Hormonas, metanfetaminas, esteroides o cocaína fueron algunos de los medicamentos que consumió Hitler, hipocondríaco y drogadicto, según El paciente A, un libro de Eric Frattini que indaga en la historia médica del Führer a través de los diarios de Theodor Morell, su médico de cabecera entre 1936 y 1945.
Frattini, corresponsal en Oriente Medio y autor de varias novelas y una treintena de ensayos, entre ellos cuatro sobre el nacionalsocialismo, se plantea en qué medida sus afecciones afectaron a la conducta del máximo responsable de la muerte de 17 millones de personas, incluidas seis millones de judíos y 220.000 gitanos europeos. Aunque era crítico con el uso de drogas, Frattini recuerda que el Tercer Reich toleraba las que podían ser beneficiosas para aumentar la fuerza, resistencia y eficiencia de las unidades de combate de la Wehrmacht, y que el propio Hitler consumió, como el Pervitin, una metanfetamina que causa cuadros de psicosis paranoide. El Pervitin se podía comprar sin receta en Alemania hasta 1941, cuando fue prohibido y se restringió su uso para soldados en zonas de combate.
Desde niño Hitler sufrió cólicos, diarreas y estreñimiento relacionados con estrés o crisis nerviosas y tuvo eccema, insomnio, depresión y ataques de pánico toda su vida, aunque estaba “neurológicamente sano”. Morell, que a partir de 1937 se convirtió en “su sombra”, lo trataba con un medicamento que resultó ser tóxico y le producía fuertes migrañas. Sus tratamientos provocaron gran recelo entre los médicos que le habían atendido antes y en el aparato de seguridad de Hitler. Todos coincidían en que los métodos de Morell eran “atrevidos, rechazados por falta de investigación y de gran peligro (…) debido a que la mayor parte de ellos provocarán una fuerte adicción”. Esos medicamentos incluyeron cocaína tópica, anfetaminas inyectadas, glucosa, testosterona, estradiol y corticosteroides. Además, le dieron un preparado a base de un limpiador de armas, un compuesto de estricnina y atropina, un extracto de vesículas seminales y numerosas vitaminas y “tónicos”.
El libro, editado por Espasa, explora también la relación de Hitler con las mujeres, desde su madre, que lo sobreprotegía, a Eva Braun y la adolescente Maria Reiter, así como los testimonios de algunas personas de su entorno que, una vez fallecido, afirmaron que era homosexual.


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