Ya he contado, más de una vez, que de adolescente leía solo literatura de género, ciencia ficción y terror; géneros a los que de adulto regreso en algunas ocasiones. A Almudena, mi mujer, le ocurre algo parecido a mí, aunque ella solo leía terror. Hace unos años leyó La maldición de Hill House (1959), de Shirley Jackson (San Francisco, 1916 – Bennington, 1965), en inglés. Fue un libro que le gustó y empezó a comprar los otros libros que de ella ha publicado la editorial Minúscula, con la traducción de Carles Andreu, del que recientemente he disfrutado de las traducciones que ha hecho de la obra del australiano Gerald Murnane. Mi mujer compró la edición de La maldición de Hill House de Minúscula para regalárselo a su madre. Almudena llevaba años recomendándome que leyera a Shirley Jackon y, cuando se estaba acercando la festividad de Halloween, me trajo la novela de la casa de sus padres para que pudiera leerla.
La novela está narrada en tercera persona, pero casi siempre la narradora nos contará la historia desde el punto de vista de Eleanor, que será la protagonista principal de la novela. En más de una ocasión, la narradora nos mostrará los pensamientos de Eleanor, algo que no ocurre con el resto de personajes. Así que debemos considerar que la tercera persona, desde la que se narra, no es neutra, sino que su mirada está mediatizada por la de Eleanor, y este uso del estilo indirecto libre será muy importante para poder apreciar los juegos narrativos de los que se sirve Shirley Jackson en este libro. En resumen, el lector ha de saber que la voz narrativa de la novela no es del todo fiable.
El lector se acercará a Hill House desde la perspectiva de Eleanor, que viaja en coche hasta allí, una mansión construida ochenta años antes del tiempo narrativo, a las afueras de un pueblo y rodeada de montañas. El texto es bastante sugerente para el lector, que irá siendo sugestionado por la sensación de amenaza que desprende la casa. Desde el comienzo Eleanor siente que la casa tiene vida propia y que algo malvado emana de ella. Me gusta la idea de que Hill House no es una casa en la que haya, por ejemplo, presencias de fantasmas, sino que es la propia casa la que es una presencia con vida. En muchos párrafos se insiste en la idea de que la casa es similar a un depredador en disposición de abalanzarse sobre las personas que atraviesan sus puertas. «La casa le estaba esperando, malvada pero paciente.» o «Hill House se echó sobre ella en tromba» (pág. 43), y en la página 49: «Cuando se plantó en medio de la habitación, el silencio opresivo de Hill House se abalanzó sobre ella. “Soy como una pequeña criatura que un monstruo se come entera –pensó–, y el monstruo siente mis movimientos en su interior.”».
Además de los cuatro personajes ya nombrados, a estos los acompañarán una pareja de sirvientes, de aire algo siniestro y hosco, que viven en el cercano pueblo y que nunca permanecen en Hill House una vez que ha caído la noche.
El doctor John Montague quiere escribir un libro sobre Hill House, y por eso instará a sus compañeros a tomar notas sobre cualquier experiencia sobrenatural que vivan. Me ha llamado la atención que, a pesar de que el doctor apunta que le interesa hablar de Hill House desde un punto de vista científico, no ha acudido a la casa con magnetófonos, cámaras de fotos o de películas para tratar de registrar los supuestos fenómenos a los que van a estar expuestos. Es posible que, en el momento que se escribió la novela, en la década de 1950, aún no fuera corriente este tipo de planteamientos, o también es posible que la no existencia de posibilidades reales de registrar los hechos a los que supuestamente se van a enfrentar permita a la autora trabajar con la idea de la ambigüedad narrativa. Me gusta esta idea: al enfrentarse por primera vez a un hecho sobrenatural, nuestros investigadores de lo oculto van a sentir euforia, una euforia que puede irse transformando en miedo. Esta idea se repetirá más tarde en la película Poltergeist (1982) de Tobe Hooper.
Diría que la inspiración más clara para Shirley Jackson a la hora de escribir La maldición de Hill House es Otra vuelta de tuerca (1898), de Henry James, donde la historia de terror no se acaba de saber si es real o solo ocurre en la mente de los personajes.
Es cierto que Jackson construye una historia trágica sobre el pasado de los habitantes de Hill House, pero nunca acabará de haber una explicación clara sobre si una de las tragedias que sucedieron en el pasado en la casa con los acontecimientos sobrenaturales que los protagonistas del libro pueden vivir en el tiempo narrativo de la obra. Más de una vez he tenido la sensación de que Jackson sí que estaba narrando hechos físicos que suponían cambios palpables y visibles para todos los testigos, pero, al final, por ejemplo, a la mañana siguiente de escuchar un golpe afuera de las habitaciones y sentir que ese pasillo había sufrido desperfectos, esto no había influido sobre la realidad o la realidad palpable de todos los personajes.
Eleanor, que ya sabemos que es la protagonista de la historia, no ha tenido una vida fácil, ya que, desde muy joven, quedó encargada de cuidar a su madre impedida, tarea de la que ha librado su hermana, lo que le permitió casarse y a ella no. La madre ha muerto tres meses antes de que ella haya contestado la carta del doctor y haya decidido aceptar su invitación a Hill House. Es posible que el pasado trágico de Eleanor esté influyendo en su percepción de lo que cree estar viviendo en la casa, y también en su percepción de cómo se están relacionando las otras personas con ella.
Sin ser ningún experto en novelas sobre casas encantadas diría, que La maldición de Hill House ha influido mucho sobre el género, tanto en novelas como en películas. El propio Stephen King se declara un gran admirador de Shirley Jackson. Gracias a su libro, Danza macabra, en el que King hace un estudio sobre le género de terror, fue como mi mujer sintió interés por leer a Jackson, tras conocer los elogios que King le declaraba.
Quizás La maldición de Hill House puede decepcionar a aquellos lectores que desean acercarse a novelas cerradas y con explicaciones finales claras, pero les gustará a todos aquellos —como yo— que disfruten de la creación de atmósferas inquietantes y escenas malsanas y ambiguas. Me lo he pasado muy bien con La maldición de Hill House.


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