Foto de portada: Vanessa Montfort entre Jorge Eduardo Benavides y Marta Robles, en la presentación del Premio Primavera 2025.
Dos premios y cuatro mujeres. Este sería el resumen de las presentaciones de dos premios literarios importantes: el Azorín y el Primavera, que tuvieron lugar en Madrid durante dos días seguidos de abril, en unos animados actos con cóctel incluido (y en estos tiempos es digno de reseñarlo). Rosario Raro y Vanessa Montfort nos rescataron de la Historia, tan llena de olvidos, a dos mujeres excepcionales que pagaron un alto precio por ser mujeres y por su determinación de ir en contra del poder establecido: Emily Hobhouse, que se enfrentó al Imperio Británico durante la guerra de los bóers en Sudáfrica en el umbral del siglo XX, y Giulia Toffana, boticaria o química, que dedicó sus descubrimientos a salvar a las mujeres de sus crueles matrimonios en la Roma del siglo XVII, cuando ‘ser mujer era ser menos que nada’.
“No era la primera vez que Stefano Bracchi acudía al escenario de una misa negra. Vista una, vista todas, se había dicho a regañadientes y en latín solo unas horas antes, mientras su carruaje se abría paso a latigazos entre mendigos y rebaños de cabras hacia el lugar de la redada…” Así comienza La Toffana, novela galardonada con el Premio Primavera 2025. Su autora, Vanessa Montfort, que tuvo un enorme éxito con Mujeres que compran flores, ha dedicado más de quinientas páginas a contarnos la historia de Giulia Tofffana, que es considerada la primera asesina en serie de la historia, ya que indirectamente fue la responsable de más de 600 muertes de hombres. En realidad Giulia, hija de la alquimista Teophania D’Adamo, fue una científica que descubrió —no se sabe si fue ella o su madre— la fórmula de un líquido incoloro, inodoro e insípido, un veneno mortal que no dejaba huellas en el cuerpo. Este líquido, llamando el Agua Toffana, se lo suministraba a las mujeres de clase baja que querían deshacerse de sus viejos maridos, hartas ya de tantos abusos y sufrimientos.
La novela comienza con el viaje de Stefano Bracchi, un joven y profesional inquisidor del Santo Oficio, que será el encargado de interrogar a las tres mujeres que acaban de ser desalojadas del convento que las protegía: Giulia Toffana, que había jurado en su Palermo natal ayudar a las jóvenes mujeres obligadas a casarse, su hija Gironima, astróloga, y su amiga Giovanna, una antigua prostituta. Este largo interrogatorio, con recreaciones del pasado y dudas del propio inquisidor, son la base de esta compleja obra, una novela histórica de suspense judicial.
En la presentación de la novela, que tuvo lugar en el anfiteatro del Círculo de Bellas Artes, los invitados asistimos a una representación teatral de estas mujeres y el inquisidor en un sugerente decorado, mientras que a un lado del escenario, y en planos alternativos, Vanessa Montfort, la autora galardonada, hablaba con los presentadores, la periodista y escritora Marta Robles, y el escritor peruano Jorge Eduardo Benavides, autor de Los años inútiles, a quien está dedicada la obra premiada.

Las tres acusadas por el Santo Oficio con el inquisidor en la Roma del Siglo XVII, tal cual cuenta la novela de Vanessa Montfort

El escenario del Círculo de Bellas Artes de Madrid donde se presentó y representó La Toffana
Por cierto, el Aqua Tofana fue un líquido muy temido y el veneno favorito de las mujeres hasta el siglo XIX. Si buscamos en Amazon, nos sorprenderemos porque se nos vende Aqua Tofana, tal cual, pero quizás erremos la compra, ya que no se refiere a este preciado líquido, sino a una novela alemana y en alemán de Barbara Siwik, sobre el asesinato de una joven actriz. También existe otro novela titulada Acqua Toffana, de la brasileña Patricia Melo sobre asesinatos en serie.
Vanessa Montfort, sin embargo, ha ido más lejos: al origen histórico, a la madre del cordero, digamos. A la fuente de ese líquido que tanto aterrorizó a lo largo de los siglos, a la verdadera historia de esta mujer siciliana —asesina o justiciera— del siglo XVII. Y es tal el impacto o la seducción que le causó su descubrimiento que, antes que la novela, ya le dedicó una obra dramática —también publicada— titulada exactamente igual: La Toffana. Así que ya tenemos la versión escénica y la versión narrativa de este personaje tan apasionante para cualquier creador. Vanessa Montfort, no lo olvidemos, es narradora y dramaturga.
Hemos asistidos a casi todos los premios Primavera, y hemos de decir que los chicos de la editorial —probablemente las chicas— desatan aquí su imaginación y se esfuerzan por hacer, cada año, una presentación distinta, original y memorable. De hecho, puedo individualizar cada uno de los premios Primavera, un galardón de la editorial Espasa que, en colaboración con El Corte Inglés, se inició en 1997, un año antes que el Premio Alfaguara. Su primer ganador fue Rosa Montero con La hija del caníbal, presente en la fiesta, lo mismo que Antonio Soler, quien lo obtuvo dos años después con El nombre que ahora digo, y hoy miembro del jurado. Entre los galardonados se encuentran Lucía Etxebarria, Juan José Millás, Juan Manuel de Prada, Lorenzo Silva y Fernando Marías, quien lo obtuvo el el 2010 conTodo el amor y casi toda la muerte. Seguramente Vanessa Montfort se acordará mejor que nadie de la fiesta de presentación de aquel libro, y ahora, en la suya, echaría en falta al amigo querido y fallecido con quien compartió literaturas y tantos proyectos escénicos.
No fue un espectáculo, pero sí una fiesta literaria en el hotel Palace de Madrid, la presentación de La novia de la paz, que publica Planeta y ha obtenido el Premio Azorín, patrocinado por la Diputación de Alicante, con la asistencia, claro, de las autoridades alicantinas y autores del grupo editorial, como María Dueñas, de estreno con Por si un día volvemos, o Paloma Sánchez-Garnica, actual Premio Planeta por Victoria, que fue la encargada de presentar el acto, o más, bien, de mantener un ameno y provechoso diálogo con Rosario Raro, una escritora que ya destacó por su primera novela Volver a Canfranc, y se ha caracterizado por abordar con libertad y emoción temas importantes de la Historia o la historia cotidiana.
Aún nos acordamos de su segunda novela, La historia de una carta, en la que narra la aventura de una mujer, que ocasionalmente responde a las cartas del Consultorio de Elena Francis, y se entera —y decide investigar— los efectos de un fármaco que provoca deformaciones en los recién nacidos. En la novela es el telamón, pero en España se conoció —fue un suceso muy comentado— como la talidomida. Otro autor hubiera titulado la novela Los niños de la Talidomida, pero Rosario Raro se basa en datos o sucesos históricos que suele mezclar con la ficción y nuevos personajes. En sus novelas “históricas”, el substantivo siempre es la novela.

Paloma Sánchez-Garnica en charla con Rosario Raro, galardonada con el Premio Azorín de novela.

La escritora Rosario Raro firmando su novela ‘La novia de la paz’
Y eso es lo que sucede en La novia de la paz, una obra que nos recupera la figura de la inglesa Emily Hobhouse, una mujer que falleció hace casi un siglo (en 1926). Esta pacifista y activista humanitaria se dedicó a construir puentes de entendimiento y solidaridad en el mundo. Tuvo en contra al Imperio Británico —tan salvaje en el siglo XIX, ellos sí que tienen una verdadera leyenda negra—, y el propio Chamberlain, secretario de Estado para las Colonias, la vilipendió y llamó “solterona histérica” a Emily Hobhouse, quien, como delegada de la Fundación para Mujeres y Niños de Sudáfrica, visitó los campos de concentración de los refugiados durante la segunda guerra de los bóers, y allí quedó espantada por las condiciones en las que se encontraban las mujeres y los niños. Al mandar su informe a Inglaterra, la consideraron una traidora al Imperio británico.
Pero Emily Hobhouse es mucho más, tal como podemos leer en la novela de Rosario Raro, que ha rescatado este personaje de la Historia y nos lo muestra en primer plano, al tiempo que contemplamos aquella época, que nos puede parecer idílica si nos acordamos de Memorias de África (y la portada de la novela nos lo sugiere), pero que está llena de injusticias y barbaridades inconcebibles. Emily Hobhouse trató de luchar por todos aquellos desfavorecidos y, más adelante lo haría por las víctimas la Primera Guerra Mundial, de ahí el título del libro de “la novia de la paz”. La novela está narrada en primera persona por los diferentes personajes que la habitan, e incluso aparece Gahdy (muy distinto al que todos conocemos; le llamaban “Dandy”, nos recuerda Rosario Raro), quien coincidirá en Sudáfrica con nuestra Emily, quien nos cuenta —y así empieza la novela—:.“Por clamar contra las campañas del Imperio británico en África desde la única prensa que se atreve a imprimir mis palabras, la de The Manchester Guardian, han amenazado con rasgarme con una navaja mi himen de solterona histérica. Tal cual. Como si aún formara parte de mi anatomía…”.
Por fortuna, los tiempos están cambiando (un poco). Por de pronto, dos premios y cuatro mujeres. Hay un detalle que nos invita a pensar que cada vez se escribe más: al Azorín se presentaron, en la última edición, 643 originales, y al Primavera, 1.800, todo un récord. Y yo me preguntaba, me pregunté en el cóctel del hotel Palace, si un original como La voluntad, Pueblo o Antonio Azorín, hubiesen obtenido hoy el premio Azorín, galardón que se creó para perpetuar la memoria del escritor alicantino de la Generación del 98, y autor de una narrativa lírica y reflexiva.


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