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Asoma Famosa Aloma Mola

Aloma mola es un palíndromo. Aloma Rodríguez se escribió cuando decidió huir de Madrid, se nació, o renació, más bien, cuando abandonó la ciudad. Si Aloma no hubiese huido de Madrid, Puro glamour (La Navaja Suiza), su último libro, no hubiese podido mostrar la idea de lo que era eso de irse de Madrid. Así que Aloma, al final, se fue como se huye de una antigua novia, o como se evitaba a un vecino molesto y cotilla. Atrenizó en Zaragoza y publicó Puro glamour. Ponía en práctica aquello que decía Tizón: “Escribir cambia el destino”, y escribiendo, no solo cambió de ciudad, sino que “he vuelto a mi ciudad después de nueve años en Madrid, de donde huye la gente y de la que yo, en el fondo, me sentí expulsada. Echo de menos Madrid o, mejor dicho, echo de menos una idea de Madrid. Echo de menos estar en Madrid, porque se supone que es donde las cosas pasan. Como si estar en Madrid me fuera hacer mejor escritora”.

Puro glamour son instantáneas de vida y existencia. Asoma un par de veces Félix Romeo, que le decía a Aloma: “La fermentación es civilización”. La escritura de Aloma fermenta fuera de Madrid, porque regresa a la civilización, donde escribe mejor. Escribir salva. Ahora, sita en una ciudad que es protagonista, ambas se singularizan, sobre todo porque ni son parte de una autobiografía típica, ni son elementos de un discurrir tópico.

"Esta capacidad de prosa atenta se demuestra cuando mira de otra manera las cosas que rodean a sus días"

Aloma, pues, asoma famosa en Zaragoza. Como escritora. Allí cuenta sus días desde una perspectiva a veces intimista y otra gamberra. Sí, Aloma tiene una mirada gamberra. En Puro glamour narra de forma parecida a como lo hacía Moravia en Los indiferentes (Plaza y Janés, 1975). Este contaba sus historias, nos describe Natalia Ginzburg en Vida imaginaria (Lumen, 2023), con una “extraordinaria capacidad para posar sobre la realidad una mirada fulminante, penetrante y furtiva e involuntaria, en extremo atenta y enjuiciadora, pero al mismo tiempo casual, despistada y desatenta”. No había mejor forma de caracterizar la prosa de Aloma en Puro glamour, pero sin olvidar un dato: Ginzburg aprendió a escribir con Los indiferentes y Aloma lo está haciendo con Ginzburg.

Esta capacidad de prosa atenta se demuestra cuando mira de otra manera las cosas que rodean a sus días: elige algo que hace de manera ritual, por ejemplo, o destaca y anota por escrito lo que le llama la atención. Después escribe advirtiéndonos que no hace falta que suceda nada, aunque siempre hay algo que se sale de la norma, y lo caza: las mochilas de sus hijos que se quiere llevar el río Ebro, el buffet del hotel de Madrid, la visita al ginecólogo, la disposición doble de los libros en su biblioteca, la reparación de la bicicleta, la sorpresa cuando una amiga le dice “he venido a España para divorciarme porque me voy a casar y a tener hijos”, sus gafas de sol graduadas, su yo futuro… Esto, y la dedicación a su hija mayor, a su hijo mediano y a su hija pequeña entre los vericuetos de su profesión, arman su arte. También tenemos presente, como tuvimos a Astrud, a ese hombre en España que lo hace todo, que es capaz de comprarse una moto por cada embarazo de su novia y poner, en cuatro tiempos, el suelo de la casa nueva; parece un camión: ¡es Barreiros!

"Mientras se lee Puro glamour, el lector podría sorprenderse buscando la cámara cinematográfica con la que se graba todo"

La prosa de Aloma es natural porque cuenta cuando se cuenta. Hay dádiva y entrega. La narradora protagonista parece una ONG y su talante enseña una maternidad consentida, real, atractiva y abnegada: prosa consecuente, por tanto. Realista, porque así debe ser la vida de una madre con tres hijos que vive de lo que escribe, de lo que reseña y de lo que anhela. La madurez de quien narra es evidente, y la narración de la vida cotidiana, recuerden, de manera furtiva y gamberra, nos divierte y nos hace pensar.

Mientras se lee Puro glamour, el lector podría sorprenderse buscando la cámara cinematográfica con la que se graba todo: las grandes y pequeñas heroicidades de una mujer con tres hijos y un novio apellidado Barreiros en Garrapinillos (y en Zaragoza), y los pequeños conflictos morales que encuentra en su cabeza y que, como Éric Rohmer, escribe enseñándolos con naturalidad.

"Al final, siempre terminamos viviendo de manera diferente porque escribimos"

No nos iremos sin citar en esta reseña el riego por goteo de referencias de libros interesantes que Aloma ofrece y que, como lectora profesional, no podía obviar. Hay títulos gozosos, como el libro de Orwell, Confesiones de un crítico literario, o referencias suculentas a Alice Munro, Philip Roth, Jane Austen, Bárbara Mingo, Simone Weil, Nora Ephron, Charles Simic…

En definitiva, afirmamos con Aloma que Puro glamour “tiene algo de renacimiento como escritora para mí, un cambio que se ha producido a un nivel muy íntimo y profundo que tal vez no se perciba desde fuera, pero que me ha dado mucha tranquilidad. Sigo sin saber del todo qué escritora quiero ser, lo descubriré libro a libro”. Al final, siempre terminamos viviendo de manera diferente porque escribimos. Es buena ley.

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Autora: Aloma Rodríguez. Título: Puro glamourEditorial: La navaja suiza. VentaTodostuslibros.

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