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Otra vuelta de tuerca al imaginario rural

Otra vuelta de tuerca al imaginario rural

Ratones en la despensa, de Raquel Presumido, opera prima ficcional de esta asturleonesa —así se encuadra geográfica y sentimentalmente la autora—, se abre a los lectores como un inquietante repertorio de historias de muy diferente tenor, pero con varios denominadores comunes. Que en una despensa, corazón nutricio del hogar, campen roedores a sus anchas, causaría en cualquiera de nosotros, como poco, desasosiego o malestar. He aquí cómo, desde su portada, el propio título nos ofrece la clave interpretativa de esta magnífica colección de diecisiete relatos. La roedura insistente de los pequeños mamíferos sobre el más básico sustento es, a la vez, una imagen literal y figurada que subyace a la configuración de estos textos. Literal, porque todos ellos contienen escenas donde diversas circunstancias de la vida, incluso las más anodinas, fraguan escenas perturbadoras, impactantes. Figurada, porque en todos, también, acertamos a percibir un sentido ulterior donde, a las vicisitudes rutinarias de los protagonistas, se suma una zozobra existencial de mayor alcance.

Pero, por encima de todo, Ratones en la despensa es una aproximación caleidoscópica al mundo rural. Un rural fronterizo desde varias perspectivas. El epígrafe que portica las narraciones remite a Rodiezmo de la Tercia, pueblo de la montaña leonesa a escasos kilómetros del Principado asturiano. Parte de las raíces de Presumido arrancan en esta localidad, lo que la hermana con el polifacético artista Rodrigo Cuevas, quien contribuye a las citas elogiosas que contiene la faja del volumen. Algunos de las ficciones aludirán, de forma más o menos directa, a esta localización geográfica de transición. Pero, más allá de una ubicación concreta en algunas piezas, esta no es fundamental en su interpretación. Y es que, entre otras cosas, este volumen despliega una capacidad simultánea para invocar un rural genérico del noroeste español —con sus tópicos y personajes arquetipo—, y para imprimirles, además, una serie de vueltas de tuerca sin compasión. Certezas que se tambalean con cada vuelta de página. Por si esto fuera poco, las ilustraciones de la artista asturiana Gala Valdés Soto, en el mejor estilo folk horror, rematan en el libro esta amalgama de lo común y lo sobrenatural tenebroso en territorios aldeanos.

"En todas las narraciones palpita, en algún grado, un hálito de extrañeza, de maravilla, que dota a los paisajes rurales y sus moradores de una singularidad intrigante"

Ninguno de los textos de Presumido nos deja indiferentes. Las estrategias para sustraerse de un retrato costumbrista ramplón son heterogéneas en ellos, pero, sobre todas, domina el recurso a lo insólito. Esto lo remarca en un magnífico prólogo Layla Martínez, autora de la ya mítica Carcoma (2021), que inserta la antología de Presumido «en el mejor fantástico» (página 11). Sin embargo, no todas las historias contienen ingredientes antimiméticos al uso; de hecho, supera con creces la etiqueta de lo fantástico en la versión más estandarizada de este. Sí es verdad que en todas las narraciones palpita, en algún grado, un hálito de extrañeza, de maravilla, que dota a los paisajes rurales y sus moradores de una singularidad intrigante. A ello se sumará la práctica perfectamente modulada de estrategias como la hipérbole, el grotesco, la crueldad, el humor, la ironía, lo legendario o el realismo mágico. Todos ellos son elementos que contribuirían a reclutar Ratones en la despensa entre las filas en auge del folk horror o la recién bautizada tendencia del Agrohorror. Así, solo citando un puñado de títulos recientes, se uniría, en lo literario, a Villanueva (2021), de Javi de Castro; Agrohorror: Cuentos de lo insólito rural (2025), editado por Ana Martínez Castillo y David Roas; Calabobos (2025), de Luis Mario o, en lo fílmico, entre otras muchas, a producciones como Akelarre (2020), de Pablo Agüero; Cerdita (2022), de Carlota Pereda; O corpo aberto (2022), de Ángeles Huerta, o Bodegón con fantasmas (2024), de Enrique Buleo. Un retorno al pueblo que, por otra parte, se enhebra con una tradición de un rural pintoresco, ya bien conocida en la península, pero no delineado desde una perspectiva estereotipada del aldeano como eco orientalista, como un ser otro, espejo en el que el urbanita gusta reflejarse, mirarse; pero no reconocerse. Desde las estampas mágicas del campo gallego de Álvaro Cunqueiro hasta el jocoso surrealismo a la manchega en Amanece que no es poco (1989), de José Luis Cuerda, Ratones en la despensa continúa un compromiso humano y humanista con el agro. Un rural entrecruzado por lo realista y lo quimérico, connivencia de antagonismos que solo puede otorgar la cercanía por igual a lo ancestral, a la naturaleza y, también, a las oleadas de la contemporaneidad. Pero, y aquí radica la excelencia de la obra de Presumido, su obra no busca tanto la anécdota como la representación dignificada de un acervo sociocultural arrumbado por la modernidad citadina. Esto se aprecia perfectamente en los retratos humanos, introspectivos, acercamientos de carne y hueso, llenos de aristas, donde trasluce la autenticidad de las semblanzas, algunas de ellas, en efecto, inspiradas por personajes y sucesos reales del pueblo de Presumido. Reales, pero, al mismo tiempo, asombrosos, no lo olvidemos. Esto no se puede perder de vista en momento alguno a lo largo de la compilación. Pese a la brevedad de la mayoría de las historias, alcanzamos a vislumbrar la existencia de seres que astillan la construcción hierática que del prototipo de campesino suele cundir.

Habría muchas formas de desgranar los relatos de este volumen; aquí lo haré agrupándolos de acuerdo con una serie de afinidades que permiten configurar una suerte de categorías, dos en concreto. Empecemos con los de tendencia realista, todos ellos, sin embargo, pespunteados por una cierta estética de folclore oscuro o, en algunos casos, salpimentados con heterogéneas dosis de tragedia, crueldad o grotesco. “Beleño”, abre el volumen retomando la figura de la curandera, de la bruja, y el aborrecimiento ciego que un ser solitario con conocimientos arcanos —una paria, en definitiva— puede despertar en sus convecinos. “El mono azul”, en la línea de otros relatos del libro, yuxtapone el día a día de su protagonista, Telva, abrumada por contratiempos relativamente corrientes de una existencia aldeana cualquiera, con la implacable guadaña del azar. El muy sintético “Dominó”, casi un microrrelato, aúna magistralmente el suceder sereno de las costumbres vecinales compartidas y la ruptura brusca, a todos los niveles, que la muerte provoca en este.

"Aquí radica la excelencia de la obra de Presumido, su obra no busca tanto la anécdota como la representación dignificada de un acervo sociocultural arrumbado por la modernidad citadina"

Si hay un cuento que representa idealmente esta categoría en el volumen es, sin duda, “Moscas a cañonazos”. Desde el título —ninguno baladí en los diecisiete relatos—, tomado de una expresión coloquial bien conocida, que no nos suscita alarma alguna, pasamos a la disputa de generaciones en su vínculo con el campo. Así, en las apenas cuatro páginas por las que se extiende, el menesteroso abuelo que cultiva su pequeño huerto con fruición choca con la actitud de su pequeña nieta, representante de nuevas hornadas hedonistas, que buscan ante todo el ocio desmereciendo, a ojos del primero, el esfuerzo secular de sus mayores. Un magistral mazazo llegará con las últimas líneas y fundirá en negro este conflicto. “Gochos”, otra breve joya del volumen es el único de los relatos que no se sitúa estrictamente en el agro, aunque este resida, anclado, en el espíritu de su protagonista, una mujer desarraigada en el asfalto y desorientada en los usos urbanos. “Cu-cú”, a su vez, fusiona el devenir humano y animal haciendo del peculiar modus operandi de cría del cuclillo un hilo conductor. Por último, “Leña”, otro golpe noqueador para el lector, gradúa con maestría toques de cotidianidad, costumbrismo, aventura infantil y descarnamiento.

A este grupo, casi como coda, se le unirían otros dos relatos donde el humor y el absurdo sobresalen sobre la lobreguez de los anteriores relatos. Por una parte, “La cáscara y la pulpa” construye una perfecta paradoja sobre el destino y la tragedia del vivir donde lo anómalo y extravagante se transformará en normativo en una comunidad porque, en definitiva, ¿no es un sinsentido el vivir para morir? ¿Por qué, entonces, no situar la muerte en el epicentro de nuestras vidas? “Plaga de topillos” se plasma formalmente como una serie de actas de las juntas generales de vecinos de una pequeña localidad y recoge con tino preocupaciones agrícolas que, en ocasiones, por exceso de celo, devienen en situaciones cómicamente absurdas. Un aliento liviano y humorístico que el lector agradecerá en contraste con algunos de los relatos más crudos.

Pasemos ahora al grupo de historias con cariz más netamente insólito. “El rey” es la mejor muestra de todos ellos. De nuevo, con un título de significado polivalente dentro del relato, hilvana aspectos de la vida real de un antiguo vecino de Rodiezmo, principalmente su íntima afición por dar vida a un pueblo a escala, en maqueta. Un hermoso homenaje a la peculiaridad y maravilla que puede latir en la más —aparentemente— insignificante de las existencias. “El fantasma de las bragas rotas”, desde una vertiente mucho más hilarante que otros de los textos, incorpora reflexiones sobre temas del mundo actual tales como la especulación inmobiliaria y la masificación turística incluso en las poblaciones no urbanas combatidas, en este caso, por un espectro aferrado a su hogar y pertenencias. Por su parte, “El molino” es el contrapunto mítico del libro. En la mejor tradición de la leyenda popular, Presumido nos desliza poéticamente, como el río que lo protagoniza, por el trascurrir quedo de una comunidad campesina hasta que, de improviso, irrumpe la anarquía. “La veleta del campanario” dibuja, también, con un enorme grado de lirismo, el dolor de los antiguos habitantes de pueblos anegados por embalses, tantos en el norte de la provincia leonesa. La imposibilidad de desprenderse de la memoria y de la sombra de estos, aún sumergidos, se encarna aquí a través de un recurso a lo irreal como acto tanto de amor como de revancha por la tierra perdida, irrecuperable. “Silbido sónico” juega con otra imagen clásica rural: las infaltables orquestas en los festejos de pueblo y ese eterno y perturbador retorno de las mismas, y de sus artistas, año tras año, que nos podría retrotraer hasta el principio de los tiempos.

"Raquel Presumido, demuestra una fina capacidad de manejar géneros y registros y articular voces de una forma plástica y natural. Su habilidad para recoger el legado campesino, hasta sus más nimios detalles, es meritoria"

Al igual que en la categoría anterior, también en esta, tres relatos se desprenden por su autonomía y originalidad: “Cinco estrellas”, “Armados hasta los dientes” y “Navaja de hueso”. Podrían etiquetarse de “autofágicos” ya que en los tres la corporalidad en abismo cobra una presencia central. “Cinco estrellas” nos evoca, de alguna manera, el “Axolotl” de Cortázar, esta vez con un botellín de Mahou como lente mediadora. Por su parte, el segundo de los textos pone la lupa sobre una dentadura postiza, acercándonos a todo un universo alternativo, en el sentido más literal posible. “Navaja de hueso”, el relato que cierra el volumen, es un espléndido colofón donde se lleva al extremo la falta de diálogo entre generaciones en un contexto aldeano y su cierre hace patente, a través del recurso a lo insólito, la imposibilidad de eludir la transmisión cultural de padres a hijos.

Poco más cabe detallar sobre una colección de relatos que, con cada nueva lectura, gana en matices. Como se puede ver, Raquel Presumido, demuestra una fina capacidad de manejar géneros y registros y articular voces de una forma plástica y natural. Su habilidad para recoger el legado campesino, hasta sus más nimios detalles, es meritoria. A ello hay que añadir la destreza a la hora de interpretar y actualizar dicho legado para engarzarse en una larga tradición en nuestras letras y cine. Resulta extraordinario que en una primera obra de ficción Raquel Presumido alcance cotas literarias tan notables. Algunos ya tenemos las mejores expectativas depositadas en sus futuras producciones.

Por favor, no pierdan la oportunidad de asomarse a un volumen tan sugerente como perturbador.

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Autora: Raquel Presumido. Título: Ratones en la despensa. Editorial: Pez de Plata. Venta: Todostuslibros

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