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Ignacio del Valle: “Todo puede volver a suceder”

Ignacio del Valle: “Todo puede volver a suceder”

Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) es un escritor y periodista de gran versatilidad. Se trata de un novelista avezado, como ya demostró en su serie sobre Arturo Andrade y su novela histórica Coronado. Pero también ha cultivado el relato breve (como el reciente Diez personas que arden), incluso la poesía, con Explicaciones no pedidas, un libro de poemas poco habituales en el género.

Colabora en La Brújula de Asturias (Onda Cero) con su sección cultural Afinando los sentidos, y mantiene una columna semanal en El Comercio de Gijón. Asimismo se ha sentido atraído por el género periodístico de la entrevista.

Ahora publica un libro ambicioso, Hermann G. (Edhasa), sobre uno de los hombres más destacados del nazismo, el número 2 de Hitler, Hermann Göring. El libro se mueve entre la biografía y la novela, y promete resultar muy interesante para los lectores, por el tema y por el cuidado con el que ha sido documentado y escrito.

***

—¿Por qué elegiste a este personaje como tema de tu nuevo libro?

"Para contar la historia de Hermann Göring necesitaba un punto de vista nuevo, y una estructura muy elástica, ochenta capítulos cortos, que, siendo estricto con los hechos, me permitieran ciertas licencias novelísticas"

—Ciertamente, es un asesino, un personaje sin escrúpulos, pero desde el punto de vista literario, es oro molido. Siempre salía en las documentaciones de mi serie sobre Arturo Andrade (El tiempo de los emperadores extraños, Los demonios de Berlín, Los días sin ayer…), y siempre pensaba que tenía que hacer algo, hasta que lo hice. El segundo hombre del III Reich, piloto de combate con el Barón Rojo en la Primera Guerra Mundial, creador de la Luftwaffe, de la Gestapo, que organiza el Plan Cuatrienal para mantener a Alemania en la guerra, firmante de la Solución Final, morfinómano irredento, el mayor ladrón del arte del siglo XX…

—¿En qué medida tu libro es novela y en qué medida es biografía?

—Es un híbrido, mitad biografía novelada, mitad ensayo. Para contar la historia de Hermann Göring necesitaba un punto de vista nuevo, y una estructura muy elástica, ochenta capítulos cortos, que, siendo estricto con los hechos, me permitieran ciertas licencias novelísticas. Si a los hechos, que ya de por sí son delirantes, les inyectas un poco de poesía, el texto es mucho más llevadero, y la versatilidad de dicha estructura me hace posible tocar muchos palos, hacer muchas extrapolaciones.

Caza a reacción Me262, primero de la Historia, en activo en 1944.

—¿Dónde ves la ficción más presente en tu libro?

—Hay puntos ciegos en la Historia con mayúscula que el escritor puede rellenar con la imaginación. Los monólogos interiores de Göring, ciertas acciones en que puedes utilizar herramientas novelísticas, el desarrollo del Putsch, la muerte del Barón Rojo… Se trata de elegir el momento, que sea orgánico.

—¿Qué tipo de narración has utilizado para escribir el libro?

—Como te comentaba, es un híbrido: biografía, entrevistas, cartas, narración novelística, memoria, acción, extrapolación, exégesis, monólogos, conversaciones… Todo es bueno para el convento siempre que la historia avance con interés.

—Parece que te interesa mucho el tema de los nazis. ¿Por qué un tema tan doloroso para la Historia del mundo puede resultar tan interesante?

"Cuando tú ves los escritos de Göbbels, los discursos de Hitler, o su primer cohete V2, te das cuenta del poder que tuvieron, de su capacidad para hacer el mal"

—Porque se extraen lecciones esenciales, porque todo puede volver a suceder: los campos de exterminio, la guerra… Ya el mismo Primo Levi nos previno en su Trilogía de Auschwitz. Y en la actualidad, yo creo percibir el mismo caldo de cultivo que permitió que los nazis se hicieran con el poder: polarización, fragmentación, inflación, conspiranoia, inoperancia del sistema político… Está de moda decir que las democracias se destruyen desde dentro, pero esto ya le sucedió a la República de Weimar: Göring, como presidente del Reichstag, apadrinó el 23 de marzo de 1933 el Decreto de Habilitación. Los 441 votos a favor contra los 94 en contra aprueban plenos poderes para Hitler, retiran la facultad legislativa del Reichstag, y ahí se acaba todo hasta 1945.

—Llama la atención que en tan pocos años, ¿doce años?, tuvieran una presencia tan grande. ¿Por qué esto fue así?

—Su huella será milenaria, por muchos factores. El desarrollo tecnológico, la capacidad industrial para el exterminio de millones de personas, la estética nacionalsocialista, tan atractiva, su ideología delirante, la potencia de su propaganda, los planes para la construcción de la megalópolis Germania, el sanguinario Plan General del Este… Cuando tú ves los escritos de Göbbels, los discursos de Hitler, o su primer cohete V2, te das cuenta del poder que tuvieron, de su capacidad para hacer el mal.

Cohete V2.

—¿Este libro marca un antes y un después en tu obra?

—Todos los libros marcan un antes y un después en mi obra (risas). Intento que todos sean diferentes, explorar, experimentar, contar historias nuevas, para no aburrirme yo y, sobre todo, para no aburrir al lector.

—¿En qué medida éste es un libro importante en la obra de Ignacio del Valle?

—Creo que en este libro he tocado jazz, cuando lo canónico son barrocos cuartetos de cuerda.

—Tú has estado en Alemania, en Múnich, por ejemplo, documentando este libro. ¿Qué huella, o qué rastros has encontrado allí del tema de tu libro?

"Han hecho autocrítica, pero todavía pasarán muchas décadas hasta que puedan convivir sin culpa con lo que sucedió. Y, de todas formas, el baldón durará mil años"

—Es importante viajar a los lugares, dejarte impregnar por su energía, lo que los griegos denominaban el daimon. Te sitúa en el espacio, en el tiempo, te permite entender por qué colocan el Berghof donde está, el mecanismo de propaganda a través de las cervecerías de Múnich hasta llegar al Putsch, notar la energía negra del Führerbunker, experimentar el horror de Auschwitz o Dachau, etc…

—¿Fue interesante visitar Alemania a este respecto, o podrías haber escrito el libro sin visitar el país?

—Por poder, puedes escribir sin visitar los sitios, pero no es lo conveniente. No puedes entender el Holocausto sin visitar un campo de concentración.

—¿Qué crees que piensan los alemanes hoy en día de toda aquella época?

—Han hecho autocrítica, pero todavía pasarán muchas décadas hasta que puedan convivir sin culpa con lo que sucedió. Y, de todas formas, el baldón durará mil años; en ese sentido, los nazis tenían razón respecto a su imperio. La barbaridad de los campos de exterminio no tiene parangón en la historia, ni la dimensión de la Segunda Guerra.

—Como escritor, ¿cómo fue la experiencia de escribir el libro?

—Laboriosa, pero divertida, y creo que se notará en la lectura. Está muy documentado, pero utilizo la ironía, el humor, la crítica…

—¿Fue algo doloroso, debido al tema que trata?

—Hay momentos que son estremecedores, sí. Por ejemplo, cuando tienes que ver las imágenes de The Nazi Plan, todo lo que los Aliados grabaron durante la liberación de los campos. Yo me recuerdo viendo los documentales que se proyectaron durante los juicios de Núremberg, y diciendo a cada poco “joder, joder, joder”.

—¿Crees que la humanidad aprendió algo de todo aquello?

"Venerábamos la voluntad de las masas y su voluntad resultó ser la muerte y propia destrucción. Considerábamos que el capitalismo era un sistema anticuado y estábamos dispuestos a cambiarlo por una forma totalmente nueva de esclavitud"

—Más nos valdría haber tomado nota, pero recuerdo que volvimos a tener campos de concentración en los noventa, durante la guerra yugoslava. Y mira lo que está haciendo Putin. Parece que los sesenta millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial se hayan olvidado, que los seis millones de judíos cremados no tengan peso. Los políticos continúan usando las mismas once reglas que inventó Göbbels para su propaganda.

—¿Qué crees que aprendimos de aquella época, de los nazis y de la Segunda Guerra Mundial?

—El poder de la propaganda. Lo peligroso que es la mezcla de penuria económica y política extremista. Creo que Arthur Koestler lo resumió bien en sus memorias: “Luchábamos con palabras y no veíamos que las palabras familiares habían perdido todo sentido y apuntaban en direcciones opuestas. Decíamos «democracia», solemnemente, como rezando, y poco después la nación más grande de Europa votó, mediante métodos perfectamente democráticos, la entrega del poder a sus propios asesinos. Venerábamos la voluntad de las masas y su voluntad resultó ser la muerte y propia destrucción. Considerábamos que el capitalismo era un sistema anticuado y estábamos dispuestos a cambiarlo por una forma totalmente nueva de esclavitud. Predicábamos la amplitud de miras y la tolerancia, y el mal que toleramos desmoralizó nuestra civilización. El progreso social por el cual luchábamos se convirtió en un progreso hacia el campo de concentración; nuestro liberalismo nos hizo cómplices de los tiranos y los opresores; nuestro amor a la paz invitaba a la agresión y conducía a la guerra. Por lo menos teníamos una excusa: no sabíamos que vivíamos en una tormenta magnética, que nuestras brújulas verbales, que habían sido guías tan útiles en el pasado, se habían vuelto inútiles”.

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Mario Raimundo Caimacán
Mario Raimundo Caimacán
2 meses hace

Magnífica entrevista. Felicitaciones al entrevistado y al entrevistador.
Imagino que en la nueva novela sobre el terrible Hermann Göring nos contará sobre su infancia y relación con su padre médico, y entenderemos a plenitud el refrán “De tal palo tal astilla”, ya que ambos fueron racistas hasta el genocidio. El padre de Hermann Göring fue uno de los genocidas alemanes contra los pueblos Herero y Namas en la actual Namibia, durante los años 1904-1908 cuando era colonia alemana. Los campos de exterminio y los “experimentos médicos”, obras cumbres de “la superior cultura alemana” en Namibia en ésos tiempos de catástrofe y extravío moral, en los que participó activamente el padre del jerarca nazi, prueban la falsedad de esa enorme mentira, que la Alemania previa a Hitler era el país “más culto y avanzado de Europa”, al contrario:
Magnifico recordatorio de la Historia reciente de Occidente, porque la Alemania de Hitler, el “país más civilizado de la tierra”, fue una mentira generalizada: Alemania no era antes de Hitler (un austríaco) el país “más civilizado”, “culto”, o “avanzado” de Europa. Era un país muy racista en la racista Europa; carecía de tradición democrática, recién se unificó a fines del siglo XIX por la expansión hegemónica de Prusia, de tradición monárquica, autoritaria y militarista. Alemania conoció la República y la Democracia por un corto tiempo (14 años, 1919-1933, la “República de Weimar”) porque perdió la I Guerra Mundial. Fue el Ejército Expedicionario Alemán que cometió, por orden del Káiser Guillermo II, el Genocidio contra los Herero y Namas, en Namibia, 1904-1908, cuando mataron a más de 160 mil hombres, mujeres y niños indefensos, a tiros, quemados vivos, de hambre y sed, torturados, por “experimentos médicos” o por agotamiento en trabajos forzados, ya que los esclavizaron en los primeros
Campos de Exterminio que conoció la Humanidad. Y cuando protestó la opinión pública internacional (nunca la alemana) el Gobierno Alemán, por intermedio de sus altos cargos públicos, funcionarios diplomáticos y militares, dijo por escrito (y así consta en los documentos oficiales y en la prensa de la época, que deben estar archivados en las bibliotecas y archivos públicos) que a los negros africanos, y especialmente a los Hereros y Namas, no los protegían los Tratados de Ginebra ní el Derecho de Gentes porque “no eran Humanos” sino “Sub-Humanos”, los mismos argumentos que utilizaron Hitler y sus Nazis una generación después. A este Genocidio Alemán contra los Herero y Namas lo tienen casi olvidado, quizá porque tienen menos dolientes sus víctimas negras. “La culta y civilizada Alemania” produjo en 40 años 2 gobiernos distintos (el monárquico de Guillermo II y el totalitario de Hitler) pero unidos en su vocación racista y genocida. ¿Cuándo Alemania reconocerá genocida a Guillermo II? La República de Weimar fue una democracia impuesta a la Alemania derrotada por los aliados victoriosos, quizás por ello redactaron una Constitución que permitía restablecer la Monarquía con la excusa de “los poderes extraordinarios por causa de emergencia” y fue el instrumento de Hitler para implantar la terrible Dictadura Nazi. Al ser nuevamente derrotada, aplastada, ocupada y dividida Alemania en la Segunda Guerra Mundial por la victoria militar de Estados Unidos, Reino Unido y su Mancomunidad Británica y la extinta Unión Soviética, en la parte ocupada por los comunistas se impuso una dictadura comunista títere de Moscú que desapareció con la extinción de la Unión Soviética y fue unida a Alemania Federal, el estado democrático que organizaron los aliados victoriosos democráticos. Otra vez Alemania vive en democracia como resultado de su derrota militar. Pedimos a Dios que la mentalidad alemana se preserve siempre democrática y no triunfen jamás los neonazis, cuyo resurgir preocupa al mundo civilizado como nos preocupa el apoyo inercial al delirante Benjamín Netanyahu con sus políticas cuasi-nazis de exterminio contra el pueblo palestino.

Y lo más importante hoy: ?Hasta cuándo los miopes gobernantes alemanes continuarán apoyando al genocida Benjamín Netanyahu y compañía en su genocidio contra los árabes palestinos en la Franja de Gaza? ?Hasta cuándo continuarán repitiendo como loros el disparate de ser “Razón de Estado” su apoyo a la criminal política de Netanyahu de convertir la Franja de Gaza en un moderno gueto al estilo nazi para exterminar a los palestinos allí encerrados, privados de agua, alimentos, medicinas, electricidad y combustibles, para matarlos de hambre y de mengua, si logran sobrevivir a sus bombas, cañonazos, ametralladoras, granadas y fusiles?