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Cara y cruz de dos libros de Luis Eduardo Aute a los cinco años de su muerte

Cara y cruz de dos libros de Luis Eduardo Aute a los cinco años de su muerte

Un 13 de septiembre Luis Eduardo Aute cumple —cumpliría— años. No quiero pensar cuántos, porque las cifras dañan, pero se nos imponen y están ahí, como esos cinco años de su muerte o los nueve años de su desaparición pública tras el infarto del 8 de agosto del 2016 tras su último concierto en Huelva. Ha pasado el tiempo, pero no en vano: la figura de Aute se ha consolidado y hasta agrandado en estos tiempos —desolada grandeza— de ausencia. De ausencias. Se sucedieron los conciertos de homenaje, han sido muchos los cantantes que han reconocido a Aute como maestro y se han grabado discos recordándole. Ahora, a los cinco años, coinciden en los escaparates españoles dos libros sobre su vida y obra: Aute infinito, de Luis García Gil, en Alianza Editorial, y Me va la vida en ello, de Miguel Fernández, en Plaza y Janés.

Desde que en 1983 la editorial Júcar incluyó, en su colección Los Juglares, el primer título sobre Luis Eduardo Aute, se han multiplicado las obras sobre su vida y sus canciones, pero siempre han sido publicaciones ligadas a editoriales menores o especializadas en música. No ocurrió lo mismo, en los últimos años, con la obra de Aute, ya que sus canciones, sus poemigas y animales y su poesía completa se publicaron en importantes editoriales, gracias al interés de Miguel Munárriz y Palmira Márquez, un impulso amistoso que fue la semilla de su agencia literaria.

"Todo ello nos da una idea de que quizás Aute no sea infinito, pero sí inconmensurable, o al menos muy trabajador, y un artista multidisciplinar; renacentista, diríamos"

Al fin, ahora, se presenta a Luis Eduardo Aute para el gran público, y los dos libros salen al mismo tiempo. Ante esta coincidencia, el desorientado lector se interrogará: ¿qué libro es mejor?, ¿en qué se parecen y se diferencian?, ¿cuál debería comprarme?… No es que sea una competición, pero la pregunta no sólo es legítima sino inevitable: el interesado lector quiere saber, y para eso estamos los intermediarios, para explorar, quizás leer, y comentar, sabiendo que somos falibles pero animosos y aclaratorios.

Para empezar, habría que señalar que hay un vencedor en esta hipotética pugna, pero es preferible que el lector lo decida por sí mismo. Es muy sencillo: basta con que acuda a una librería, tome los dos libros, y los visualice, los hojee atentamente. Es decir, empecemos desde fuera, y al hacerlo comprobaremos que Aute infinito es un libro que incluye un índice onomástico o de personas citadas (unas seiscientas), algo que debería ser obligatorio en cualquier biografía que se precie; una amplia bibliografía o fuentes consultadas; una lista (me niego a llamarla playlist) comentada de 50 canciones elegidas para Spotify, además de la obra completa de Luis Eduardo Aute, que comprende —según consultamos— ocho sencillos, 25 álbumes de estudio con todas sus canciones, seis álbumes de versiones y recopilaciones, cuatro álbumes grabados en directo, 28 temas para otros intérpretes, 19 libros propios, nueve piezas audiovisuales, 13 exposiciones colectivas y 29 exposiciones individuales, desde aquella primitiva de 1960 en la galería Alcón de Madrid. Todo ello nos da una idea de que quizás Aute no sea infinito, pero sí inconmensurable, o al menos muy trabajador, y un artista multidisciplinar; renacentista, diríamos.

Me va la vida en ello, en cambio, no tiene nada de lo que acabamos de citar. Me va la vida en ello es otra cosa. Me va la vida en ello no puede considerarse un libro biográfico y/o un estudio sobre la obra de Aute. Me va la vida en ello va a su aire.

"Podría decirse, por lo tanto, que el libro es una mirada a la vida de Aute y sus alrededores, que todo ello forma parte de la viña del Señor"

¿Entonces qué es?, se preguntará el despistado lector. Pues… Para abreviar diríamos que es un reportaje, algo así como un largo reportaje en varias entregas de un dominical, algo que no resulta tan insólito en esta época de fast food, que no es ajena al fast book, objeto que no alimenta pero produce esa misma sensación de alivio o felicidad temporal. Y como no viene su composición, debemos adivinar sus ingredientes.

Miguel Fernández emplea las fuentes que todo periodista solvente utilizaría. En este caso, recortes casi unilaterales de prensa, charlas con el hijo y el hermano de Aute, opiniones puntuales de personajes que estuvieron en algún momento cerca del cantante (Luis Mendo, Bernardo Fuster, García Pelayo, Rosa León…), una confesa mirada al libro Aute, melodía poética de David F. Abel, y amplia información de Teddy Bautista, que estaba preparando un libro —ya imposible— de conversaciones con Aute; de hecho, uno de los 13 capítulos es la reproducción de un diálogo mantenido entre los dos cantantes —2015— sobre la situación política.

El libro, Me va la vida en ello, sigue de manera bastante ordenada la cronología —vida y obra— de Aute, desde aquella primera visita a Madrid en 1951 con sus padres y la entrevista al niño en Sábado Gráfico, hasta la repercusión de su muerte en plena pandemia, y todo ello adobado con excesivas alusiones a la actualidad política, social y cultural, es decir, contexto histórico que dé aire y sostenga la información. Podría decirse, por lo tanto, que el libro es una mirada (un vistazo) a la vida de Aute y sus alrededores, que todo ello forma parte de la viña del Señor.

"Miguel Fernández lo recoge, y Luis García Gil le dedica todo en capítulo, no en vano es autor de otros dos títulos cercanos: Aute, melodía poética y Entre amigos: Luis Eduardo Aute, queda la música, del 2023"

Si hay una fecha importante en la vida del cantante es marzo de 1983, cuando se celebró, en el teatro Salamanca de Madrid, su concierto Entre amigos, que resumía veinte años de su silenciosa trayectoria musical. Acompañado de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Teddy Bautista y Joan Manuel Serrat, el concierto —posiblemente el primero en ese formato y del que salió un doble disco en directo— marcó un antes y después en la trayectoria de Aute, quien dejó de ser un cantante de culto —y de eso nos dolimos sus devotos— a una figura popular, como se apreció en los abundantes recitales de ese verano. Miguel Fernández lo recoge, y Luis García Gil le dedica todo en capítulo, no en vano es autor de otros dos títulos cercanos: Aute, melodía poética y Entre amigos: Luis Eduardo Aute, queda la música, del 2023.

Presentación en Madrid del libro Me va la vida en ello, de Miguel Fernández. Foto: J. M. Plaza

El libro Aute infinito, del que ya hemos destacado todos los complementos, no es tanto una biografía sobre Aute (que lo es) como un estudio bastante pormenorizado de sus álbumes y canciones, su pensamiento (se recogen valiosos testimonios del cantante) y su mundo creativo. Intenta seguir el orden cronológico vital, pero sólo hasta cierto punto. En este sentido, sorprende que tras el primer capítulo, que aborda el mundo intelectual del joven Aute, pasamos al segundo, titulado Somnis de la Plaça Rovira, donde se habla de la relación de Aute con Barcelona y la música catalana, para, en el tercer capítulo, volver a 1966 y Rosas en el mar. Quizás no sea irrelevante el que su autor sea un estudioso de la música catalana y ha publicado un libro (un buen libro, por cierto, también en Alianza) sobre Serrat.

"Cualquier antología debe mantener un equilibro entre la objetividad, la verdad histórica y la subjetividad. Luis García Gil ha hecho su propia selección de temas, pero…"

Como detalle anecdótico, y solo para especialistas (de especias), en el libro de Fernández se cuenta la primera actuación de Aute en un escenario, que fue en un festival de villancicos en Pamplona; y en el de García Gil, que ignora este hecho, se comenta que el padre de Aute trabajaba en la empresa de la familia de Gil de Biedma en Manila, y hasta se habla de Ana María Drack y Marjo, aquella cantante de ojos grandes y voz ronca que ya casi nadie recuerda.

No vamos a extendernos más en ambos libros, sólo comentar, porque viene al caso, que Luis García Gil es un fan de Aute, a quien conoció y visitó en su casa, mientras que Miguel Fernández es periodista y escritor, del que no nos consta que conociera o fuese fan de Aute, lo cual no se sabe si es una limitación o un ventaja.

Cualquier antología (como la lista de las 50 canciones comentadas) debe mantener un equilibro entre la objetividad, la verdad histórica y la subjetividad. Luis García Gil ha hecho su propia selección de temas, pero… Así como no pueden faltar —y no faltan, “Al alba”, “La belleza” o “De alguna manera”—, tampoco pueden faltar —y faltan— “Aleluya número 1”, que fue la explosión, el vértigo y el comienzo de todo; “Las cuatro y diez”, un tema generacional y una rara canción sin estribillo; posiblemente “Quiéreme”, que tanto quería Eduardo, y “A día de hoy”, que como bien reconoció Aute, era su testamento vital “a día de hoy”, o sea, a sus 64 años, la edad que tenía precisamente el padre de Paul McCartney cuando éste se preguntó —en una canción de muy larga elaboración— cómo sería él en ese lejano horizonte.

No habría que pasar por alto la cándida obsesión de los dos autores por El País, como si fuese la publicación más constante y fiable para seguir los designios de la vida de Aute; ignorantes, acaso, de que Diario 16 y luego El Mundo fueron los periódicos que obstinadamente se ocuparon de la vida, obra, milagros y pormenores de Luis Eduardo Aute. Al fin y al cabo, su director, Pedro J. Ramírez era, además de vecino en un breve tiempo, un fan irredento del cantante, que asistía a todos sus conciertos y hasta escribió sobre él en su crónica dominical de Carta del Director. En el libro de Fernández, que también recurre al ABC, se ignoran estos dos periódicos; y García Gil, que cita a La Vanguardia en segundo lugar, dedica más atención a la prensa de Buenos Aires que a estos dos diarios, en los que Aute escribió algunos textos. Y  digo todo esto —y me adelanto a comentarios— como un paréntesis interesado.

"Bienvenidos sean estos dos libros que glorifican y actualizan al cantante, hoy tan vivo"

El libro Aute infinito ha guardado un sostenido silencio desde su publicación, mientras que Me va la vida en ello se ha movido casi tanto como Crisálida, de Fernando Navarro, y este verano ha recorrido media España tras su primera presentación —a la que asistí— en Madrid, donde Cristina Narea cantó “Cinco minutos” y estuvieron en la mesa Miguel Aute y Teddy Bautista, y ambos loaron el contexto histórico del libro. En esa presentación estuve hablando con un esperanzador Teddy y un entusiasta Ele Juárez, dos importantes personajes en la historia de la música pop española y de los que esperaríamos sus libros de memorias.

No se ha escrito aún la biografía definitiva de Luis Eduardo Aute, pero bienvenidos sean estos dos libros que glorifican y actualizan al cantante, hoy tan vivo.

Portadas de los dos libros sobre Luis Eduardo Aute aparecidos a los cinco años de su muerte.

Postdata. Curiosamente, estos dos libros tan distintos en cuanto a concepción, textura y edición (en uno van las fotos integradas en la historia; en el otro, en un cuadernillo aparte), el primer capítulo de ambos lleva el mismo título: “El niño que miraba el mar”. El de Fernández (de 13 capítulos) se inicia así: “Vivir era entonces un vértigo. Franco, Eisenhower y Pío XI se suceden en la portada de ABC con la misma frecuencia que Estados Unidos hace estallar bombas en el desierto de Nevada. En páginas interiores, el diario madrileño publica la eficacia del Uromil para combatir la gota y el reúma, la brillante originalidad de un nuevo grupo de viviendas en la calle Goya o la posibilidad de volar sin escalas a Namibia y Sudáfrica. En ese Madrid de brazo en alto…”.

El libro de García Gil (de 27 capítulos y el doble de texto): “Todo en la vida tiene un comienzo y un final. Entre medias suceden aquellas cosas que configuran un relato. Luis Eduardo Aute vivió muchas vidas en una sola, Pintor precocísimo y cantautor renuente a las mieles del éxito, que llegó a transitar en su década más clamorosa, los ochenta. Compuso algunos himnos, uno particularmente celebrado y simbólico: “Al alba”. Se debatió muchas veces entre el lienzo y el poema, entre la canción y el mundo audiovisual. Aute fue un creador polifacético, libre, gozoso en  la manera de sentir el arte…”.

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Paloma
Paloma
2 meses hace

Gracias Jose María por seguir deleitándonos con tus Artículos, inspiradores, ágiles y de una pulcritud maxima

Ernesto
Ernesto
2 meses hace

García Gil vive de escribir siempre el mismo libro. Ya lleva como cinco sobre Serrat y ahora va a hacer lo mismo con Aute, todos el mismo y todos iguales de aburridos.