Foto de portada: Catalina Bartolomé
Valeria Tentoni es una poeta y narradora nacida en Bahía Blanca, Argentina, en 1985. Publicó los libros de poesía Batalla sonora, Ajuar, Antitierra, Hologramas, Piedras preciosas, Pirámide y Emociones lentas, reunión de su poesía más reciente. Es autora de los libros de relatos El sistema del silencio y Furia diamante, y de los libros ilustrados Viaje al fondo del río, ¡Quién iba a decir!, Cabeza abajo y Dos trenes, un tren. Obtuvo el Primer Premio en el Concurso Latinoamericano de Cuento Marta Brunet de la Universidad de Chile en 2022. En 2023 publicó el libro de no ficción El color favorito. Dirigió proyectos como la Audioteca de poesía contemporánea y actualmente es editora de Eterna Cadencia Blog, desde donde también conduce el pódcast de entrevistas literarias Máquinas de escribir. Vive en Buenos Aires. Presentamos una selección de siete poemas de Pirámide (Libros del pez espiral, 2023).
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Por qué entro en las iglesias
Por el silencio, y contra nadie,
por el silencio húmedo de las iglesias
y sus mosaicos,
por lo que las iglesias le hacen a la luz,
cómo la dulcifican y la tiñen y la devuelven
al lugar del que proviene
por lo que esa luz, antes de irse,
transforma en las estatuas,
en las figuras esmaltadas
y sus manos perfectas
por la perfección, además,
de los confesionarios
en los que nunca me arrodillo
aunque las primeras muecas de la fe
como las del terror
jamás nos abandonen.
Porque en medio de la ciudad
y del ruido
hay silencio,
y porque el silencio es húmedo
y esmaltado
porque casi siempre estoy sola
en las iglesias
donde hasta las flores que se pudren
son hermosas
y porque no entro
con la mirada lacia
de los que van de visita.
***
Falso banano
Miren lo que hacen las hojas
de este falso banano
a mi derecha:
sus contorsiones,
sus espectáculos en las sombras,
¿es que nadie los advierte?
Largas uñas morenas
como avergonzadas
de aquello en lo que están
a punto de convertirse,
aquello
que pronto va a revelarlas
y no quisieran;
ahora más bien preferirían
no dárselo a nadie,
quedárselo
en una esquina del jardín
la más remota
la más serena
la esquina
por la que se escurre el agua
que ninguna de las demás plantas
se quiso quedar.
***
Madera que pudo haber sido fuego
Las cosas conquistan sus formas;
nubes bajas, muy lejos de donde estamos
un escape sigiloso
que las hormigas
habían estado planificando por siglos
y ejecutaron
como si se les acabara de ocurrir.
Ofreciste esos ojos
a las infinitas capas de distancia
que separan y unen el futuro
y el futuro miró hacia otro lado
pero sólo para mostrarte sus hilos.
***
Eclipse
Retiro la piedra
—la había hundido en la noche
con mi mano helada, la puse
en la pequeña mesa del balcón
para que reciba sus señales
pero ahora la retiro, leí
que no conviene, ni tampoco hacer celebraciones,
ni actuar como si nada, ni poner a cargar el tarot,
nadie conoce su verdadera edad,
cuán cerca está del día en que será menos joven que nunca.
Una noche en el morro
mientras los monos se colgaban entre sí,
también retiré de la noche
la suerte que había decidido
poner al servicio
de fuerzas mayores.
Titubea mi pulso débil;
es tarde para esas cosas y para todas
las que configuran un destino
se llega tarde del todo, siempre,
cuando no se ha llegado a tiempo,
pero la luna y sus mares
su robusta indiferencia
también tiemblan.
***
A dónde van los que no me invitaron
qué hay ahí y si es bueno o malo
quisiera ir también.
***
A veces hay que dejarse acariciar
como un perro dorado
bajo el sol dorado
en un día frío.
No tiene nada de malo
a veces
aceptar la piedad
nada de malo
y toda la humildad que requiere
cuando sean perro dorado
y la mano pese
sobre el final redondo
de su gran y huesuda
cabeza láctea
sabrán
de qué les estoy hablando.
***
Un sentimiento
se despega de mí
como una cáscara,
quedo suave y perfecta,
todo de cero.
Observo de cerca
encuentro la hendidura
por la que podría brotar
convertirme
otra vez
en hebras relucientes
que sigan su camino:
soy una semilla extraña
en la palma de una mano.
***
Detrás de un día hay otro
y dentro de un mismo día
como dentro de un turbante
espera la piedra verde
que cargué en Teotihuacán.
Yo, que había sufrido
por no alcanzar todavía la luna
recibo en secreto
su confidencia mineral:
los misterios
van empequeñeciéndose
majestuosamente.


Poesía luminosa, sacra y valiente.
La poesía tiñe el deseo como los vitraux de las iglesias con la luz del atardecer