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2 poemas de Fabio Morábito

Fabio Morábito es un poeta, narrador y ensayista nacido en Alejandría, Egipto, en 1955. De padres italianos, vivió su infancia en Milán. A los quince años se trasladó a México, donde vive desde entonces. A pesar de ser su lengua materna el italiano, ha escrito toda su obra en español. Ha publicado fundamentalmente poesía y cuentos, es autor de libros de poemas como Lotes baldíos (fce, Premio Carlos Pellicer, 1985), De lunes todo el año (Premio Aguascalientes, Joaquín Mortiz, 1992), Alguien de lava (Era, 2002), Delante de un prado una vaca (Era, 2011; Visor 2014), A cada cual su cielo (Visor, 2021) o Canción segunda (Visor, 2024) También se han publicado antologías de su obra como Un náufrago jamás se seca (Gog & Magog, 2014) o Ventanas encendidas. Antología poética (Visor, 2012). También es autor de libros de cuentos como La vida ordenada (Tusquets, 2000; Eterna Cadencia, 2012), Madres y perros (Sexto Piso,2016) o La sombra del mamut (Sexto Piso, 2022). Otros libros de prosa suyos son El idioma materno (Sexto Piso, 2014), También Berlín se olvida El lector a domicilio (Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2018 y Premio Roger Caillois 2019). Ha publicado la novela Emilio, los chistes y la muerte (Anagrama, 2009) y otra, breve, para niños, Cuando las panteras no eran negras, que ganó el White Raven Prize en 1997 (Siruela, 1996; FCE, 2011). Ha traducido la poesía completa de Eugenio Montale (Galaxia Gutenberg, 2006) y el Aminta de Torquato Tasso (unam, 2001). Presentamos una selección de su obra poética.

***

Los columpios

Los columpios no son noticia,
son simples como un hueso
o como un horizonte,
funcionan con un cuerpo
y su manutención estriba
en una mano de pintura
cada tanto,
cada generación los pinta
de un color distinto
(para realzar su infancia)
pero los deja como son,
no se investigan nuevas formas
de columpios,
no hay competencias de columpios,
no se dan clases de columpio,
nadie se roba los columpios,
la radio no transmite rechinidos
de columpios,
cada generación los pinta
de un color distinto
para acordarse de ellos,
ellos que inician a los niños
en los paréntesis,
en la melancolía,
en la inutilidad de los esfuerzos
para ser distintos,
donde los niños queman
sus reservas de imposible,
sus últimas metamorfosis,
hasta que un día, sin una gota
de humedad, se bajan
del columpio
hacia sí mismos,
hacia su nombre propio
y verdadero, hacia
su muerte todavía lejana.

*** 

Mudanza

A fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejó en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.

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Danpier
Danpier
5 meses hace

No alquile casa, compre una y no ponga clavos

Walter Ricardo
4 meses hace

Fabio Morabito, genial voz para contarnos la nostalgia, la despedida y la extraña belleza del horror… como en La Lagartija.