La rayuela de París. El Tánger de Chukri. El Manhattan de John Dos Passos. El blues de Tokio de Murakami. El Madrid de Juan Eduardo Zúñiga. La ciudad como personaje literario al que ir registrándole las sombras, las cicatrices, la memoria, las identidades de su identidad y sus fantasmas, como hace Sergio Vila-Sanjuán en Misterio en el Barrio Gótico, Premio Fernando Lara 2025. Una novela flâneur que conjuga, a través de su protagonista Víctor Balmoral, el Ulises, de Joyce y La gran belleza, de Sorrentino. Del primero escoge la humanidad, las frustraciones, la reflexión de Leopold Bloom sobre su madurez del yo, la pertenencia y la relación compleja con su mujer, que aquí es el padre. Y de la segunda, el paseo interior de Jep Gambardella, a quien también le gusta escuchar, por los secretos de la ciudad que albergan los edificios de los que ilumina su aura, y la autenticidad en un mundo obsesionado con la apariencia.
La trama es propia de la novela de género ya desde el comienzo. A este Marlowe, con problemas de incontinencia de próstata y que conversa con el espectro de un amigo del mundo canalla de los ochenta con talante watsoniano, le contratan la misión de encontrar a una adinerada y rebelde mujer de los años de la liberación sexual, desaparecida y sin indicios a los que seguirle el rastro. Un encargo que se entrecruza con el conveniente hallazgo, para la perfecta composición de un bodegón de intriga, de un cadáver al que resolverle la muerte y el ADN. Serán este imprevisto y unos inesperados anónimos crípticos que vinculan el pasado con el presente, a modo de acertijos, los que conducirán a Víctor Balmoral a un sugerente viaje dublinesco por el laberinto gótico de Barcelona.
El punto de partida de esta deliciosa narración de máscaras, principalmente las del barrio digno de una espléndida operación estética de la falsificación y de las huellas pespuntadas entre la realidad, las fabulaciones y los claroscuros de personajes históricos. Fernando de Aragón, Carlos V, el rey Martin el Humano, protagonistas de urdimbres en el límite de los posibles cambios de los cauces de la Historia, y también de las perspectivas de sus versiones, que tanto apasiona al escritor y de la que traza una didáctica y amena lección de episodios, sujetos a las misivas que le hacen llegar como migas de pan en su empeño de descifrar sus incógnitas, de los que orla sus recovecos, sus toisones, sus espadas, sus ajusticiados, sus ganadores. O lo que es lo mismo, la argamasa y la piedra de la Historia y sus actores.
No puede faltar en el universo plástico de la novela de intriga la presencia empoderada de personajes femeninos, determinantes en los veneros secundarios del tejido narrativo, como los interesantes retratos culturales que realiza de Isabel de Requesens, la napolitana, de Germana de Foix, de Regina Suelves o de Mariflor Juvellanelas, resueltas, hermosas, luchadoras y claves en sus diversos tableros de poder, unas veces políticos, otras de jerarquía de clase o de la economía administrativa. Pero el principal y versátil protagonista del libro es el reflejo de Barcelona en el espejo cóncavo del Barrio Gótico, con sus fachadas cicatrizadas por las esquirlas de las bombas italianas, sus palacios condotieros con obras de Barceló y de Warhol, sus instituciones culturales, sus callejones emboscados, sus plazas con ángel, ejemplos de un relato artificiosamente orquestado como identidad y de una visionaria gentrificación social para crear un maravilloso parque temático de la turistificación con solventes recreaciones arquitectónicas medievales, y el esplendor decadente del corazón del barrio que es la Real Academia de las Buenas Letras, fundada en 1729, y que custodia sillas frailunas, traducciones de Nínive, el espíritu de los caballeros del conocimiento y de la palabra, a los que el autor rinde homenaje de hermandad.
Uno de los aciertos de la estupenda novela de Sergio Vila-Sanjuán es su pericia para dibujarla con el trazo preferido de Umberto Eco a la hora de crear atrayentes espacios de Escher, junto con desapariciones, reliquias robadas, asesinatos y enigmas envolventes para el lector y que le permiten revisar lo que realmente le importa: los penumbrosos episodios de la Historia. Igual que lo es la naturalidad con la que conduce al lector a través de su conocimiento de los hechos históricos, y su capacidad de otorgarle vida al halo de los edificios que albergan dichos episodios y las atmósferas que contribuyen a conservarlos. Recuerda en la fluidez de su estilo educativo y a la vez literario al de aquel maravilloso programa de Antonio Gala para la RTVE, Si las piedras hablaran. Un logro que enriquece con su bagaje cultural para llevar la atención permanente del lector por las aportaciones del arquitecto Florensa, el cirujano de esa Barcelona maravillosamente maquillada, la figura de Frederic Marès y su salvaguarda coleccionista durante la Guerra Civil, por la del obispo mártir de la guerra civil y su leyenda de aparecido, por hacerle saborear la crema de tomate con helado de albahaca y disfrutar de referencias literarias en torno a Virginia Woolf o a Los Mares del Sur, de Vázquez Montalbán, que sirve de eco para la trama más propia del género detectivesco: la mujer que se borró de sí misma y de su familia.
No escatima el escritor, convertido en detective y comisario de exposiciones, colores de la literatura para iluminar su novela con toda la rica pluralidad de matices y tonos propios del argumento de intriga, en la que no faltan confidentes de la curia, sospechosos, leyendas de libreros asesinos, obituarios a contrapelo de la muerte, giros imprevistos y guiños a la actualidad política, con alcaldesas célebres en la época de los desahucios. Lo mismo que parodia y reflexiona sobre la amenaza de la jubilación de la experiencia periodística o el traslado al departamento de Breaking News, la simbología de Juan Eduardo Cirlot o el arte de la desaparición elegida de David Le Breton. Y por si fuese poco, coloca la aguja con gusto en el labio de los vinilos de Soulsister, de The Pretenders, de Gino Paoli, entre otras piezas con las que llevar con diversas temperaturas del ritmo esta historia de impostura intelectual y de venganza desclasada.
Su lectura flâneur, amena, con relámpagos de humor y salones de historias privadas, provocará que vuelvan los lectores de dentro y de fuera a mirar Barcelona con otros ojos, y a que esperen un nuevo caso de Balmoral, liberado ya de sus problemas de próstata, con su oficina particular con mesa es en la redacción de La Voz de Barcelona y escritorio en la Real Academia de las Buenas Letras.
Y mientras, si acuden al mediodía del dry Martini al Boadas, o a la hora en la que la tarde se afloja el nudo de la corbata se adentran en el Paraigua, es posible que en sus espejos modernistas entrevean por un instante a su cómplice fantasma con un Negroni, y a un sorbo del nuevo enigma de periodismo cultural de su buen amigo.
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Autor: Sergio Vila-Sanjuán. Título: Misterio en el Barrio Gótico. Editorial: Planeta. Venta: Todos tus libros.


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