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A nadie le importa

A nadie le importa

A nadie le importa. Es domingo, y es el único día de la semana que cocino con tiempo suficiente. Las patatas al horno me quedan estupendas. Pero antes de que pueda disfrutarlas veo cómo el sol comienza a descender por la línea imaginaria del horizonte y ya me siento entrando en el lunes. Ahora los lunes son una cosa mejor de lo que eran. Pero siguen siendo un recordatorio de todo lo que quería hacer y no me dio tiempo. No importa cuánto me aplique, nunca hay tiempo.

Y las patatas siguen estando estupendas, pero a nadie le importa.

La humanidad da el primer paso para que una mujer camine por la luna. La humanidad, referida esta como un grupo de burócratas que nadan en la abundancia y no sabrían entender las dificultades por las que pasa una familia de un país en vías de desarrollo. Qué gran cosa esta. Será un consuelo para las mujeres que mueran asesinadas por sus parejas. O para aquellas que visten manteles y se cubren las cabezas con ellos, creyendo que lo hacen siguiendo una verdad superior. Una mujer privilegiada, en nada diferente al resto de privilegiados del mundo, se servirá de cantidades ingentes de combustible para viajar a un satélite aburrido y dar unos saltitos.

Los burócratas llevan la igualdad a la luna, pero a nadie le importa.

"Se fracasó desde el momento en que se pretendió que un 30% de áreas marinas protegidas representaría algún bien para el mundo"

Otros burócratas, o quizás los mismos, empeñados en construir en sus mentes infantiles un mundo perfecto que nunca existirá, fracasaron esta semana pasada en lograr una protección mínima de los océanos. Seré más específico. Se fracasó desde el momento en que se pretendió que un 30% de áreas marinas protegidas representaría algún bien para el mundo. Muchos países lo ignoraron. Otros crearon reservas tan pequeñas que no servirían de refugio ni a un solo boquerón. Y otras naciones crearon reservas tan lejos de sus costas que ni jartos de vino mantendrían una flota en la zona para asegurarse de que los chinorris, o los honrados esnifa-harina del norte de España, no sacaran del agua hasta el último batracio coleante. Pero aunque los países firmantes hubieran intentado fingir que les importa algo la salud del océano al que debemos la vida, el fracaso estaba servido. Porque no, señores, la reunión de una panda de besugos vestidos de traje, que seguro que han consumido platos gourmet compuestos por ingredientes con un gran impacto medioambiental, han sido incapaces de alcanzar un acuerdo mínimo respecto al tema.

No habrá un treinta por ciento del océano protegido. Pa nunca. Pero a nadie le importa.

En alguna parte del mundo, un grupo de estudiantes universitarios, a quienes se les dice que son el futuro, responden en un 99,8% que la tecnología resolverá los problemas medioambientales a los que nos enfrentamos. Esos alumnos acaban de leer la «tragedia de los bienes comunes», de Garrett Hardyn. Acaban de leer a un señor exponer con brillantez que el ser humano debe comprender la trampa lógica que supone creer que la capacidad tecnológica de la civilización resolverá todos los desastres naturales. En primer lugar porque no es posible. Y en segundo lugar porque pensar de ese modo conducirá a un estilo de vida aún más despreocupado y a un empeoramiento de los problemas medioambientales. Y, me atrevo a añadir yo mismo, en tercer lugar porque es el desarrollo de la tecnología lo que ha hecho posible el crecimiento desaforado de una raza que se reproduce como piojos en una guardería y que incrementa su consumo de los recursos de forma exponencial, si es que no logarítmica. Creer que la tecnología nos salvará es el equivalente del siglo XXI al “ya lo hará otro”. Y todos sabemos que nunca hay otro. Pero a nadie le importa.

"Hay quienes, en un acto de valor encomiable, se niegan a tener hijos. Lo hacen porque temen los retos medioambientales a los que nos enfrentaremos como especie"

Hay quienes, en un acto de valor encomiable, se niegan a tener hijos. Lo hacen porque temen los retos medioambientales a los que nos enfrentaremos como especie. Porque no desean que sus descendientes se añadan a la capacidad de carga del planeta. Lo hacen, en definitiva, porque son responsables. Y quizás deseen tener hijos, quizás quieran un hijo al que cuidar, al que educar y ver crecer. Pero algunas personas se escapan del egoísmo que nos impregna como especie y hacen sacrificios propios para salvar a otros. Esto, por supuesto, es un rango seleccionado negativamente por la evolución, puesto que los humanos venideros serán, en su mayoría, como los que se reprodujeron. Al menos, creo, les debemos agradecimiento a esas personas que se sacrifican por el resto. En cambio, hay que ser testigos de cómo son atacados por la panda de necios retrógrados que no quieren aceptar la magnitud de la desgracia ecológica a la que nos enfrentamos. Un señor al que llaman periodista publica un artículo repugnante en el que ataca a estas personas. Los tilda de cobardes, los llama egoístas y, exponiendo su ranciedad, solterones. A este señor le pagan por publicar en un diario de tirada nacional, y nos lo tenemos que comer con patatas. Pero a nadie le importa.

En una época en la que disponemos de medios tecnológicos con los que airear hasta los detalles más minúsculos e insignificantes de nuestras vidas, con los que creer que nuestra irrelevancia no existe, con los que pensar que en la vida te tienen que mirar para formar parte de una verdad superior, para ser transcendente, la realidad, la hermosa realidad, es que a nadie le importa nada.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Encomiables preocupaciones las de usted en este distópico mundo que estamos viviendo. Buen artículo para la concienciación, falta nos hace a todos.

Pero quizás ya nada tenga remedio y podríamos predecir nuestro final como especie recurriendo a la teoría del caos de la que leo es usted experto.

Cómo se va a preocupar nadie cuando se estan desperdiciando miles de toneladas de materias primas y de combustible, que no tenemos, en una guerra iniciada por un autócrata sin conciencia, ávido de poder. Cómo, si hay otros que están planeando iniciar otras guerras para expandir sus dominios y su totalitario poder, sin pensar que la extinción está a la puerta de la esquina.

Y, gracias a ese autócrata, las desechadas centrales nucleares y sus riesgos vuelven a ser consideradas y volvemos a extraer y a quemar carbón. Nada ha csmbiado en milenios ya que seguimos en manos de perversos tiranos y de las élites de poder. Y la obsesión actual por esos viajes planetarios es quiźas porque se da por descontado, por esas élites, una destrucción global en la que preparar la huida es la mejor de las soluciones. Y si va una mujer es por intentar preservar la reproducción e intentar preservar que, en un futuro, podamos destruir el siguiente planeta. No nos extrañemos si nos enteramos de que intentan un embarazo en el espacio.

No solo viaje a la luna. Hambre y aviones hipersónicos, muerte y devastación y misiles indetectables, pandemias y tanques indestructibles, pobreza extrema y submarinos nucleares… los autócratas se van a repartir las cenizas.

Si pequeñas variaciones pueden producir efectos inconmensurables, las alteraciones que se están llevando a cabo nos llevarán al Armageddon.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Yo creo que sí nos importa a todos pero nos es imposible decidir. En las autocracias por su propia idiosincrasia y en las democracias porque se han convertido en autocracias de cuatro años en las que nadie está obligado a cumplir los programas en los que brilla por su ausencia la conservación de los ecosistemas.

Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

Yo soy una de esas personas que, según usted, están trayendo la desgracia al mundo, pues he tenido familia numerosa. No vivo en una ciudad, produzco una buena parte de lo que comemos y nuestra factura de luz mensual nunca sube de los 50 euros, aunque en breve pondremos placas solares y la bajaremos más, además de dejar de echar gasolina. Además de esto, somos católicos y fíjese bien, creemos un deber no comprar o consumir lo que no necesitamos -y por tanto, es un pecado su contrario-, y tenemos una idea muy ajustada de que es necesario para el hombre. Si ustedes los progres no hubieran destruido el ecosistema moral de las sociedades antaño cristianas, posiblemente tendrían menos consumismo y un ecosistema físico más estable. No es que los países de cultura católica sean más pobres porque son tontos, es porque en nuestra cultura la riqueza y la acumulación son medios, no fines. Miente usted: la tecnología, combinada con la coherencia, evitaría todo ese supuesto apocalipsis con el que nos anatematiza la secta del cambio climático. Si reside en una ciudad y su factura eléctrica es más cara, usted sólo consume y gasta más energía que toda mi familia. Es de suponer que tiene usted televisor, nosotros no. Es desuponer que tiene un ordenador de menos de diez años, nosotros no. Es de suponer que usted tira comida, nosotros no. Sea coherente y no viva, como usted desea que no vivan mis hijos. Para mí, ellos tienen el mismo derecho que usted a vivir, exactamente el mismo, pero yo nunca le he dicho que usted sobra. Es usted quien lo dice. Sea coherente. Y cuando pueda, me explica la relación entre tener hijos y el cambio climático.