Inicio > Poesía > Una épica sarcástica y blasfema

Una épica sarcástica y blasfema

Una épica sarcástica y blasfema

Antonio Machado escribió sendos prólogos para varios libros ajenos en tiempos tan inclementes como los guerracivilistas que estallaron a partir del 18 de julio de 1936. Dos de ellos los redactó para un par de obras de muy distinto signo y género, pero de gran relevancia, tanto por su entidad como por su autoría: la edición valleinclaniana de La corte de los milagros publicada por Editorial Nuestro Pueblo en 1938, y la reunión de discursos de Manuel Azaña titulada Los españoles en guerra que tuvo previsto aparecer en Barcelona a principios de 1939, bajo el sello Ramón Sopena, aunque no llegaría a hacerlo, pues, como tantos otros libros republicanos ya impresos, no se distribuyó a causa de los imponderables bélicos.

Un tercer prefacio lo hizo Antonio Machado para un autor de nombradía ninguna como poeta, y cuya exigua producción versificada ha estado sumida desde 1938 en el olvido, pese a su apreciable testimonio histórico. El autor al que estoy aludiendo es Alfonso M. Carrasco, entusiasta plumífero variopinto y prolífico agitador cuyo rastro biográfico se pierde después del cese de las armas en España en 1939, de ser recluido en diversos campos concentracionarios franceses, y de enrolarse, iniciada la Segunda Guerra Mundial, en la Compañía Francesa de Trabajadores Extranjeros. Su biografía está incompleta por ahora, a falta de nuevos datos que puedan irse conociendo no sin una ardua pesquisa.

Este jienense de La Carolina, donde nació en enero de 1912, elaboró un par de libros de versos de marchamo proletario que cabrían en el marbete de literatura “de urgencia”, y que constituyen todo su aporte versal a las letras españolas de aquella sangrienta encrucijada histórica, antes de la cual no parece haber escrito verso alguno, ni tampoco después, durante su experiencia concentracionaria francesa. Sus títulos son, respectivamente, Zafarrancho de España (Poemas de la guerra) y Poemas rojos. Los ha editado con un amplio estudio preliminar y notas Rafael Alarcón Sierra para la colección “Literatura y guerra civil” que publica en Madrid Guillermo Escolar editor, y que dirige Emilio Peral Vega.

"Después de desilusionarse con algunas de las ideologías que luego reprendió, le caracterizaron ideas contrarias al fascismo, al socialismo, al comunismo, al anarquismo, al independentismo separatista..."

Publicado en 1937, Zafarrancho de España (Poemas de la guerra) en Barcelona, por la Secretaría de Agitación y Propaganda del Partido Socialista Unificado de Catalunya, por sus siglas PSUC, fue precisamente en el segundo de los libros antedichos, impreso por el Comisariado de la 27ª División “para sus soldados” en 1938, donde apareció el prefacio de Antonio Machado que lleva por título “Sobre Poemas rojos, de Alfonso M. Carrasco”. Ese escrito no es el único que acompaña a una obra que sabemos se elaboró en el Frente de Aragón entre septiembre de 1936 y enero de 1938. Otros textos preliminares la anteceden: se trata de tres comentarios, uno brevísimo del general Miaja, un tercero mucho más amplio debido a Ángel Samblancat, y en medio de ambos un muy interesante apunte de Dolores Ibárruri, quien no solo atestiguaba que el libro le gustó, sino que además salía al paso de sus posibles detractores con un argumentario que demuestra cuán impuesta estuvo para lidiar dialécticamente en aquel contexto con quienes abogaban sí o sí por la búsqueda de calidades literarias evidentes en tales circunstancias, y a los cuales respondía con una agudeza que no hubieran acaso alcanzado tantos poetas de su partido político como frecuentaba y leía. Escribió Pasionaria: “¿Que no se atiene a las normas clásicas del metro, de la rima? ¿Que las palabras son duras y los apóstrofes violentos? ¿Y qué?”. Y aún remataba la lideresa comunista su criterio con unas palabras irónicas que tantos pudieron compartir en aquella hora de entonces y que suscribiría cualquier conspicuo teorizante del binomio poesía versus compromiso, máxime estando en juego el curso de una guerra, y el porvenir político de una sociedad y de un Estado: “No creo que los que a diario se enfrentan con la muerte puedan escribir poemas azul celeste, ni empuñar el fusil, que en este caso es la pluma, con guante blanco para no lastimarse las manos” (173).

Por lo que hace al ideario de Alfonso M. Carrasco, anoto que, después de desilusionarse con algunas de las ideologías que luego reprendió, le caracterizaron ideas contrarias al fascismo, al socialismo, al comunismo, al anarquismo, al independentismo separatista (no al conformado con el autonomismo), al chaqueterismo de muchos escritores, a la desfasada y conformista bohemia literaria y al clericato, aunque no tanto a la clerecía vasca, a la que salvaba de vituperios por la excepcionalidad de ser a su juicio consecuentes con las enseñanzas de Cristo. Ilusionado inicialmente con el régimen republicano, pero crítico después con él, también zahirió a tantos republicanos que a su juicio no lo eran de fuste. En este sentido, y salvando las enormes distancias que les diferenciaron, sus posicionamientos recuerdan los del Miguel de Unamuno de contra esto y aquello y contra los hunos y los otros, de ahí que no sin acaso elogiase las actitudes del sin par catedrático bilbaíno.

Respecto a los oficios del jienense, fueron varios, empezando por el de minero, al que seguirían ocupaciones laborales heterogéneas, entre ellas las de albañil, maestro interino, director de la madrileña colección semanal La novela proletaria, escritor de monografías, y colaborador asiduo de la prensa periódica en los años 1934 y 1936, apareciendo sus textos en rotativos como el valenciano El Pueblo, el madrileño La Tierra, de carácter libertario, y el barcelonés El Diluvio. En estos y en otros aparecieron soflamas suyas desde el formato de artículos, reportajes, folletos, y de novelitas cortas, amén de lanzarse a pergeñar, pero no antes del incivil enfrentamiento bélico, los dos libros de versos citados más arriba, el segundo de los cuales no presenta demasiadas novedades sobre el primero, del que reproduce casi la mitad de sus textos, aunque con algunos cambios.

"Dos asuntos destacan entre tantos otros en los escritos de Alfonso M. Carrasco: la crítica social al albur del pobre frente al rico, con secuelas como el paro, la miseria y el hambre; y el anticlericalismo extremo"

Dos asuntos destacan entre tantos otros en los escritos de Alfonso M. Carrasco, los dos continuadamente reiterados desde 1932. Uno es el de la crítica social al albur del pobre frente al rico, del explotado contra el explotador, con secuelas como el paro, la miseria y el hambre. El otro fue el anticlericalismo extremo, llegando a convertirse en adalid y punta de lanza del mismo en el contexto de la época. A este fin se valdría sin cortapisas de furibundos ataques contra el catolicismo y sus distintos iconos, y también de satirizaciones virulentas y blasfematorias contra los dogmas, lo que le acarreó una decena de procesamientos y hasta varias estancias en prisión. Los títulos de algunos de sus varios textos prosísticos, pueden ilustrar bien esos antedichos empeños principales de su pluma. Me limitaré a recordar solamente algunos. Se corresponden con el primer asunto El problema del hambre (1932) y “La demasiado humana cuestión del hambre” (1936). Los ejemplos de títulos reveladores del segundo asunto son numerosos, dada su obsesiva fijación anticatólica. Copio algunas titulaciones que hablan por sí solas y que limito al año 1934: Dios, mala entraña; La barquilla de san Pedro, nave de piratas; Grandeza de Satanás sobre bajeza de Dios; La indecencia mercantil de la misa; Doce truhanes metidos a apóstoles; El esperpento judaico crucificado…

Algunos de los asuntos abordados por Alfonso M. Carrasco en prosa los iba a plasmar también en sus dos libros de versos, y de manera muy parecida. En ambas obras versificadas los textos se despliegan con configuraciones discrecionales, no sin que el ritmo octosílabo tenga un rol perceptible. Los tópicos efectistas proliferan, y debieron repercutir con eficacia entre los soldados republicanos que pudieron leer o escuchar en el frente sus expresiones satíricas, sus sarcasmos y blasfemias, lo que no perturbó a Antonio Machado, pues iba a justificarlos en su preliminar a Poemas rojos diciendo que sus versos “tienen mucho de proyectiles arrojados a la cabeza del adversario, y nadie puede pensar que sea esto impropio de un poeta, soldado al par y, por suerte, defensor de la causa del Pueblo”. Más adelante, ya en el penúltimo párrafo de su escrito, y a propósito de la faceta blasfematoria del autor, argumentaba que “La blasfemia es un acto de fe: consiste en afirmar la divinidad para faltarle al respeto, y es forma específicamente española de religiosidad. Es España el país donde más y mejor se blasfema. ¿Por qué no han de reflejar alguna vez nuestras letras cultas esta riqueza de nuestro folk-lore?” (171-172).

_________________            

Autor: Alfonso M. Carrasco. Título: Zafarrancho de España y Poemas rojos (Poesía completa). Editorial: Guillermo Escolar. Venta: Todostuslibros

3.7/5 (21 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

1 Comentario
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Carmen
Carmen
3 meses hace

Hay ideologías que buscan el bien común, del hombre, del entorno, del planeta. Hay otras que solo desean lel bien de los suyos. Luego están las personas y la búsqueda de estos fines: convencer o vencer.