En el poco bonito panorama de exhibición que se nos está quedando pocos repararán en la existencia de Blindado, un thriller de los denominados “asfixiantes” en virtud de su premisa y (casi) único escenario, el lujoso todoterreno en el que queda encerrado un delincuente común tras un intento de robo, y que en realidad es una compleja trampa tendida por un esquivo personaje del que, al igual que en Última llamada, de Joel Schumacher, inicialmente solo conoceremos la voz (Anthony Hopkins en VO). Las reservas a esta indisimulada serie B llegarán esta vez por partida doble, dado que Blindado es un remake de un original argentino obra de Mariano Cohn y Gaston Duprat, dupla creadora de la conocida serie El encargado (Disney+) y otras comedias incómodas como El hombre de al lado, lo que con toda seguridad llevará a comparaciones y al inevitable “la argentina era mejor”.
Y es una verdadera pena, una nueva palada de tierra en esa constante y extenuante labor de defensa del gigantesco opus de películas que existen y que nadie parece querer apreciar. Que films como Blindado se estrenen solo puede deberse a la voluntad de sus cineastas y la necesidad de alimento, y a que, efectivamente, hay un consumo e interés persistente que se asemeja al voto oculto de ciertos partidos que realmente se alimenta de cierta ambición artística: el limitado presupuesto del film, pese a tener dos estrellas como Bill Skarsgård y Anthony Hopkins en nómina, así como la presencia en el equipo de producción del mítico Sam Raimi, aquí entre más de una docena de productores debido al presumiblemente complejo esquema de producción del film, sin duda debería ayudar a impulsar Blindado en alguna ventana de exhibición al público, convirtiéndolo en una obra rentable pero virtualmente invisible de puertas para afuera.
Esta frustrada diatriba se debe a que Blindado está bien hecha. Es más, está muy bien. Asumiendo las limitaciones conceptuales, industriales e incluso artísticas del relato, autolimitado a lo que ocurre en el interior del lujoso vehículo eléctrico que es casi su único escenario, el film de Michael Yaroveski está bien filmado y se revela como una pesadilla urbana con sustanciosas reflexiones sobre equilibrio social, dilemas generacionales, redención y la eterna diferencia entre justicia y venganza decorando su carrusel de barbaridades. Sin conocer el film original argentino, 4×4, en el que se basa, Blindado ofrece imágenes e ideas bien orquestadas para, sin abandonar su faceta de thriller extremo (Yaroveski se reserva un par de instantes de gore que recuerdan a la exitosa El hijo, el film más importante de su currículum), transmitir esas nociones que, asumimos, provienen de la vocación de retratistas sociales de Duprat y Cohn: el pobre ladrón separado por una fina lámina de cristal del exterior, sin que absolutamente nadie repare en su presencia en el interior del coche; sus intentos de beber el agua que se almacena fuera de esa fina ventana insonorizada…
Elementos de tragedia existencial bien sacudidos y mezclados con el terror vengativo de la saga Saw, servidos por un Hannibal Lecter de tiempos tecnológicos interpretado por el mismo Anthony Hopkins que hizo las veces de caníbal. El británico, por supuesto, paladea cada socarrona línea pronunciada por vía telefónica, sabedor de que no necesita muchos minutos en pantalla para hacerse con el modesto largometraje y formular una nueva version del arquetipo de mad doctor del cine de terror (su personaje de El silencio de los corderos, al fin y al cabo, apenas aparecía unos 15 minutos en pantalla). El verdadero protagonista es Skarsgård, verdadera Pantera Rosa del disfraz, que tras su ya famoso mostacho en Nosferatu y bailar vestido de payaso en It, completa una dupla de interesantes films de género producidos por Raimi tras la (también) casi anónima pero notable Boy Meets World.
Al margen de su pertenencia al género, Blindado es un thriller bastante ameno que sabe graduar ingeniosamente sus recursos sin que esa metáfora social desaparezca, pero sin envenenarse de gravedad: hay algo del Cuento de Navidad de Dickens en esa enseñanza que el millonario trata de dar al ladrón, no exactamente la misma que el personaje marginal aprenderá, y de un absurdo kafkiano que a los españoles nos remitirá a la mítica La cabina, de Antonio Mercero, donde un desafortunado hombre común vivía un similar infierno existencial similar al ladrón de Blindado.



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