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Aprende a escribir con… Gustavo Martín Garzo

Fotografía de portada: Henar Sastre

A Gustavo Martín Garzo siempre le acompaña un libro que no puede leer. Se trata de una edición en miniatura —apenas diez centímetros de alto— de los mejores poemas de Emily Dickinson en lengua original. Y, como resulta que él no habla inglés, pues nunca ha entendido lo que pone en su interior. Evidentemente, en una de las estanterías de su despacho reposan las obras completas de la estadounidense traducidas al español, pero eso no quita que el vallisoletano siempre tenga ese ejemplar a mano, como una presencia necesaria para escribir, como un objeto al que acudir a la búsqueda de inspiración, como un fetiche del que no se puede desprender.

Martín Garzo escribe de 09,30 AM a 14,00 PM, y lo hace en «la cueva». Así llama a su despacho, una habitación cuya puerta se vislumbra al fondo de un pasillo tan forrado de estanterías que sólo admite el paso de una persona. Allí, custodiado por todos esos libros y atestado de fotografías vinculadas al mundo del cine y de la literatura, se encuentra el estudio en el que el autor se encierra durante cuatro horas y media al día, sábados y domingos incluidos. Antiguamente, cuando trabajaba como funcionario en la Junta de Castilla y León, se levantaba a las 05,30 AM y, aprovechando la conexión que todavía tenía con el mundo de los sueños, escribía durante un par de horas. Pero, desde el año 2000, que es cuando pidió una excedencia y se volcó en la literatura, tiene un horario más racional. Dejó la administración pública porque en aquella época los escritores podían vivir de los festivales que montaban las cajas de ahorro, de las charlas que les solicitaban por doquier y, en definitiva, de los bolos que se organizaban cada dos por tres en una España de vacas gordas que ahora resulta difícil de imaginar. Nada queda hoy de aquella época dorada. Nada, salvo las ganas de seguir escribiendo y el ejemplar de Emily Dickinson sobre la mesa.

"Martín Garzo decide que ha llegado la hora de empezar una nueva ficción cuando, de repente, percibe una emoción en su interior"

Gustavo Martín Garzo arranca sus novelas sin saber de qué van. Un día se sienta ante el ordenador y empieza a teclear sin siquiera intuir hacia dónde se dirige. Desconoce el argumento, no ha perfilado a los personajes, tampoco ha definido al narrador. En este sentido, podríamos decir que es un escritor sin método. Pero estaríamos mintiendo. Porque tiene algo mucho más valioso que todo lo anterior: tiene el «sentimiento de un libro». Martín Garzo decide que ha llegado la hora de empezar una nueva ficción cuando, de repente, percibe una emoción en su interior. Normalmente, se trata de un estremecimiento vinculado a una imagen o a una situación que le ha removido por dentro y que debe compartir con los demás. Por eso se encierra en su despacho: para buscar la manera de expresar algo tan abstracto como pueda ser un escalofrío. Y la manera de hacerlo, cómo no, es levantando una novela.

Fotografía: Ricardo Suárez.

"Las novelas de Martín Garzo no son más que sentimientos convertidos en palabras"

Por ejemplo, su ficción La ofrenda (Galaxia Gutenberg, 2018) nació por un sentimiento que le asaltó durante la infancia y que tardó décadas en liberar. El germen de aquella emoción fue una escena de la película El monstruo de la laguna negra (Jack Arnold, 1954), cinta que Guillermo del Toro versionó en su oscarizada La forma del agua (2017). La actriz Julie Adams nadaba en un lago mientras una especie de hombre-pez se deslizaba en decúbito supino justo por debajo de ella, mirándola fijamente, casi rozando su vientre. Aquella secuencia impresionó tanto a Martín Garzo que, durante gran parte de su vida, buscó la forma de recrear el sentimiento que le produjo. Hasta que un día tomó asiento, hizo crujir sus dedos y se puso a escribir.

Así que las novelas de Martín Garzo no son más que sentimientos convertidos en palabras. Y si luego se convierten en literatura es por lo que él mismo llama «los hallazgos», momentos de deslumbramiento que le sobrevienen cuando, durante la búsqueda de la palabra exacta, de la frase armónica o del párrafo redondo, aparece una idea que el propio autor no creía ser capaz de generar. Y es que la literatura, queridos lectores, nunca es el resultado de una planificación, sino de la lucha continua con eso que todos llevamos dentro y que solo algunos consiguen sacar.

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La última novela de Gustavo Martín Garzo es El árbol de los sueños (Galaxia Gutenberg).

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