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El silencio extraordinario

El silencio extraordinario

«La poesía no debe responder a los gritos del día», decía Paul Valéry. A veces es mejor llevarla al silencio para que no se pierda entre la multitud ruidosa. Los últimos y los primeros, de Álvaro Guijarro, publicado por la editorial Pre-Textos, es el testamento poético de su despedida. En estos tiempos que corren, cuando los poetas se multiplican como los panes y los peces, decidir callarse es un acto de rebeldía y de respeto por la palabra. Lamentablemente, la eternidad anhelada posiblemente no sea la de Rimbaud, sino la de las lágrimas en la lluvia del replicante Roy Batty.

"El deseo de eternidad de cualquier creador es el modus operandi más certero y, a veces, más voraz que el don creativo, especialmente cuando se cohabita con súcubos amenazantes"

Un poeta nunca abdica de su condición de poeta pese al cese de su actividad. Parafraseando a Hölderlin, cuando la palabra ya no encuentra su destinatario, en estos tiempos en los que parece que los dioses han huido, callarse no es rendirse, sino una decisión ontológica para proteger la esencia de la poesía. Es necesario preservarla de las palabras que las desvirtúan robándole el esplendor de sus imágenes y metáforas y la colocan al mismo nivel comunitario de los que carecen de imaginación y templanza. A Álvaro Guijarro le sobra imaginación y capacidad para asimilar la poética de todas las lecturas de sus predecesores. Es un gran observador de la belleza, lo que lo convierte en un gran lector de la vida y del arte. Él mismo se refiere a su escritura como ecótica. Se ha unido al eco de un canto que viene de lejos y suena a Kafka, Casariego, Alejandra, Perec o Ginsberg. Y también a Rimbaud, Rilke, Lorca, Vallejo, Paz, Bolaño o Claudio Rodríguez. Sabe que ocupa el último lugar de su comitiva ideal, de la que se siente heredero, pero también ha aprendido que la lógica divina decidirá si los últimos serán los primeros, como predijo Jesús en la parábola de San Mateo. El deseo de eternidad de cualquier creador es el modus operandi más certero y, a veces, más voraz que el don creativo, especialmente cuando se cohabita con súcubos amenazantes. De ahí que el dolor, la muerte, el miedo a la pérdida o a los deseos cumplidos sean sus temas más recurrentes. Quizás por ello haya consagrado su vida a mantener a salvo los secretos y el enigma del origen del fuego.

"Tornarse palimpsesto de un lector futuro de biografías que lo incluya en su devocionario de autores consagrados. La lista es larga y hay que hacer memoria, pero merece la pena el juego de la adivinación a través de sus vitagrafías"

Los últimos y los primeros abarca cinco estados esenciales del espíritu de Álvaro Guijarro. De entre todos por los que ha pasado para alcanzar su estatus de poeta ha elegido los que definen los hitos de su poética, los que la esculpen como piedra filosofal que algún día presagia interpretada junto a las cartas de despedida insertadas entre sus versos. En «Poemas de la sabiduría» reflexiona sobre la vida y la escritura, denuncia la pérdida del valor del tema, habla de la «teoría general del miedo» y busca «la pregunta del camino» donde reside el dolor, la soledad y la enfermedad. La verdad se haya detrás de los espejos funerarios de los maestros. Es necesario hacerlos añicos en busca de la propia eternidad. En «Poemas de la felicidad» se desatan todos los estímulos para devorar la vida emulando la bohemia de los románticos y haciendo de los placeres belleza y calle; refugios, al fin y al cabo, contra la fugacidad del tiempo. La búsqueda de un lugar en el mundo donde pueda aguardar su turno en el azar del canon conduce a los «Poemas de la ficción». Tres generaciones o cuarenta años calcula el poeta que durarán los «aplausos de plástico», paréntesis que separan su obra del púlpito de los maestros. El himno a la supervivencia con tintes platónicos lo convierte en visionario de una realidad que se repite por los siglos de los siglos —y amén— en su cuarto estado, «Poemas de la locura», donde el hallazgo es la paciencia, la virtud de esperar, como en la cola del supermercado, a que ocurra lo que acabará por ocurrir. «Tus palabras tendrán ojos», escribe mientras sueña con ser un punki de biblioteca con anhelo de leyenda, cuyos versos auguren citas en las puertas de los baños. Tornarse palimpsesto de un lector futuro de biografías que lo incluya en su devocionario de autores consagrados. La lista es larga y hay que hacer memoria, pero merece la pena el juego de la adivinación a través de sus vitagrafías. Da en el clavo al hablar de los eternos y, con afán de pertenencia al club de los poetas muertos, aprovecha para colocar su alcayata interrogante. ¿Cómo imagina él su propia muerte? Y será en «Poemas de la muerte» donde exalte su capacidad de evocación y cierre la puerta de la cárcel del texto con una delicadeza evocadora que trasciende toda derrota: «Libre, libre sin el peso / de palabras».

«Donde acaba la lírica acabo yo», podría ser el epitafio poético de Álvaro Guijarro; el alegato de un joven poeta que tan solo anhela caer «en los brazos de otro». Un quitarse de en medio memorable y discreto que resalta las texturas y los tonos imperceptibles del silencio en estos tiempos de lectura rápida. Para leer con un réquiem de fondo.

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Autor: Álvaro Guijarro. Título: Los últimos y los primeros. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todos tus libros.

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