Que el poeta ha sido considerado un mediador entre lo humano y lo divino y la palabra poética un vehículo de lo sagrado, así la escritura poética un reflejo de una cierta posesión divina, la cual desvela una verdad oculta, no es sino constatar que la poesía parece traducir lo inefable al lenguaje humano en un simbólico e infinito entramado. El poeta se revela, entonces, cauce por el cual esa voz se manifiesta, desde la antigüedad clásica, en cada época estableciendo una conversación a través de los tiempos. Balada, de Pere Gimferrer (Espasa, 2025), es la obra de quien en ese diálogo atemporal y eterno fija su voz para el porvenir.
Es el hombre que vive de las hojas
del libro no leído de la luz
En la noche invisible de tinta china
el pergamino se resquebrajó.
Vida y escritura se armonizan en una unidad primordial, donde cada acto asienta la afirmación y voluntad de la existencia —en una evocación filosófica a Sartre—, porque sólo en el último instante podremos definir nuestra esencia: “El azogue / donde vemos al final nuestra verdad”, concluye Balada. Sostiene el poemario una tensión subordinada a la belleza lingüística entre lo aún por descifrar, apenas intuido por la palabra poética, y el quiebre de un destino ya levemente sustentado por una frágil y vagarosa memoria: antinomia entre la imposibilidad de comprender aquello que desbasta el paso del tiempo antes de poder llegar a alcanzarse su aprehensión:
No acaba de acabar aquí el poema,
el latigazo de las valentías
en los pinares del amanecer.
El latigazo de decir “Yo soy”.
El poema se hace umbral entre ambas posibilidades. Rodeado de signos inteligibles, el poeta, en un estado más próximo al éxtasis que a la lógica racional, trata en esa epifanía de asir la palabra que celebra y apuntala la existencia. De esta manera, el poeta se fragmenta ante la consciencia de su inevitable destino y se libera:
(Ya era yo lo que no era)
el destino grabado en el metal de voz,
en una sola voz ojos vendados,
la invisibilidad de lo vivido,
el desgarro de la fulminación:
de mí hacia mí, destino pajarero
suelto en bandadas por el cielo roto
Pero quien busque en Balada el agónico canto de un cisne se equivoca. Si bien es cierto que no rehuye la muerte en tanto centro que equilibra nuestro efímero fulgor en la eternidad. En este sentido, el tono elegíaco del movimiento V oscila entre la fugacidad de la juventud, así la vida, y la inmortalidad, que la poesía puede proporcionar, encarnada en el poeta romántico Keats, cuya emblemática figura enhebra esta idea desde la cita del verso de su Endymion hasta la evocación de su epitafio “Here lies One Whose Name was writ in Water”:
Un poeta a propósito de flores,
apenas conocido en las gradas de Roma,
aquel joven escrito y descrito en el agua,
cuyo nombre trazaron las manos invisibles,
en lo líquido así transparentado,
a thing of beauty is a joy for ever,
entre linfas y ninfas el resplandor de Keats,
aguas abajo al mar, con su transmutación;
es el primer poema, la lágrima incendiada del tiempo del querer,lo que nunca seremos.
Cierta melancolía de lo irrecuperable, la conclusión amarga de que la belleza y la juventud pertenecen a un pasado que ya no nos pertenece, la pérdida irreversible de aquello que fue hermoso y ya no puede ser. Detiene el instante en el verso.
El tiempo nos resquebraja, nos deja en ruinas, no obstante la imaginación puede transformarnos, sobre todo, si es la de Rimbaud cuya salvaje y ebria fantasía desborda la oscuridad del pozo de la memoria, esa que nos construye una identidad. La poesía del francés se yergue como una liberación visionaria frente a lo pretérito:
Huesos de sepia va, como el pasado,
desplazando cadáveres al golfo;
ojos de oscuros puentes, barco ebrio
en la pajarería de Rimbaud.
Cada uno de los ocho movimientos o secciones son autónomos e independientes, aunque en su conjunto estructuran un todo eufónico donde el poema como “realidad verbal” se alza sobre las partes, porque Pere Gimferrer nos entrega en este largo poema la síntesis y culmen de su obra poética, desplegando en su hondura semántica y estética las hebras que han definido su obra. Ni la intertextualidad ni la heterogeneidad al aunar literatura con cine o noticias de prensa, aparentemente componen una novedosa partitura, no obstante, Balada es un canto y una invocación a la literatura desde sus raíces: Calderón de la Barca, Shakespeare, Montale, Rimbaud, Cernuda, Keats, Alberti, Bergamín… son mencionados, y en el subtexto: Eliot, Octavio Paz, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Guido Calvacanti o Salvatore Quasimodo, cuyas voces estrechan las distancias entre Madrid y Roma, Barcelona y Delhi, París y Granada.
Balada congrega la mejor poética de Pere Gimferrer como novísimo, desplegando en un ritmo armónico, sonoro y musical, las más eruditas figuras retóricas, entretejidas en un refinado encaje polifónico y fragmentado, no exento de cierta liturgia simbolista y cuasi experimental: “La porcelana rosa de los atardeceres, / la cara desollada del crepúsculo lila”. Quizá en estos tiempos de inmediatez y superficialidad, de simplicidad que no es sino pedestre incapacidad, el retorno de una de las voces poéticas más majestuosas nos exhorta a resistir en la complejidad de nuestro lenguaje, a redescubrir los abismos del léxico y la sintaxis, también la tradición literaria, a subvertir los patrones literarios imperantes y a entregarnos al deleite del placer estético.
—————————————
Autor: Pere Gimferrer. Titulo: Balada. Editorial: EspasaesPoesía. Venta: Todos tus libros.


Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: