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La narrativa es concreta

Si de algo me arrepiento después de haber leído El negro artificial y otros escritos, de Flannery O’Connor (1925-1964) (Ediciones Encuentro, 2019) es de no haber tomado más notas. Además, el ejemplar era de la biblioteca y no he podido trabajar sus márgenes. Y créanme, sin suficientes notas y sin nubarrones en los márgenes no sé escribir sobre libros.

¿Qué te puede interesar de este libro? Del prólogo, escrito por Guadalupe Arbona, profesora de Literatura Española de la Universidad Complutense de Madrid, las radiografías que hace de algunos relatos. Pero empiezo por el final, si me lo permiten, por su apéndice, porque he de reconocer la impresión que me ha causado comprobar que Flannery O’Connor y John Hawkes (1925-1998) se carteaban contándose trucos literarios. Subrayo a Hawkes porque me fascina su forma de escribir. Es un escritor posmoderno que decía que comenzó a escribir ficción asumiendo que «los verdaderos enemigos de la novela eran la trama, los personajes, el entorno y el tema, y que una vez abandonadas estas formas familiares de pensar sobre la ficción, la totalidad de la visión o estructura era realmente todo lo que quedaba». Fue autor de El caníbal, una obra que recomiendo ahora desde aquí (Libros del Silencio, 2012). Leer las cartas que Flannery O’Connor le enviaba a Hawkes me dieron que pensar, porque más antagónicos en la concepción de la literatura no podían ser. En una de ellas, O’Connor le contaba a Hawkes cómo creó a su personaje de “Partridge en fiestas”: «Lo divino es probablemente la suma de lo que a Singleton le falta y a la vez sugiere, pero para crearlo lo he mirado como otra instancia cómica de lo diabólico. Para ti a lo mejor lo diabólico es lo divino, pero yo soy una tomista “de terceras”, y vivo entre muchas distinciones (una tomista “de terceras” es aquella que no lee latín ni a Santo Tomás, pero lo recibe por ósmosis). Los espíritus caídos son espíritus y creo que el demonio nos enseña muchas de las lecciones que nos llevan al conocimiento de nosotros mismos».

"Ahora que media España escribe, este libro podría utilizarse como un ventajoso manual de escritura de la buena ficción"

Ahora que media España escribe, este libro podría utilizarse como un ventajoso manual de escritura de la buena ficción. Por un lado aúna los ejercicios prácticos, que son cada uno de los ocho relatos que se incluyen y por otro, la teoría sobre la que se apoyan dichos relatos y que se recoge, sobre todo, en el primero de los ensayos que se integran: “Naturaleza y finalidad de la narrativa”. Así, por ejemplo, si en el ensayo realiza afirmaciones tales como «el conocimiento humano empieza por los sentidos y el escritor atrae por los sentidos», podemos encontrar en cada uno de los relatos, en los ocho, ejemplos concretos que avalan esa afirmación: «Cuando se despertó el señor Head descubrió que la habitación estaba iluminada por la luz de la luna. Se sentó y miró fijamente las tablas del suelo color plata y después el terliz de su almohada, que parecía ser de brocado, y al momento vio la mitad de la luna a un metro de distancia en el espejo de afeitarse, parada, como si estuviera pidiendo permiso para entrar».

Flannery O’Connor es insistente en algo si quieres escribir bien, y lo demuestra en todos los relatos: no puedes atraer los sentidos del lector con abstracciones, y por eso muchos escritores fracasan; les resulta más fácil expresar una idea abstracta que describir un objeto que estamos viendo realmente; es más difícil porque, como concluye, «la narrativa es un arte de la encarnación», y por eso muchos novelistas están más preocupados por todo aquello que no son detalles, dando preferencia a las ideas abstractas y a las emociones. Y fracasan. La narrativa es concreta y va de lo humano, que debe ser siempre presentado al lector y nunca contado.

Desde luego que este ensayo es medular. El segundo, singular: “La Iglesia y el escritor de narrativa”. Sigamos con el primero. Pertenece a la tercera parte del libro, hemos señalado. Es un ensayo que vertebra lo que nos presentan los ocho relatos, radiografiados magníficamente por Guadalupe Arbona. Escribe: «Se necesita ser muy osada para poner en el centro de un relato a un preso fugado que asesina a toda una familia para averiguar si la vida vale la pena (“Un hombre bueno es difícil de encontrar”); o el arrojo que se requiere para pintar el orgullo de una granjera que, delante de una pocilga llena de cerdos, ve el final de los tiempos (“Revelación”); sin duda hay que ser muy valiente para poner la esperanza de un niño maltratado en las promesas de un predicador loco (“El río”), y exige mucha resolución el hacer descansar la identidad de un pobre diablo en el tatuaje que se hace en la espalda (“La espalda de Parker”); y algo más intrépida para reconciliar a un abuelo y un nieto ante la estatuilla rota y maltrecha de un negro artificial (“El negro artificial”)».

De entre todos ellos he de señalar los que considero mis favoritos: “El negro artificial”, “Un hombre bueno es difícil de encontrar”, “Revelación” y “La espalda de Parker”. Y lo son porque las historias que se narran son tan concretas por cómo se atienden a las personas y a los detalles concretos de sus vidas, “que hacen real el misterio de nuestra situación en la tierra”. De alguna manera, y aunque resulte cursi escribirlo, vibras y te emocionas bastante con ellos porque sus relatos tratan todo lo humano, y lo humano está hecho de polvo, por lo que hay que cubrirse de polvo cuando los escribimos.

"Los relatos que se presentan en esta edición son todos sobresalientes y aúnan diferentes niveles de la realidad exponiendo una situación o una imagen muy concreta, muy determinada, seleccionada"

Los relatos que se presentan en esta edición son todos sobresalientes y aúnan diferentes niveles de la realidad exponiendo una situación o una imagen muy concreta, muy determinada, seleccionada. Son historias tan llenas de significado que desde la primera frase con la que son construidos hasta la última, solo muestran experiencias y nunca abstracciones. No hago mención ahora del cómo útiliza Flannery O’Connor los diálogos, pero daría para otro artículo.

Las historias de Flannery se van desplegando ante nuestros ojos y delante de nuestra imaginación. No se nos cuenta nada, en realidad, sino que se nos desvela el significado de la historia conforme avanzamos y leemos los párrafos. Se percibe que cada frase, cada palabra, detalle y suceso han sido elegidos y organizados en el relato por una razón concreta.

No hay duda de que estas historias, y es una advertencia, una vez leídas, ocuparán un lugar preeminente en el palacio de nuestra memoria, sitio al que nuestra imaginación va a regresar, les aseguro, para recordarnos y así considerar que la actitud, por ejemplo, de una señora Turpin en la historia “Revelación” nos puede salvar el hoy, el real, el de ahora.

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Autor: Flannery O’Connor. Título: El negro artificial y otros escritos. Traducción: María José Sánchez Calero. Editorial: Encuentro. Venta: Todos tus libros

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