Alguien ha incendiado la fábrica de la familia Garay y, lejos de quedarse quieto, sus miembros han recurrido a un gánster retirado, Garrincha, para que descubra quién se esconde detrás de ese acto vandálico. A la investigación se sumará una periodista demasiado intrépida.
En este making of Juan Infante muestra los mimbres de Garrincha y su Beretta (Alrevés).
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Tras cinco novelas publicadas de noir, en mi cabeza surgió como una necesidad construir un protagonista fuerte, original, que empatice con el lector y que se salga de los esquemas habituales.
Todos ellos están en el lado de los “buenos”, pero también es habitual que el protagonista sea un malvado.
No es difícil acordarse del psiquiatra Hannibal Lecter en El silencio de los corderos, de Thomas Harris, o del sheriff Nick Corey en 1280 almas, de Jim Thompson.
En un lugar intermedio situaríamos a Tom Ripley, de Patricia Highsmith, personaje de un valor literario extraordinario, que es un amoral consagrado y un frío asesino, pero que consigue empatizar con el lector, de tal manera que este acaba queriendo que no lo pille la policía, ni que dos balas de un enemigo lo retiren de la circulación.
Con Tomás Garrincha quise crear un personaje que estuviera al margen de las fuerzas de la ley, perseguido por ellas, pero que su actuación, incluso en la comisión de actos violentos y delictivos, estuviera motivada por una causa justa o, cuando menos, razonable.
Se trataba de que el lector empatizara con Garrincha. Un gánster retirado, de 45 años, que ejerce de rentista en Olabeaga, un barrio de Bilbao.
Debe de ser el único rentista, pero tampoco desentona. Cae bien y, a pesar de los percances con la policía, le tienen aprecio, sin tener en cuenta el uso de su Beretta.
Hay quien dice que es un canalla que se carga a otros canallas que se lo merecen.
Mide 1,90, es delgado, desgarbado, y cuando se enfada dicen que se le dibuja un cuchillo en la mirada. Él dice que no se enfada tanto, aunque eso sí, está gastado por la vida, como sus vaqueros.
Los inspectores de la Ertzaintza, Sara Cohen y Miguel Fabretti, lo conocen bien y saben que está harto de cometer delitos, pero no tienen pruebas para pillarlo. El deseo, sobre todo de Sara, es conseguirlas y meterlo en prisión por lo menos veinte años.
El gánster de Olabeaga suele ser generoso con ellos y les entrega algunos casos resueltos para que se pongan todas las medallas.
En mi última novela, Garrincha y su Beretta, se incorpora una nueva protagonista, Bárbara Alberdi, joven periodista de 27 años, que trabaja en un importante periódico de Bilbao.
En mi mente estaba la idea de que el personaje recordara algo a Lisbeth Salander.
Bárbara es una mujer delgada, menuda, muy inteligente y, a la vez, con mucho arrojo y bastante inconsciente.
Es la que más sabe de cuantos asuntos turbios suceden en la Villa y en su camino se cruza con Garrincha, y ambos deciden unir sus fuerzas.
Bárbara se complica la vida, lo pasa mal, ella se lo ha buscado y no es fácil que salga bien parada de esta historia.
Con estos ingredientes y otros muchos, he ido construyendo mis novelas, que, aunque comparten protagonistas, son independientes y por lo tanto no es necesario leerlas en orden de aparición.
La trama de las novelas transcurre en el Gran Bilbao (Portugalete, Barakaldo, Santurce, Getxo y, sobre todo, Bilbao), con algunas “excursiones” a algunas ciudades europeas y españolas.
Garrincha vive en el barrio de Olabeaga, junto a la ría, a donde acude casi todos los días a pescar. Nunca pesca nada, pero está tranquilo y el sosiego que consigue con la caña le permite tener la mente más lúcida y sortear mejor los obstáculos a los que se enfrenta habitualmente.
Casi siempre va andando a todos los sitios y el lector puede disfrutar de un paisaje urbano muy atractivo.
Siempre he pensado en la gran importancia que ha tenido la ciudad en el género negro.
Maigret es París y el Sena; Sherlock Holmes, Londres; Pepe Carvalho, Barcelona; Philip Marlowe, Los Angeles; Sam Spade, San Francisco; y Mario Conde, la Habana… Los ejemplos son abrumadores y la relación ciudad-personaje consigue dar brillantez a ambos.
Salvando las distancias literarias, siempre he querido que Garrincha tuviera una identificación similar con Bilbao.
Bertolt Brecht visitó Bilbao en 1956 y afirmó que era la ciudad más hermosa de Europa. Entonces Bilbao era una ciudad sucia, descuidada, industrial, con las fábricas y los trabajadores en sus calles.
A Brecht eso le arrebató y sus elogios se entendieron perfectamente. Hoy Bilbao ha cambiado mucho y tiene poco que ver con aquella otra de 1956 que vio el escritor alemán, pero sigue siendo una ciudad espléndida para una trama noir.
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Autor: Juan Infante. Título: Garrincha y su Beretta. Editorial: Alrevés. Venta: Todos tus libros.
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