En Zenda reproducimos el Prefacio de Arte parece, plátano es (Taurus), de Laura Revuelta.
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EL ARTE DE UN MUNDO SIN VANGUARDIAS
Sin apenas darnos cuenta, han transcurrido los primeros veinticinco años de este siglo XXI, que esperemos aguante lo suficiente para dar una bienvenida al próximo. La idea de este libro surgió, precisamente, de una combinación juguetona entre ambas cifras: las veintiuna claves para saber, y poder entender, qué ha sucedido en el arte contemporáneo a lo largo de estos últimos veinticinco años. No he querido incluir ni un punto más ni un punto menos porque la cuadratura de este círculo se hubiera ido al garete, ¿y qué mejor manera de celebrar un aniversario tan redondo que haciendo un resumen igualmente redondo?
Las polémicas al respecto están servidas, como otras tantas que han de venir en los próximos años, y se enmarcan dentro de la lucha entre la llamada ideología o movimiento woke y el antiwoke. Un choque entre dos galaxias. La creación de los últimos veinticinco años transita por unos discursos que no solo hablan de revisionismo sin tapujos del pasado, sino también de cuestiones de género; de feminismo, por supuesto; de descolonizar o «decolonizar», como prefieran llamarlo; de cambio climático y de todos aquellos conceptos que están moviendo el mundo hacia otros des tinos más sostenibles e igualitarios. La fractura es mayúscula y quienes se encuentran en el epicentro de este terremoto se resisten a ser engullidos por el agujero negro. En esta agitación nos encontramos con mayor intensidad si cabe desde que Donald Trump asumiera, por segunda vez, la presidencia de Estados Unidos a comienzos de 2025 junto a su cuadrilla de guardaespaldas tecnológicos, con Elon Musk a la cabeza. No sé muy bien si lo que hacen el presidente republicano y sus correligionarios puede definirse como política o antipolítica, pero no se debe obviar en este recorrido artístico porque, al cabo, lo que trasciende es una guerra cultural entre el progreso y el antiprogreso. De hecho, verán cómo los líderes de la ultraderecha y del populismo (Meloni, Abascal, Marine Le Pen…) van apareciendo cada vez más en esta historia a medida que los capítulos se acercan al género, a los feminismos o al cambio climático; es mencionar cualquiera de esas cuestiones y el magnate irrumpe en escena, cual elefante en una cacharrería, para ensombrecerlo todo.
De Picasso saltamos en la secuencia a Marcel Duchamp, a quien, sin duda, debemos considerar el artista más influyente de este siglo XXI (y de lo que le queda por delante, esperemos). Sin él, su urinario, sus ready-mades, su legado, lo que he dado en llamar «la iglesia duchampiana de todos los tiempos», no habría gaitas conceptuales que tocar. Ser conceptual o no ser conceptual, esa es la cuestión. Y en este dilema se han ido muchas energías, y otras tantas disputas. La banda sonora del arte contemporáneo de estos veinticinco primeros años del siglo XXI la compuso John Cage porque Duchamp sentó las pautas de lanzar al aire ideas como quien hace juegos malabares. Muchas de ellas se han estampado contra el suelo y algunas han prosperado en el imaginario más llamativo o escandaloso de estos tiempos. El plátano de Maurizio Cattelan es la consagración suprema de la broma infinita que se representa en el escenario del arte contemporáneo, a la que un mercado millonario, que se mueve al impulso del más difícil todavía, le da carta de autenticidad. De ahí el título de este libro: Arte parece, plátano es. Pero antes de Cattelan y su Comedian hubo un tiburón en formol que casi casi se zampa a su autor, Damien Hirst, al que se le bajó un poco la espuma de los días, pero sin cuyas heroicidades creativas y mercantilistas no entenderíamos lo que ha pasado y está pasando. Y también Andy Warhol, que aún sienta sus posaderas en este siglo XXI para que la calculadora siga multiplicando cifras imposibles. Ni el presente ni el futuro se entienden sin ciertas figuras del pasado. Todos ellos aparecen en estas páginas. El mercado, con sus agentes de cambio y de bolsa (galeristas, coleccionistas, casas de subastas…), tiene su lugar en este análisis. Diría aún más: se constituye en una especie de dios que se cuela por todos los rincones. Quita y pone reyes en este firmamento. Quiere sacar provecho de todas las novedades y de todos los discursos. Aparecen los NFT, como penúltima novedad, y el mercado los engulle. La inteligencia artificial viene a echar a los artistas de la escena, o a aliarse con ellos en piezas que aún no sabemos si son vanguardia o letanía de la vacuidad, y el mercado la devora. Una ruleta de la fortuna que no para de dar vueltas, que se alimenta del escándalo, tan buscado en el arte por unos y por otros, de las redes sociales y de sus novísimos divulgadores en Instagram, TikTok, en los pódcast… A todos ellos los saludo desde estas páginas, porque han llegado con este siglo y nadie sabe a ciencia cierta en qué se reconvertirán o reciclarán para seguir las pautas de la sostenibilidad a la que estamos obligados. O estás con ellos o mueres en el intento de existir y permanecer en este tiempo de algoritmos infinitos y volubles. De artistas a nuevos generadores de contenido y de crítica; de galeristas a museos. Nada ni nadie puede mantenerse al margen del eco de las redes sociales.
El turismo cultural masificado, los museos saturados, enredados en colas (cifras) interminables de público, los y las artistas de renombre, como Yayoi Kusama, que se transforman en marcas de moda al más alto precio. Los grandes eventos artísticos buscan y encuentran en los fogones a los nuevos maestros o fenómenos creativos: uno de los hits de este primer cuarto de siglo lleva el nombre de Ferran Adrià. También callejeo en busca de Banksy y su don de la ubicuidad, su habilidad para estampar su sello en todas las partes del mundo, en todos los rincones, burlar a la crítica, al mercado, y guiñarle un ojo al gran público. Todos estos capítulos forman parte de las veintiuna secuencias aquí reunidas. Sin olvidarme, por supuesto, de que estas han sido las décadas en las que se ha sacado del armario del olvido a una larga lista de mujeres artistas. Pese a que han sido en su mayoría hombres, y blancos, quienes han escrito el canon, lo han definido, han formado parte de él y se lo han apropiado, a lo largo de la historia siempre ha habido mujeres artistas y nunca dejará de haberlas. Bien por esta tendencia, que no va a pasar de moda, como otras que se suceden en las siguientes páginas. Es, sin duda, una vanguardia que no debe quedar en la retaguardia. Del resto, el tiempo nos dirá.
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Autora: Laura Revuelta. Título: Arte parece, plátano es: 21 claves para entender el arte del siglo XXI. Editorial: Taurus. Venta: Todos tus libros.


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