A día de hoy en el Consulado de Syldavia en Barcelonnie, mediante su web, supera con creces las tres mil peticiones de los distintos documentos diplomáticos que llevamos a cabo, siendo alrededor de mil los documentos que finalmente se han llegado a gestionar y expedir.
En más de una ocasión tuve la sensación de que los peticionarios de dicha condición de exilio no estaban al día en temáticas geo-políticas ni lo habían estado nunca.
Es más, no lo olvidaré jamás. A las dos del mediodía de un lunes de marzo, estando mi mujer y yo dispuestos para irnos a comer, nos suena de pronto el timbre del Consulado. Me dispongo a abrir la puerta mientras mi mujer se cubría con su chaquetón, y al abrirla me encuentro con un señor acompañado de dos maletones considerables en plan baúles el cual venía a recoger su carta de nacionalidad (pagada de antemano) y que venía desde Madrid con la intención de hacernos la petición expresa de exilio y así quedarse instalado en territorio syldavo. ¡Joder, qué apuro! ¿Pero qué me está contando?
Sin dejarle entrar, mientras mi mujer buscaba en el archivo consular su documento diplomático, le tuve que explicar que estaba equivocado, que muy probablemente había oído sonar campanas, y se me ocurrió describirle que con toda seguridad se había confundido con un país veraz como Moldavia o la región rumana de Transilvania.
Finalmente, y dadas nuestras explicaciones, el buen hombre se resignó delante de la evidencia. Antes de marcharse le pregunté si había venido a Barcelona, aparte de para recoger su carta de nacionalidad, por temas laborales o algo similar, todo con la intención de ser correcto y educado, y me contestó que no, que solo había venido para poder tener otra nacionalidad y poderse acoger al exilio voluntario, pero que dada la situación se volvía en tren para Madrid. Le manifesté mi pesar por el malentendido y lo acompañé de vuelta al ascensor, ayudándole a trajinar con una de las maletas. Ese señor se llamaba Lesam y su nacionalidad era de Marruecos. Al cerrar la puerta mi mujer y yo nos quedamos mirando atónitos y ciertamente aturdidos. No esperábamos acontecimientos como el descrito y le comenté: “¡Hay algo que no hemos explicado bien o no hemos sabido transmitir!”.
Así y todo, nuestro fervor creativo y de divulgación no cesó. Seguimos con nuestra política de expansión consular y los comentarios de los peticionarios de documentos diplomáticos eran concluyentes. Acabábamos de salir de una situación pandémica ciertamente trágica, con el abatimiento que supuso a la ciudadanía, y las muestras de agradecimiento por generar ilusión al respetable fueron masivas.
Por otro lado, tuvimos la formidable ocurrencia de hacer llegar la Carta de Nacionalidad de Syldavia u otros documentos diplomáticos a distintas personalidades públicas, fueren del mundo teatral, político, periodístico, literario, ilustrativo, musical o de otros ámbitos.
En dicho abanico artístico se le hizo donación del DNI y la Carta de Nacionalidad al humorista Andreu Buenafuente, escenificando la entrega en un programa televisivo llamado Vosaltres mateixos emitido por TV3; al cantante del grupo musical La Unión, señor Rafa Sánchez; al Cónsul de Bélgica en Barcelona; a mi casi primo Arturo Pérez-Reverte, a Antonio Resines, etc.
Quisiera no pasar por alto la fantástica anécdota que nos ofreció una de las galardonadas con el documento de Carta de Nacionalidad. La Ilustradora, dibujante y caricaturista catalana Pilarín Bayes, que a sus 83 años todavía sigue cada día, lápiz en mano, practicando su labor creativa.
De cara al encuentro tintinesco llevado a cabo por 1001, Associació Catalana de Tintinaires en la ciudad de Vic, y siendo como fue la ilustradora del póster de dicho acontecimiento, tuvimos a bien regalarle el documento mencionado. Pasado dicho encuentro, y ya transcurridos unos doce días del mismo, nos llamó toda entusiasmada:
—¡Hola, Enric!
—¿Qué tal, Pilarín?
—Bien, gracias. Te llamo para explicarte lo que me ha pasado hace cuatro días.
—¡Ah!… ¿Qué te ha pasado, Pilarín?… Cuéntame.
—El lunes pasado tenía hora en la clínica oftalmológica en la que soy periódicamente atendida para ser intervenida de cataratas. Al llegar al mostrador de la recepción, la enfermera que le tocaba atenderme me pide el DNI para poderme acreditar. Me dispongo a sacar del bolso mi cartera y después de regirarla de arriba abajo constato que no llevo el documento requerido y así se lo hago saber a la señorita que me lo ha pedido. Sustituyendo el DNI, me pide si tengo el carnet de conducir, a lo que le contesto que a mi edad (83 años) ya no conduzco y que no lo tengo. Toda nerviosa, mirando y remirando mi capazo, de pronto me aparece el Carnet de Nacionalidad de Syldavia. Compruebo que aparezcan en él todos mis datos y se lo acerco todo, diciéndole: “Señorita, mire si este documento me puede acreditar”. La enfermera lo cogió, se lo miró y me dijo: “Señora Pilarín, deme un instante”. Y se lo llevó al interior de las consultas y boxes. Al cabo de unos minutos apareció con el documento en mano para confirmarme que el doctor que estaba dispuesto a operarme daba por buenos los datos que atesora en su interior y que por lo tanto mi persona quedaba acreditada para ser ingresada y posteriormente intervenida.
—¡Caramba, Pilarín! ¿Y cómo te encuentras? ¡Espero que bien! Me dejas de piedra al saber que un documento de Syldavia te haya servido para acreditarte de cara a ser intervenida quirúrgicamente.
—¡Sí, Enric! Por eso te llamo, para decirte que todo salió bien, y aunque todavía estoy a medio gas contacto contigo para agradecerte tu ofrecimiento en forma de documento consular y así constatar que a veces nuestras fantasías e ilusiones se pueden transformar en soluciones realizables. Enric, muchas gracias por tu generosidad con el deseo de salud para todos los syldavos de bien.
—¡Muchas gracias, Pilarín! Salud también para todos los tuyos.
Sorprendente, ¿no? Pues nada, recordando con nostalgia muchas anécdotas, unas más simpáticas que otras y algunas ciertamente crueles para quien las padece…
¡Por suerte, siempre nos quedará Tintín!




Genial la nueva carta.
Cuantas curiosidades y anécdotas Enric sobre este maravilloso mundo.
Esperando ansiosamente la siguiente.
Abrazos.
En cualquier momento empiezo a parir otra entrega !!! Un abrazo.
Hace unos años, después de compartir una comida “milrayesca” contigo, me quedaron muy claras las muy agradables dotes de comunicación que posees y que con estos artículos pones de manifiesto. Espero que sigas deleitándonos por mucho tiempo con tu experiencia “syldaviana” (No se si D. Arturo aceptará este palabro).
Saludos,
Así lo espero y deseo, Miguel.
Un abrazo, desde Syldavia.
Genial, Enric, me ha encantado. Qué humanas y simpáticas anécdotas, curiosas, alegres y divertidas. Tal como concluyes siempre nos quedará Tintín, y quedándonos él grande es el tesoro que tenemos. GRACIAS.