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Aprende a escribir con… Horacio Castellanos Moya

Aprende a escribir con… Horacio Castellanos Moya

Horacio Castellanos Moya tuvo la inmensa suerte de nacer en un país sin literatura. El Salvador de su juventud era un páramo cultural en el que, por no haber, no había ni sistema editorial y en el que los escritores eran vistos por las autoridades como elementos subversivos a los que convenía si no silenciar, cuando menos controlar. Con semejante ambiente político se entenderá que, cuando alguien oía el susurro de las musas, se tapara los oídos y se pusiera a silbar.

Este clima de represión llevó a la ruina a uno de los países a fecha de hoy más pobres de Centroamérica, pero engendró a uno de los escritores más grandes de la narrativa española. Sí, Horacio Castellanos Moya se hizo novelista en la más absoluta de las soledades, y aun así levantó una obra extraordinaria. Nadie le echó una mano, nadie le guio en sus años de formación, nadie mostró interés por sus primeros textos. Pero la literatura se abrió igualmente camino en su interior.

"Sí, Castellanos Moya cree que cada novela se expresa de un modo diferente dentro del escritor y que es la propia obra la que determina el modo en que saldrá a la luz"

Castellanos Moya se inició en eso de la escritura de un modo intuitivo. Y de ahí que digamos que tuvo una suerte inmensa. Porque hoy, cuando le preguntan por su método de trabajo, responde que carece de uno. Las novelas brotan de sus entrañas como lo hacen los árboles que rompen el asfalto de las ciudades abandonadas: sin orden ni concierto, pero con una fuerza descomunal. Así pues, este autor permite que lo que lleva dentro salga al exterior como le venga en gana y evita constreñir su nacimiento con horarios laborales, técnicas de trabajo o normas autoimpuestas. Simplemente, deja que todo fluya y espera a que sea la historia la que le indique cómo quiere ser concebida.

Sí, Castellanos Moya cree que cada novela se expresa de un modo diferente dentro del escritor y que es la propia obra la que determina el modo en que saldrá a la luz. Las hay que reclaman una forma de escribir explosiva, negándose en redondo a ajustarse a un plan prestablecido, mientras que también las hay que exigen un sistema de trabajo metódico, en el que uno no puede salirse del calendario fijado. Al primer grupo pertenecieron Insensatez, El asco y La diabla en el espejo —que por cierto también exigió ser escrita en calzoncillos y en máquina Olivetti—, mientras que al segundo correspondieron La diáspora, Moronga y La sirvienta y el luchador.

"Esta es la única norma que sigue Horacio Castellanos Moya: escribir únicamente cuando nada le perturba"

De igual modo, son las novelas las que determinan el instrumento con el que desean saltar a la realidad. Unas quieren materializarse mediante lápiz y papel, y otras requieren un laptop. Y aunque parezca que las primeras deberían corresponder a las del método de trabajo explosivo y las segundas al del sistemático, resulta que no es así, puesto que la combinatoria entre las cuatro opciones es tan libre que ni Castellanos Moya sabe explicar por qué. De hecho, si se insiste en el interrogatorio sobre los motivos por los que unas obras quieren venir al mundo así y otras asá, el autor acaba respondiendo que eso habría que preguntárselo a las mismísimas novelas.

Con el plazo de tiempo ocurre exactamente lo mismo. En opinión del salvadoreño, asignar una duración a la redacción de un libro es tan absurdo como pretender adivinar la forma que adoptará un huevo después de lanzarlo contra la sartén. Horacio Castellanos Moya escribe cuando la vida se lo permite, sin más. Nunca combina un trabajo asalariado —profesor de universidad o periodista, principalmente— con la redacción de una novela porque, según dice, cuando una historia explota en su interior, demanda que le dedique toda la atención. De manera que este narrador espera a acumular una cantidad de dinero suficiente como para aislarse durante una temporada del mundo y, cuando la ha conseguido, dice adiós muy buenas al trabajo, se encierra en su casa y se lanza sobre el ordenador o la libreta. Y si las circunstancias le obligan a volver a buscar un empleo, aparca el manuscrito y no lo retoma hasta que vuelve a disponer de un periodo de tiempo libre de cualquier obligación.

Esta es la única norma que sigue Horacio Castellanos Moya: escribir únicamente cuando nada le perturba. Todo lo demás, desde el horario hasta los instrumentos de trabajo, viene determinado por la voluntad de la propia obra, que no sólo emerge en su corazón de un modo argumental, sino también laboral. Es como si las musas trajeran, además de inspiración, un manual de instrucciones sobre el modo en que deben ser transcritos los susurros que traen al anochecer.

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El último libro de Horacio Castellanos Moya es Roque Dalton: Correspondencia clandestina y otros ensayos (Literatura Random House).

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