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El desvelo de la España perfumada

El desvelo de la España perfumada

España siempre ha sido una nación bellamente perfumada, un país donde siempre ha reinado el buen olor. Agraciada con varios climas, azotada por el Cantábrico, rozada por el Atlántico y besada por el Mediterráneo, la colonia de este país es en gran medida su esencia.

En este making of Clara Buedo explica cómo escribió El perfume en España (Catarata).

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Madrid, 19 de mayo de 2025, 3:50 a.m. Es la segunda vez que me desvelo. Bebo agua a “bocallena”, como dicen en mi pueblo, abriendo bien las fauces, como si fuera una boa constrictor engullendo un caudal superlativo. Que impregne bien mis células cerebrales. Que agüe y liviane mis dudas. Acabo de entregar el manuscrito de El perfume en España, fuera de plazo, contrarreloj. ¿Y si he olvidado algún nombre? ¿Y si hay alguna errata? ¿Y si no he dedicado el espacio suficiente a quien se lo debía dedicar? Intento calmarme diciéndome que cada obra, cada escrito, tiene un tempo y una personalidad, los del autor influido por sus circunstancias. Inevitablemente se plasma entre los renglones, como un chivato implacable que “casca” más que lo que cada párrafo cuenta.

El perfume en España es uno de esos proyectos que emprendes por ser fiel a tus promesas. “Quiero escribir la trilogía del perfume”, me dije ufana a mí misma (y a los demás) cuando se publicó Historia del perfume, esa primera criatura que salió de mis entrañas y me dio más alegrías que angustias, pero había una pega: España y las Américas estaban tratadas casi “a vuelapluma”, para no hacer del ensayo una verdadera enciclopedia. Me dedico a esto, soy periodista de belleza, llevo escribiendo sobre perfumes media vida, viviendo en un país —España— con una sólida y prolija industria perfumista que creí conocer bien. Hasta que me puse a investigar.

"Casi ponen mi nombre a una de las salas de la Biblioteca Nacional, entre María Moliner y Cervantes, donde con rigor y puntualidad iba a repasar cada día las monografías seleccionadas"

Desconocía el paganismo ibérico y sus ritos perfumados. Eso me hizo volcarme de lleno en vestigios necrológicos y ajuares funerarios casi sin dar crédito de que esta España “de casulla y cíngulo” podía haber prendido inciensos y ofrendado flores a damas y diosas, exponentes de la fertilidad. Todavía no era consciente de todo lo que quedaba por abordar. La rica herencia andalusí, con sus tratados médicos y el florecimiento —nunca mejor dicho—, de las primeras aguas olorosas de base alcohólica, un crucial punto de inflexión en la industria del perfume. Y surgió en España. Consumí eones en desmentir mitos. Ni Avicena inventó el alambique, ni Catalina de Medici ingenió los guantes perfumados, ni la princesa de Nerola descubrió al mundo la magia del azahar. Se trataba de España. Ese país en el que vivo y trabajo. El antaño imperio que por no reconocer sus logros ha pasado a la historia con sus relatos velados, de hazañas y conquistas, y yo me erigí en Cid. Rompiendo una lanza por este país que vale más por lo que calla que por lo que cuenta.

Fueron días duros. Alzando mi primer café a las 4:00 a.m., dejando el equipo en pausa a las 9:00 p.m., sin paréntesis entremedias. Soplando esas candelas de aceite perfumado que en algún momento del pasado ibérico se prendieron como gesto cultual o cultural. Fumando más pitillos de la cuenta y olvidando que de vez en cuando había que comer. Me sumergí en tesis académicas, de esas que hacen hincapié en el recipiente, pero nunca en el contenido. Esto es España. Me desenvolví a duras penas con el castellano medieval intentando descifrar los inventarios de Isabel la Católica, una verdadera perfumeholic, por cierto. Casi ponen mi nombre a una de las salas de la Biblioteca Nacional, entre María Moliner y Cervantes, donde con rigor y puntualidad iba a repasar cada día las monografías seleccionadas, enseñando a los centinelas mis escasas pertenencias: un móvil y una libreta. Porque yo soy analógica. Y lo reivindico por doquier. Acumulé libretas y libretas, de tapa dura coriácea, un sucedáneo de Moleskine, que es donde mejor se escribe, con titulares manuscritos “Tomo I, II, III, IV…”. Perdí más tiempo en rellenar sus líneas que en teclear los apartados de este ensayo que, por el momento, me tiene más en desvelo que rebosante de júbilo.

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Autora: Clara Buedo. Título: El perfume en España. Editorial: Catarata. Venta: Todos tus libros.

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