrera. Trabajos del reino (2003)
Hilario J. Rodríguez. Construyendo Babel (2004)
Eliseo Alberto. Esther en alguna parte (2005)
José Ovejero. Las vidas ajenas (2005)
Milagros Frías. La alambrada de Levi (2006)
Esther Bendahan. Déjalo, ya volveremos (2006)
Javier Marías. Los enamoramientos (2011)
Antonio G. Iturbe. La bibliotecaria de Auschwitz (2012)
Mario Cuenca Sandobal. Los hemisferios (2014)
Eduardo Halfon. Monasterio (2014)
Ezequiel Szafir. París 2041 (2015)
Manuel Mira Candel. El olivo que no ardió en Salónica (2015)
Lara Siscar. La vigilante del Louvre (2015).
Ernesto Pérez Zúñiga. No cantaremos en tierra de extraños (2016)
Pilar Adón. De bestias y aves (2022)
María López Villarquide. La danza de París (2024)
LITERATURA GALLEGA
Vicente Risco. O lobo da xente (El lobo de la gente) (1923)
Ramón Otero Pedrayo. Os caminos da vida (Los caminos de la vida) (1928)
Alfonso Daniel Rodríguez Castelao. Os dous de sempre (1934)
Ánxel Fole. Á lus do candil (La luz del candil) (1953)
Álvaro Cunqueiro. Merlín e familia i outras historias (1955)
Eduardo Blanco-Amor. Os biosbardos (Las musarañas) (cuentos, 1962).
Xosé Luís Méndez Ferrín. Amor de Artur (1982). En traducción castellana de 2009: Amor de Artur. Y nuevos cuentos con Tagen Ata a lo lejos: Familia de agrimensores, Calidad y dureza, Extinción de los contactos, Fría Hortensia.
Alfredo Conde. Xa vai o grifón no vento (1984)
LITERATURA PORTUGUESA
Clarice Lispector. Cerca del corazón salvaje (1944)
LITERATURA FRANCESA
Gérard de Nerval. Aurélia (1855)
Théophile Gautier. La muerta enamorada (1836)
Prosper Mérimée. La Vénus d’Ille (1837)
Honoré de Balzac. El elixir de la larga vida (1830)
Conde de Lautréamont (Isidore Lucien Ducasse). Los cantos de Maldoror (1868)
Auguste Villiers de L’Isle-Adam. Isis (1862)
Joris-Karl Huysmans. A contrapelo (1884)
Marcel Schwob. La cruzada de los niños (1896)
Jean Lorrain Un crimen desconocido. Relato de un bebedor de éter (1895)
Octave Mirbeau. El asesino de la rue Montaigne (1887)
Jules Barbey D’Aurevilly. Una página de historia (1889)
Jean Richepin. Los otros ojos (1891)
Remy de Gourmont. Pehor (1894)
Andre Gide. El inmoralista (1902)
Raymond Roussel. Locus solus (1914)
Julien Gracq. El mar de las Sirtes (1950)
Boris Vian (con pseudónimo: Vernon Sullivan). Vercoquin y el plancton (1946)
Eric Rohmer (nacido Maurice Henri Joseph Schérer, novela publicada con el pseudónimo de Gilbert Cordier). Elizabeth (1946)
Jean Giono. Un rey sin diversión (1946)
Marguerite Yourcenar. Memorias de Adriano (1951)
Albert Cohen. (Corfú, Imperio Otomano / Suiza) El libro de mi madre (1954)
Vintila Horia. (Rumanía) Dios ha nacido en el exilio (Diario de Ovidio en Tomis) (1960)
Marcel Jouhandeau. Tres crímenes rituales (1962)
Réjean Ducharme. (Canadá). La naríz equívoca (1967)
Georges Perec. La vida instrucciones de uso (1978)
Jean d’Ormesson. Historia del judío errante (1990)
Amin Malouf (Líbano-Francia). El viaje de Baldassare (2000)
Fred Vargas. (pseudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau) El Ejército Furioso (2011)
LITERATURA ITALIANA
Emilio Salgari. La costa de Marfil (1898)
Giovanni Verga. Cavalleria rusticana y otros cuentos sicilianos (1880-1883), incluye relatos de dos volúmenes: Vida de los campos (1880) y Relatos rústicos (1883)
Giovanni Papini. Un hombre acabado (1912)
Luigi Pirandello. Cuentos para un año (1922-1937)
Cesare Pavese. El diablo sobre las colinas (1949)
Italo Calvino. El barón rampante (1957)
Leonardo Sciascia. Los tíos de Sicilia (1958)
Umberto Eco. La isla del día de antes (1994)
LITERATURA RUMANA
Mircea Eliade. La novela del adolescente miope (1927)
Mihail Sebastian. (Iosif Hetcher). Mujeres (1932)
Ghérasim Luca (Salman Locker). El vampiro pasivo (1945)
Ana Blandiana (pseudónimo de Otilia Valeria Coman). Proyectos de pasado (1982)
Mircea Cărtărescu. Solenoide (2015)
LITERATURA INGLESA
Joseph Sheridan Le Fanu. El fantasma y el ensalmador (1838)
James Malcom Rymer. Varney, el vampiro o la fiesta de la sangre (1847)
Edward Bulwer-Lytton. La casa y el cerebro (1859)
Ambroce Bierce. Telarañas de una calavera vacía (1874)
Bram Stoker. Las almas gemelas (The Dualitists; or, The Death Doom of the Double Born, 1887)
Max Pemberton. Sazonados rubíes (1894) (incluido en Jewel Mysteries I Have Known)
Arthur Morrison. El asunto de la Avalanche Biciclye and Tire. Co. Limited (1897) (incluido en The Dorrington Deed-Box)
Guy Boothby. Los diamantes de la duquesa de Wiltshire (1897) (incluido en A Prince of Swindlers)
H.G. Wells. El nuevo acelerador (1901)
Mary Cholmondeley. Un inconveniente (1902)
W.W Jacobs. La pata de mono (1902)
Clifford Ashdown (pseudónimo de Richard Austin Freeman) y John Pitcairn. El rejuvenecedor asirio (1902) (incluido en The Adventures of Romney Pringle)
Mrs. L. T. Meade y Robert Eustace. Madame Sara (1903) (incluido en The Sorceress of the Strand)
Montague Rhodes James. El conde magnus (1904)
Francis Marion Crawford. Porque la sangre es la vida (1911)
Edward Frederick Benson. La habitación de la torre (1912)
Charles Rednikoff. Las aguas de Manhattan (1930)
Virginia Woolf. Las olas (1931)
Frank O’Connor. Huéspedes de la nación (1931)
Felipe Alfau (España) Locos. Una comedia de gestos (escrita en inglés en 1928: Locos: A Comedy of Gestures, Nueva York, 1936)
Raymond Chandler. Tristezas de Bay City (1938)
Truman Capote. Un árbol de noche (1949)
Marghanita Laski. La chaise-longue victoriana (1953)
William Golding. Martín el náufrago (1956)
Muriel Spark (Muriel Sarah Camberg). Las señoritas de escasos medios (1963)
John Kennedy Toole. La conjura de los necios (1962/1969)
James Graham Ballard. El mundo de cristal (1966)
Philip Roth. El mal de Portnoy (1969)
Eudora Welty. Las batallas perdidas (1970)
Robertson Davies. El quinto en discordia (1970)
Saul Bellow. El legado de Humboldt (1975)
William S. Burroughs. Ah Puch está aquí (1979)
Tom Coraghessan Boyle. Música acuática (1981)
J.R. Moehringer. El campeón ha vuelto (1997)
Cynthia Ozick. Los papeles de Puttermesser (1998)
Michael Chabon. Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (2000)
Mark Haddon. El curioso incidente del perro a medianoche (2003)
Jonathan Coe. La lluvia antes de caer (2007)
Andrew Kaufman. La esposa diminuta (2010)
Francisco Goldman. Di su nombre (2011)
James Salter. Todo lo que hay (2014)
Grame Macrae Burnet. Un plan sangriento. El caso Roderick Macrae (2015)
LITERATURA ALEMANA
Johann Ludwig Tieck. (Margraviato de Brandeburgo) No despertéis a los muertos (c. 1800).
Joseph von Eichendorff. (Prusia / Alta Silesia) Sortilegio de otoño (1808)
Robert Walser (Suiza). El ayudante (1908)
Stefan Zweig (Imperio Austro-húngaro/ Austria). Amok (1922)
Franz Kafka (Imperio Austro-húngaro / Checoslovaquia). Josefina la cantora o el pueblo de los ratones (1924)
Eduard Graf von Keyserling (Curlandia (Imperio Ruso)) Princesas (1917)
Herman Hesse (Alemania / Suiza). Demian (1919)
Joseph Roth. (Imperio Austro-húngaro) Confesión de un asesino (1936)
Leo Perutz. De noche, bajo el puente de piedra (1953)
Thomas Bernhard (Austria). Corrección (1975)
Ferdinand von Schirach. (RFA / Alemania) Culpa (2010), incluye quince relatos: Fiestas, ADN, Los iluminados, Niños, Anatomía, El otro, El maletín, Anhelo, Nieve, La llave, Soledad, Justicia, Compensación, Familia y Secretos.
LITERATURA NORUEGA
Gabi Gleichmann (Hungría-Suecia). El elixir de la inmortalidad (2012)
LITERATURA YÍDISH
Rabí Najmán de Breslov. (Imperio Ruso, act. Ucrania) Cuentos fantásticos (1816), póstumos.
David Bergelson. Al final de todo (1913).
Israel Yehoshua Singer. La familia Karnowsky (1943)
Isaac Bashevis Singer. Una ventana al mundo y otros relatos (Job and Other Stories, 1972)
LITERATURA HOLANDESA
Harry Mulisch. El procedimiento (1998)
LITERATURA GRIEGA
Theodor Kallifatides (Grecia-Suecia). Timandra (2021)
LITERATURA RUSA
Vsévolod Mijáilovich Garshín. (Ucrania, Imperio Ruso) La flor roja (1883)
Andréi Bieli (seudónimo de Boris Nikoláievich Bugáiev). Yo, Kótik Letáiev (1916)
Sigismund Krzyzanowski (en español, Yiyanovski). (Ucrania (Imperio Ruso) / URSS) Autobiografía de un cadáver (1925)
Mijaíl Bulgákov. (Ucrania (Imperio Ruso) / URSS) Salmo (1923)
Arkadi y Borís Strugatski. (URSS / Rusia) El lunes empieza el sábado (1965)
LITERATURA POLACA
Bruno Schulz. Las tiendas de color canela (1934)
Witold Gombrowicz. Cosmos (1965)
Stanisław Lem. La investigación (1959)
Bogdan Wojdowski. Pan para los muertos (1975)
Marek Bieńczyk. Tworki (El manicomio) (1999)
LITERATURA CHECA
Jiří Weil. Vida con estrella (1947)
Arnošt Lustig. Una oración por Kateřina Horovitzová (1964)
Milan Kundera. La inmortalidad (1989)
Jirí Kratochvil. La promesa de Kamil Modrácek (2009)
LITERATURA SERBOCROATA
Milorad Pavić. Diccionario jázaro (1984)
Vladan Matijević. Las aventuras de Mimí Akcentijević (2004)
LITERATURA BÚLGARA
Angel Wagenstein. El pentateuco de Isaac (1998)
LITERATURA HÚNGARA
Miklós Bánffy. Trilogía Transilvana, consta de tres títulos: Los días contados (1934), Las almas juzgadas (1937) y El reino dividido (1940)
János Székely (seudónimos: John Penn o Hans Szekely). Tentación (1940)
LITERATURA HEBREA
Amos Oz (Israel) La colina del mal consejo (1976)
Aharon Appelfeld (Rumanía-Israel) Katerina (1989)
Margalit Matitiahu. (Israel) La duda (2011), incluye siete cuentos
Abraham B. Yehoshua (Israel) La figurante (2014)









Comentarle al autor de esta ensalada de cineastas, escritores, películas, novelas y relatos -hombre de extensísima, casi interminable bibliografía y, al parecer, fanático irredento de las listas-, que hay unas cuantas adaptaciones portuguesas de El primo Basilio, que Madame Bovary la llevaron al cine Jean Renoir, Vincente Minnelli y Claude Chabrol, que hay un Amok francés protagonizado por Fanny Ardant, que no está mal traído lo de Carpentier adaptado por Ripstein y Perec por Polanski, que probablemente Sorogoyen haría un bodrio cinematográfico con el bodrio literario de Aldón (lo cual no dejaría de ser un ejemplo de coherencia), que La ciudad perdida de James Gray es una de las peores películas norteamericanas de aventuras de los últimos cincuenta años, que, curiosamente, El bandido adolescente de Ramón J. Sender tiene muchas cosas en común con la posterior Pat Garrett and Billy the Kid de Peckinpah, que Mérimée le queda muy grande a Álex de la Iglesia, y que, por favor, no le dé ideas a David Trueba para perpetrar un nuevo engendro cinematográfico (¡y de seis largometrajes!), basado, además, en una novela de Muñoz Molina (con el Plenilunio de Imanol Uribe los cinéfilos de bien ya tuvimos más que suficiente).
“La Muerte Enamorada” creo que ya fue adaptada al cine en una película taquillera de Hollywood titulada en español como “?Conoces a Joe Black?”.
También me anoto en esa lista de novelas que quiero ver adaptadas al cine con la novela “Suicidio Bananero” (2023), cuyo protagonista es un cineasta costromero acusado de plagiario por adaptar una famosa novela de un más famoso novelista mexicano, mintiendo sobre el guión de su exitosa película “Noches de Infamia” que falsamente dijo que contó con un “guión original” y en verdad era un guión adaptado, muy fielmente, al texto de la novela plagiada.
Ésta es la nota de prensa de la novela “Suicidio Bananero”, que publiqué en el año 2023 en Amazon:
“SUICIDIO BANANERO”
LA NOVELA DEL HISPANOAMERICANO MARIO RAIMUNDO CAIMACÁN QUE EXPLICA EL FENÓMENO DE LAS “CARAVANAS DEL HAMBRE” DE EMIGRANTES LATINOAMERICANOS RUMBO A ESTADOS UNIDOS, LA DESPIADADA REACCIÓN RACISTA ANTE LA AVALANCHA DE INMIGRANTES “LATINOS” Y EL COLOSAL FRACASO DE MUCHOS PAÍSES HISPANOAMERICANOS SUMIDOS EN DICTADURAS ANACRÓNICAS, EN LA CORRUPCIÓN POLÍTICA, LA VIOLENCIA DEL CRIMEN ORGANIZADO
O EN LA ANARQUÍA, Y SIEMPRE EN LA POBREZA HAMBREADORA,
COMO CUBA, NICARAGUA, VENEZUELA Y HAITÍ, LOS CASOS MÁS EMBLEMÁTICOS, SIN OLVIDAR AL MÉXICO DE LOS CARTELES DEL NARCOTRÁFICO.
“SUICIDIO BANANERO” UNA FICCIÓN PARA ENTENDER LA REALIDAD DE AMÉRICA LATINA
¿PURA FICCIÓN O NOVELA EN CLAVE?
El inesperado y forzado suicidio del cineasta Ramón Cardonal ¿Héroe, pícaro o villano? Tachado de plagiario por “Noches de Infamia”, su película consagratoria, nos acerca a la realidad delirante de un país que simboliza los peores males de América Latina, un país en desintegración, porque la ignorancia generalizada, la inexistencia de un liderazgo político y la corrupción hecha sistema, lo llevó al suicidio político en una región, América Latina, históricamente caracterizada por su arcaica irracionalidad, su primitivismo político, por sufrir dictaduras de todo tipo, gobernantes demagogos, incapaces, improvisados, corruptos o ignorantes, populismos empobrecedores, donde las leyes son quimeras y el robo a saco del Tesoro Público es la más extendida tradición; y por tales males y verdades, muchas repúblicas latinoamericanas son solo “repúblicas bananeras”. Y en la imaginaria Costromo, en una marcha de la locura, al abismo, decidieron suicidarse. Suicidio colectivo decidido con insensatez, como tripulantes de una gigantesca Nave de los Necios, por las mayorías ignorantes y analfabetas, manipuladas en su pobreza material, moral y cognitiva por inescrupulosos políticos, mercenarios propagandistas, falsos intelectuales y codiciosos empresarios dueños de poderosos medios de comunicación, y las minorías de pretenciosos analfabetas funcionales, pretendida “élite intelectual”, ignorante legión de charlatanes, oportunistas, adulantes, mercenarios y alfombra de los esbirros triunfantes, los sepultureros de la suicida República Bananera de Costromo, que a todas sus desgracias sumó la inexistencia de Fuerzas Militares para impedir que el país cayera bajo el ignominioso control de agentes extranjeros -como el mismo Dictador Supremo, Eterno, Perpetuo y Vitalicio de Costromo, el Generalísimo Ramón Correlón- porque su evolución histórica borró a los militares, sustituidos, por voluntad de un perverso tirano, por Los Macheteros, creados a su imagen y semejanza, una plaga de esbirros uniformados perpetradores de los peores delitos, pretendida fuerza policial para el control del orden público interno y realmente viles tarados morales, más nefastos que sus serviles amanuenses. Y de éstos malignos parásitos sociales nació la terrible tragedia de la traición. Esto explica el título de la novela, que explora con sinceridad las contradicciones, las oscuridades, las manchas y los escasos aciertos de un eterno inconforme, de un cineasta, un artista, un intelectual, un hombre de la cultura, pública e interesadamente al servicio del tirano de turno y su régimen de oprobio; y secreto conspirador, activo opositor clandestino, sumergido en sus graves contradicciones, conflictos, dudas, egoísmos y limitaciones e inmerso en una profunda crisis existencial; y la realidad vergonzosa de un país agonizante, que parece no tener otro futuro que la disolución, entre la bestial represión, la miseria generalizada, las hambrunas, la destrucción espiritual y material, el largo yugo de una tiranía bajo control extranjero y el masivo éxodo de sus pobladores a tierra ajena, millones de migrantes buscando ganar el amargo pan del destierro, nutriendo también las irrefutables pruebas de nuestros fracasos, las Marchas o Caravanas del Hambre, que pasan por el infernal Tapón del Darién rumbo a Estados Unidos, porque ya no existe una Ítaca a la que regresar, porque Costromo creyó en los cantos de sirena de unos falsos salvadores de la patria, quienes siempre pensaron en saquearla, traicionarla y venderla. Costromo fue conquistado, subyugado y vive un vertiginoso proceso de destrucción, su propia vorágine, no por perder una guerra en los campos de batalla ante un ejército enemigo, como Persépolis, Cartago, Numancia o Palmira, sino por el triunfo de la traición de sus hijos más desnaturalizados, viles y criminales, sus peores enemigos: Los Macheteros.
¿Todo es ficción, imaginación, pesadillas? ¿O es una novela en clave? ¿Costromo existe realmente? ¿Dónde? ¿Existen Los Macheteros? ¿Existió Ramón Cardonal? ¿Existe realmente el Generalísimo Ramón Correlón?
La novela “SUICIDIO BANANERO” del cervantista hispanoamericano Mario Raimundo Caimacán está disponible en Amazon en versión impresa (libro físico) y en versión electrónica (EBOOK).
SUICIDIO BANANERO: Una novela inspirada en crudas verdades.
Lea SUICIDIO BANANERO, la gran novela del cervantista hispanoamericano Mario Raimundo Caimacán está en Amazon.
“La Muerte de Artemio Cruz” (1962) del gran escritor mexicano Carlos Fuentes ya fue adaptada al cine en el año 2011 por un cineasta venezolano ya fallecido, “cuyo nombre no quiero recordar”, creo que fue su mejor película (la mayoría eran mediocres por sus malos guiones, a veces panfletarios, a veces puro amarillismo) y sí no me falla la memoria, le cambió el nombre y la títuló “Días de Poder”, sin darle ningún crédito al autor de la novela que adaptó, quizás porque se publicitó que esa película tenía un “guión original” supuestamente “escrito y archivado” en 1960, 2 años antes de la publicación de la novela que adaptó. Éstas cuentas mágicas solo están sustentadas en “la palabra sagrada” del escatológico cineasta.
Ya que usted es un erudito del Arte Cinematográfico ?Por qué no elabora una lista de las películas con guiones para manipular la Historia? Podría encabezarla con las sopotocientas “Rambos”, en las que un “victorioso” soldado de Estados Unidos, que participó en esa desastrosa guerra que avergonzó al pueblo de ese país por todas las atrocidades cometidas contra civiles vietnamitas, ahora es un ejemplo de “Guerrero Invencible”, aunque Estados Unidos fue derrotado militar y moralmente, en una guerra injustificada en la que se metió para defender los intereses de Francia y darle un jugoso negocio a los fabricantes de armas y ejecutar un plan de control demográfico de las minorías negra y latinoamericanas (portorriqueños incluídos) en Estados Unidos, cuya participación porcentual en las tropas reclutadas sobreexcedió su representación en la población total de Estados Unidos. En el cine, “Rambo” siempre sale victorioso y le da una paliza a todos, aunque en realidad los soldados de Estados Unidos fueron derrotados en Vietnam y salieron con el rabo entre las piernas y manchados todos por los crímenes perpetrados contra los civiles vietnamitas. Otra película en esa lista es la que relata la heróica lucha de los gobernantes de Mónaco contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, aunque en realidad fueron más que colaboracionistas de la Alemania Nazi, fueron aliados para perseguir judíos y burlar las sanciones económicas de los países aliados contra Hitler para servirle de plataforma bancaria, financiera y de comercio exterior. Y para cerrar con broche de oro, le propongo las sopotocientas películas que retratan al ex presidente Kennedy como enemigo de la participación de su país en la Guerra de Vietnam (hasta las disparatadas que sostienen la tesis de ser asesinado porque “sacaría a Estados Unidos de la Guerra de Vietnam”) aunque fue él quien ordenó incrementar el número de tropas de su país bajo el disfraz, de ser “asesores e instructores militares”, aunque eran, la mayoría, soldados rasos, reclutados, con remuneraciones de soldados rasos, como puede comprobarse en los archivos y nóminas de pago de la Secretaría (Ministerio) de Defensa de Estados Unidos. Y sí le parece aburrido el tema, puede olvidarlo y escribir una reseña de la primera película que adaptó el relato “Los Asesinos de JFK”.
También sería muy interesante una reseña suya sobre la película de ciencia-ficción “Capricornio 1” de 1977 sobre una farsa de la NASA para ocultar el fracaso de la primera misión tripulada a Marte, que muchos interpretaron como una referencia a las misiones Apolo 11 y siguientes, sobre los viajes tripulados a la Luna, que levantó tantas polémicas, que se reeditan hoy por las proyectadas Misiones Artemis para el regreso del hombre a la Luna, que han sufrido tantos retrasos en la preparación del cohete y los trajes especiales de los astronautas, porque no es igual enviar naves no tripuladas al espacio, puras máquinas, que seres humanos y ahora parece que la NASA está iniciando de cero ?Acaso olvidaron cómo construir el cohete Saturno V y los trajes espaciales del Apolo 11? ?No tienen esa información archivada? ?No tienen los planos y las especificaciones técnicas? ?La Nasa sufre amnesia total? Quizás vale la pena que adapten al cine el inquietante relato “Misión Artemisa: La Confesión de los Ilusionistas”.
Quiera Dios y la Virgen que a los cineastas del mundo, y especialmente a los infantilizados de Hollywood, se les ocurra persistir en adaptar al cine obras literarias, como está de moda con La Odisea del inmortal Homero, Príncipe de los Poetas, porque muchos “realizadores” están repetitivos hasta el aburrimiento y el hastío con la estupidez de los zombis y los superhéroes infantiles. Ante la crisis de guiones originales allí están las joyas de la Literatura y la realidad delirante de los tiempos que vivimos: ?A los guionistas de cine no les provoca el tema de “El Estanco de la Mariguana” con el monopolio público creado en la República Oriental del Uruguay, imitando al Imperio Británico que libró dos “Guerras del Opio” contra la China Imperial en el siglo 19 para convertirse en el primer Estado Narcotraficante de la Historia Moderna?
?Tampoco les interesa la historia verídica de tres “revolucionarios” hispanoamericanos (un colombiano, un venezolano y un peruano) quienes durante la Guerra Fría viajaron a Moscú para recibír en efectivo (divisas: dólares americanos, libras esterlinas, marcos alemanes y francos suizos) una fortuna millonaria para financiar las guerras de guerrillas en Sudamérica y “extrañamente” no resistieron la tentación capitalista después de ver el Socialismo Real de la Nomenklatura soviética y se robaron todos los reales, se pasaron al enemigo capitalista como soplones protegidos de los servicios de inteligencia y vivieron en Inglaterra felices y contentos hasta morir de viejos? La realidad o la ficción de la Literatura es mejor que las babiecadas de los “muertos vivientes” y l a última “Super Lombriz Mutante”.
También pueden adaptar al cine la historia verídica del llamado “El Vuelo de los Caníbales” , acontecida en Costromo, cuando un equipo deportivo de Béisbol Amateur de una carísima Universidad privada contrató un “vuelo chárter” a la Fuerza Aérea de Costromo para que los llevara a una ciudad andina de una vecina república sudamericana, para participar en un campeonato internacional de Béisbol Amateur y los aviadores militares, que organizaron una especie de línea aérea privada para ganarse un dinero extra a sus precarios sueldos como empleados públicos sin mucho oficio (Costromo jamás participó en una batalla aérea), decidieron, para ahorrar combustible y maximizar las ganancias a repartir entre los generales y los aviadores, que no era necesario volar a 7 mil 100 metros de altitud (el Aconcagua tiene casi 7 mil metros de altura) y volaron a menos de 6 mil 500 metros de altura, aunque el avión podía volar fácilmente hasta 10 mil metros de altitud (aunque a mayor altitud más consumo de combustible), y por ganarse “un dinerito extra”, se estrellaron en las montañas nevadas de los Andes, se murió un gentío y los que sobrevivieron hicieron de tripas corazón y forzados por la necesidad, regresaron a los tiempos primitivos de cavernícolas y pueblos caníbales, y comieron cadáveres humanos hasta que los rescataron. En la época del fatal, previsible y evitable “accidente” de aviación, en Costromo, rendido a la corrupción y el saqueo del Tesoro Público, no se censuró a los Generales del Aire responsables ni a los aviadores muertos, porque ya los Generales de Tierra habían pagado a unos herreros con ellos asociados, para destruir la escasa flota de unos modernos tanques de guerra importados de Europa y así repartirse el botín por una supuesta “modernización”; y los Almirantes del Mar dejaron hundir unas modernas fragatas misilísticas para forzar la compra de nuevos navíos de guerra a la República de Jauja y cobrar sus millonarias “comisiones”. Sin olvidar que en Costromo los “generales” viven como millonarios gracias a “las Imaginarias”, una tradición que se remonta a 1914, a la celebración de un gran desfile militar (los militares de Costromo nunca han participado en guerra alguna, solo saben desfilar, torturar y matar a civiles desarmados por oponerse a sus dictaduras), cuando el Dictador de turno pretendió asustar a los países vecinos y decidió multiplicar por diez el número de las tropas y al día siguiente ordenó al Ministerio de la Guerra y la Tortura que incluyera en el presupuesto de gastos a las tropas Imaginarias y se repartió con sus Generales los montos a pagar por sueldos y salarios, gastos de alimentación, gastos médicos, primas por hijos y antigüedad, ayudas sociales, aportes al seguro social, etcétera. En Costromo los Dictadores siempre quieren tener contentos a sus verdugos, torturadores, esbirros y carceleros.
También merece ser llevada al cine la novela contemporánea “Graco Babeuf en la América del siglo 21” con la satírica historia del espíritu del revolucionario francés, cuya obra (en especial “El Manifiesto de los Iguales”, 1794) plagió Karl Marx para redactar el Manifiesto Comunista (1848), reencarnado en un anónimo “american citizen” con el monumental error de no borrarle la memoria de su vida anterior. Así vemos a un reencarnado Babeuf negado a tomar Coca-Cola, a participar como borrego en el vacío “estilo de vida” de la sociedad americana, a trabajar como un autómata en una fábrica de insecticidas que amenaza extinguir a las abejas, a las avispas y a toda criatura que respire y horrorizado ante cada zarpazo a la democracia que el demagogo Donald Trump (un plutócrata que, en tiempos de mediocridad absoluta, saltó de hueca celebridad de la televisión a improvisado charlatán de la política, todo gracias a su gigantesca fortuna de magnate inmobiliario y a la decadencia y mediocridad intelectual de los partidos políticos) propina desde la Presidencia de Estados Unidos, que ganó por la falta de brújula moral del electorado, que votó por un reconocido demagogo violador de las leyes y con vocación dictatorial, en claro ejemplo de simpatía por la servidumbre voluntaria. “La Plutocracia triunfó”, concluye pesimista Babeuf, aunque en realidad la Plutocracia nunca fue derrotada y logra recordar su propia muerte en 1797, en París, bajo la cuchilla de la guillotina, negado a delatar a sus compañeros jacobinos de conspiración, porque sí conspiraron para establecer “la Dictadura de los Trabajadores” y evitar la contrarrevolución que restablecerá la esclavitud y la monarquía absoluta bajo el cetro del traidor General Napoleón Bonaparte.