Inicio > Libros > Narrativa > Degollar la historia y la palabra

Degollar la historia y la palabra

Degollar la historia y la palabra

Esta novela es un afilado tajo en la literatura y la historia de Argel. Entre 1990 y 2000 este país del Magreb vivió una atroz y despiadada guerra civil cuyas cifras de muertos son, aún hoy, desconocidas, en gran medida debido a la vigente “Ley de reconciliación”, que con el fin de superar este terrible episodio de la historia contemporánea impuso un pesado silencio a la memoria. Hablar de esta guerra, recordarla, evocarla está penado con una cuantiosa multa y cárcel. Tal vez esa sea la razón de que los escritores argelinos se hayan decantado, incluso en el exilio, por abordar en sus obras las consecuencias de la guerra de independencia franco-argelina y la migración, así como las repercusiones derivadas de éstas en la identidad, por ejemplo, entre los autores traducidos recientemente, Xavier Le Clerc en Un hombre sin título (Cabaret Voltaire), reseñado aquí por José Luis Díaz Caballero, Kaouther Adimi en Nuestras riquezas: Una librería en Argel (Libros del Asteroide), Mathieu Belezi en Era nuestra tierra guerra (El Aleph editores) o Yasmina Kadra (Mohammed Mouslessehoul). Kamel Daoud en Huríes, ganadora del prestigioso Premio Goncourt 2024, publicada por Cabaret Voltaire y traducida por Lydia Vázquez, desafía doblemente este olvido.

La escritura de Kamel Daoud ha sido siempre incómoda por su posicionamiento crítico con la intolerancia e intransigencia religiosa islámica, lo que le valió ser señalado con una fetua en 2014, forzándole al exilio en 2020 a Francia. No exenta de polémica desde su publicación, esta novela aboga por degollar la historia de Argelia para que de la herida mane la verdad, y lo hace a través de una mujer, víctima superviviente en una de las noches más sanguinolentas de esa guerra: el degüello, como si fueran corderos sacrificiales en la fiesta del Aid, de alrededor de mil personas en Had Chekala por parte de los fundamentalistas. Una niña de cinco años sobrevive a la masacre de su familia debido a la impericia de su asesino, que siega su cuello torpemente. La cicatriz, como una amplia sonrisa burlona, testimonia y relata una realidad que ya nadie, veinte años después, quiere escuchar ni recordar:

 “La gente puede borrar lo que escribe en cualquier parte menos en la piel: «Y tú eres un libro», me juraba ella. «Un libro de verdad, el relato de lo que no debe olvidarse, un alfabeto que solo los ignorantes ignoran». (…) Llevo en mí la historia de toda una guerra, inscrita en mi piel desde que era niña.”

El terrorista cortó su garganta —respira por medio de una cánula—, sus cuerdas vocales; su voz, apenas un balido, se desdobla en una interna, que nos va a relatar parte de su historia y se dirige con ternura a la hija de su vientre, otra externa, que levemente los lectores podemos escuchar. La alegoría se despliega entre retazos de realidad.

Kamel Daoud no sólo desafía en la narrativa un tema prohibido, sino que además lo hace otorgando voz a una mujer joven embarazada sin esposo, cuyas acciones recriminadas, censuradas y castigadas evidencian tanto la falta de libertad de la mujer como la violencia institucional y estructural hacia ellas:

Mi pequeña Hurí, ¿qué harías tú con una madre como yo en un país que no nos quiere a las mujeres, o solo de noche? Te contaré todo lo que pueda, pero en algún momento tendremos que parar. Soy un libro cuyo final es el tuyo.

No en vano el título Huríes alude a las vírgenes que aguardan en el paraíso a unos hombres que desprecian a las mujeres de carne y hueso. Ellas deberían ser las verdaderas huríes. “Porque este no es lugar para ti; para una mujer, vivir en este país es un camino de espinas… Te mataré por amor y te mandaré al paraíso, con sus gigantescos árboles”. La toma de conciencia de su embarazo hace estallar la voz interna de Aube, quien se cuestiona y justifica su deseo de abortar para evitar el sufrimiento a una vida más, para ello siente la necesidad de relatarle su experiencia: Fayr-Aube fue rescatada y adoptada por una abogada hace 21 años al quedar huérfana en la matanza de Had Chekala; soltera y dueña de un salón de belleza —impactante el acoso que sufre este espacio de liberación femenina— no esconde bajo ningún velo su independencia. Es una “errante”, aunque el miedo no forma ya parte de su lenguaje.

"Evitar que se desvanezca la tragedia nacional en la niebla de los tiempos, evitar que la historia se convierta en una sombra. El olvido como negación es una injusticia para las víctimas"

El innegable sentido político de la novela queda al servicio de una historia que conmueve desde la serenidad y la belleza de una prosa lírica de imágenes estremecedoras con una cadencia rítmica envolvente. Kamel Daoud es capaz de sorprender con una fractura narrativa, cuando el destino parecía volverse predecible, al descomponer el relato en tres partes con aparentes saltos temporales, interrupciones y vacíos, donde la voz interior de Aube teje, como Sherezade, la trama no sólo en el monólogo interior inicial, sino también a través de otros personajes que se encuentra en un improvisado y peligroso viaje de regreso a Had Chekala. En el librero Aissa en la segunda parte o Hamra y el Imán en la tercera, Aube encuentra el reflejo de la niña que sobrevivió a su hermana sintiéndose culpable. Sólo conoceremos todos los detalles de lo sucedido aquella noche del 31 de diciembre de 1999 al concluir la novela.

La mudez de Aube se confronta con el recurso a la oralidad y la importancia de la palabra como vehículo y testigo, que sustenta la narración. La imposibilidad de compartir públicamente la desgarradora vivencia de la guerra, el silencio impuesto, se rompe en el interior de cada uno de los personajes al entrar en contacto entre sí: “Busco a alguien con quien hablar de una historia que en mi cabeza no tiene fin”. De este modo, el dolor y trauma individual se transforma en colectivo y nos adentra en una atmósfera donde se amplía la anatomía siempre parcial. Al tiempo, la propia escritura de la novela es un cuchillo que desgarra ese silencio y venga el olvido, extrae a la luz la herida y convoca la verdad intacta que aguarda para revelarse perdurable e inmutable en la palabra escrita, una huella que el viento no se llevará:

Hago lo que hacen los libros: cuento historias. (…) Si hubiera aprendido a escribir en aquella época, podría haberla escrito. Ahora, sin un libro que la verifique, se ha multiplicado en mi cabeza, tiene mil versiones, y ya ni siquiera puedo estar seguro de ciertos detalles.

Evitar que se desvanezca la tragedia nacional en la niebla de los tiempos, evitar que la historia se convierta en una sombra. El olvido como negación es una injusticia para las víctimas.

La dolorosa y cruel monstruosidad de lo narrado se entrega a la límpida y lúcida palabra, así al irrenunciable deber de descarnar una falsa reconciliación y devolver la presencia de un momento histórico que trata de borrarse. Porque Huríes arrastra al lector a una catarsis de la mano de Aube, la dimensión simbólica de esta novela, perturbadora y violenta, aunque imprescindible, esconde entre sus pliegues mucho más que el relato de la Argelia contemporánea. Kamel Daoud escribe para quien se atreva, como hace la protagonista, a preguntarse si sigue teniendo sentido traer una vida más, un futuro, a un país que infravalora a las mujeres y no reconoce su pasado, y, sobre todo, para quien se atreva a recordar aquello que se nos obliga a olvidar.

—————————————

Autor: Kamel Daoud. Título: Huríes. Traducción: Lydia Vázquez Jiménez. Editorial: Cabaret Voltaire. Venta: Todos tus libros.

5/5 (7 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios