El pasado viernes llegó a la cartelera una película en verdad singular, Madrid, ext. (2025). Concebida por su realizador, Juan Cavestany, como una segunda parte de Madrid Interior (2020), el documental en el que diferentes notables de la cultura española nos mostraban un fragmento de su confinamiento durante la pandemia rodado por ellos mismos, su autor recuerda que esta “cara B” de aquella mirada colectiva al encierro que nos impuso el COVID, surgió de la necesidad de “filmar qué había quedado y qué pinta tenía el futuro inmediato. Me movía una nostalgia de Madrid, un anhelo de lo que recordamos como más bonito. Eso sí, precavido ante la nostalgia fácil. No todo tiempo pasado fue mejor. Perseguía también una idea fantasiosa: ¿cómo sería combinar la ambición de un gran documental sinfónico con la bajada a tierra del testimonio encontrado casi al azar?”
Llegó después Gente en sitios (2013). En ella, a través de una sucesión de episodios, todos ellos rodados cámara en mano y con esa precariedad que se diría canónica en cualquier filme experimental que se precie, nos presentaba un “relato caleidoscópico”, oscilante entre la comedia y el drama social, sobre el ineludible fracaso al que estamos condenados casi todos los nacidos, por más que intentemos enmendarnos una y otra vez. Fue aquella una cinta coral que podría definirse como un acercamiento a la piedra en la que, inexorablemente, volvemos a tropezar siempre. A decir de Cavestany, Gente en sitios versaba sobre “la irreductible poesía de la condición humana frente a las embestidas de lo extraño y lo caótico”.
Creador asimismo de diversas series, Madrid, ext, el nuevo documental de Cavestany, entronca directamente con las teorías del cine-ojo del vanguardista soviético Dziga Vértov, para quien el cine de ficción —como la religión para Marx— era el “opio del pueblo”. Libres de dogmas como estamos, desde la ecuanimidad que nos da nuestro ateísmo, también cabría añadir que la política, como esa religión pagana que es, cuyos dioses, además de corruptos, son impíos, es otra eficaz adormidera para el pueblo. Máxime si éste es inculto, y siempre lo es cuando atiende a una cultura contaminada por esa abominación que llamamos política. Ahora bien, siendo el caso que la refutación universal del comunismo sobresale entre lo poco que hay de bueno en nuestro tiempo, dejando de lado las connotaciones políticas de lo del opio del pueblo —pueblo al que los neocomunistas, conscientes de cuanto resuena en la palabra, de pronto llaman “gente”—, justo es reconocer que la ficción es un bálsamo de la realidad. “Los gritos de angustia del hombre los entierran con cuentos”, escribe León Felipe.
Allende la Unión Soviética, tuvo Dziga Vértov sus mayores discípulos en el Jean Vigo de A propósito de Niza (1929) y en el Walther Ruttmann de Berlín, sinfonía de una ciudad (1927). Este último, destacado miembro del expresionismo alemán —fue colaborador de Fritz Lang, así como de Leni Riefenstahl—, fiel al dictado del soviético, “improvisa sobre la vida misma” para mostrarnos un día en la realidad (cotidianeidad) del Berlín de la República de Weimar. Y en efecto, la mirada de Ruttman nos enseña la ciudad desde el alba hasta la medianoche. Para ello, se detiene tanto en los que se divierten como en los que trabajan. El resultado fue una cinta humanista y hermosa, cuyos planos se suceden con el mismo ritmo que los compases de una composición musical. Desgraciadamente, Moscú (1927), de Mikhail Kaufman —otro tanto a la entonces capital soviética—, y Melodía del mundo (1929), un canto a la fraternidad universal debido al propio Ruttman, son de acceso más difícil para el público de nuestros días, mas la literatura referente a ellas que el pasado nos lega dice que apuntaban en la misma línea.
Sí que ha llegado Hombres en domingo (1930), otro acercamiento a los berlineses, esta vez sintetizados en un par de parejas, mostrados en otro de esos documentales que rezuman humanismo sobre la cotidianeidad de un día festivo. Eso sí, éste debido a la plana mayor del expresionismo antes de la diáspora que, con el advenimiento del nazismo, se llevaría a lo mejor de aquella pantalla gloriosa fuera del país. Los hermanos Siodmak, Edgar G. Ulmer y Fred Zinnemann destacan entre los realizadores; Billy Wilder es el guionista.
Un siglo después, Cavestany nos devuelve a ese documental más atento al humanismo que al turismo. Pero en lugar de llevarnos a la capital alemana, o a cualquier otro lugar, más o menos distante, trae su tomavistas a nuestro amado Madrid. “Hace cuatro años arrancó este rodaje/indagación, vagando por la ciudad con una cámara y acumulando cientos de horas e imágenes, a las que Guille Galván ha ido poniendo música para componer una sinfonía poliédrica y sorprendente. Una suerte de banda sonora en la que la música se mezcla con los sonidos de la propia ciudad. Una música que parte de la observación, la escucha y la investigación de los lugares y los barrios… y que se publicará también en formato discográfico”.
Hay, entre los protagonistas de Cavestany, todos ellos vecinos y amantes de nuestra ciudad, un vendedor de zapatillas, de señora, caballero y niño, que heredó el negocio de sus padres. Este madrileño confiesa, mirando a cámara, que sueña con las vacaciones. Pero que, cuando lleva cuatro días fuera del Foro, ya está queriendo volver. Yo sé de lo que habla porque, cuando era un niño, me daba miedo salir de Madrid: fuera de mi ciudad no me gustaba ni el agua. Y estando en Venecia, he añorado el olor y la hermosura de Carabanchel.
Otra madrileña de pro es la arquitecta que, desde el antiguo Frontón Madrid, se refiere al patrimonio de la Capital… Y el Madrid leído en sus carteles y rótulos luminosos, que tanto debe a los esfuerzos de Paco Graco, conservador del patrimonio gráfico capitalino.
Conmueve especialmente el recuerdo de la grandeza que algunos de sus vecinos invidentes guardan de la Villa, cuyas inmensas avenidas, dice uno, le hacían partícipe de su majestuosidad. Del Madrid de la pradera de San Isidro, que fascinaba a Goya, al de la Guerra Civil, cuyos vecinos resistían los bombardeos de las tropas franquistas —que no podían pasar el puente de los Franceses— refugiándose en los andenes del metro; de La Musica Notturna delle Strade di Madrid —la pieza de Boccherini de la que reconocemos un fragmento—, a esa música de la cinta, que ha inspirado a Guille Galván nuestra ciudad. Todo en el filme de Cavestany es una declaración de amor a Madrid.
Por esto, precisamente, Madrid, ext también es una heroicidad, considerando que no debe de haber ningún otro gabinete en el mundo que odie a la capital de la nación que gobierna de la manera que el de Pedro Sánchez odia a Madrid, como es público y notorio. Siempre presto a rendir el vasallaje debido a las regiones que le mantienen en el cargo, no cesa en su constante agravio a nuestra comunidad. Pero no solo es eso: aún recordamos las declaraciones de la vicepresidenta Yolanda Díaz, cuando fue a Barcelona para grabar la edición del 22 de enero de 2024 de Late Xou y tuvo a bien decir que, para ella, “es una condena vivir en Madrid porque no hay mar”.
También debe de serlo para Ernest Urtasun, quien jamás mostró el más mínimo interés en adquirir Velintonia 3, residencia madrileña de Vicente Aleixandre y punto de encuentro de poetas mientras vivió el Nobel. Cuando salió a subasta las primeras veces, nuestro ministro de Cultura estaba muy ocupado en participar en “todos y cada uno” de los actos conmemorativos del nacimiento de Tàpies. De ahí que sea una sorpresa que Madrid, ext haya sido subvencionada por su Ministerio.
En cualquier caso, lo que cuenta es otra cosa. En el amado Foro es bien sabido que, los madrileños de ley, tras el óbito, ascienden a los cielos y allí hay un agujerito para mirar hacia abajo y seguir viendo nuestra ciudad. Pese a que soy ateo, como concierne a Madrid, yo me lo creo. Pues bien, esa vista de Madrid desde el agujerito ha de ser muy parecida a este documental de Cavestany.




Marx es el opio de los marxistas que leen. Otra tribu extinguida. Tal vez todos tomemos algún tipo de opiáceo. Seríamos seres perfectamente sanos si no lo hiciéramos, pero ¿lo somos?