Merecedora del galardón Letras del Mediterráneo, esta novela imagina la existencia de un club secreto que solo acepta a personas que hayan sufrido un secuestro a lo largo de su vida. Este trauma hace que esas personas tiendan a los comportamientos extremos.
En este making of Juan Ramón Biedma explica cómo escribió El club de los primigénitos (Almuzara).
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Durante el transcurso de la gira de presentaciones de uno de mis libros, salí una tarde del hotel y me encontré paseando por una calle que ya había visto cincuenta veces, aunque con toda certeza era la primera vez que visitaba aquella ciudad.
Así que, por primera vez, decidí enclavar mi próxima novela en una ciudad indefinida, una ciudad que fuera todas las ciudades.
El propósito no era nuevo, hacía mucho que deseaba reflejar que la verdadera identidad de nuestras capitales no reside en sus calles céntricas, ni en sus monumentos, ni en su folclore, a lo mejor ni en su historia. Su verdadero carácter reside en sus barrios y en esa gente paradójicamente denominada anónima.
Y me disponía a situar en una localidad sin nombre a una mujer conocida por curar males de ojo, que ha secuestrado a su nieta, perdiéndola entre bloques lineales, pisos alquilados por habitaciones, polígonos industriales, muchos polígonos industriales, que son, en la literatura gótica del siglo XXI, el espacio que ha sustituido a los viejos castillos, cambiando callejas sin salida por pasadizos, naves por torreones y acústica industrial por sonidos de espectros, pero manteniendo el mismo aire tenebroso, cuando se cruzó en mi camino el Galardón Letras del Mediterráneo.
La propuesta era clara: ellos me proporcionaban un contexto y yo aportaba la novela. Estoy seguro de que en ningún otro momento podría haber aceptado, pero conocía bien Castellón —gracias, sobre todo, al festival Castellón Negro que me había distinguido con un premio a toda mi trayectoria— y muy pronto comprendí que era la clase de ciudad que necesitaba para terminar de delimitar los confines de mi historia.
Después me tocó sumergirme en sus calles y en las historias de sus barrios —más hemeroteca que bibliografía—, intercambiar millones de correos con una amiga de la zona que verificaba cada localización, con un psicólogo especializado en secuestros del que aprendí que la privación de libertad es una sonda que puede condicionarte toda la vida, desempolvar las viejas crónicas de esa figura tan nuestra de la hechicera metida a buscavidas y, sobre todo, rastrear a ese nuevo proletariado situado exactamente en el margen del sistema, en ese borde entre el lumpen ocasional y una clase obrera sin conciencia de serlo, un enorme colectivo producto de la precariedad, de una Nueva Transición hacia un mundo que va a saltar en mil pedazos.
Con esto, y el resto de las piezas, ya estaba listo para comenzar el proceso de siempre, el que he seguido desde la primera novela y el que enseño a mis alumnos: la elaboración de un corpus de treinta o cuarenta páginas en el que se encuentra ya toda la obra: el desglose escena a escena, referencias documentales de todo tipo, fragmentos de diálogo, emplazamientos y cualquier otra información sobre la trama o los personajes que me puedan resultar útiles en el ensamblaje final.
Por último, la labor de escritura, la pelea diaria por encontrar el tono perfecto acompasado al ritmo que le corresponde, la huida del giro común, la búsqueda del ajuste, siempre el ajuste.
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Autor: Juan Ramón Biedma. Título: El club de los primogénitos. Editorial: Almuzara. Venta: Todos tus libros.


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