Marina Filoc
Publicaciones del autor
Amelia y el vagabundo
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Una tarde de verano lo vio, harapiento y necesitado, sentado en un banco de la plaza como si la estuviera esperando; hacían 36 grados...
Estratagemas para no pensar
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Resolví ir a la panadería a por unas facturas, no muchas, unas tres, quizá cuatro. Y sucedió lo inefable. El panzón de rulos indecorosos...
El amor y los fagos
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Me colé entre los científicos corbata como si llevara credencial. Nadie repara demasiado en una mujer decidida, y eso me salvó. Llegué no sin...
Viudas negras, p*tas y chorras
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La cuestión es que por recomendación de Sacheri terminé viendo de mala gana el primer capítulo, y la acabé en dos días. Leí las...
Microteatro por dinero
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Microteatro debiera llamarse microdiálogos porque lo que ahí pasa es que dos actores charlan de cosas graciosas. No sucede el teatro. No puede. No...
Secuelas: Cuarteles de invierno
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Martita dejó la revista Nocturno sobre la cama para sosegar su alma partida, que en realidad no estaba partida de veras, sino que jugaba...
Plagio
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Entre nosotras, que somos sororas y nos queremos mucho, una no sabe ya qué pensar de la gente, si son idiotas en serio o...
Aguafuertes sudacas: Muérase, sea un héroe
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Y luego, como suelen, no conformes, demandarían más y más a esta pobre escribiente. ¿Y entonces? ¡ENTONCES VENDRÍA LA CARNICERÍA QUE TANTO LES GUSTA!...
Aguafuertes sudacas: A mis queridos críticos
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Decía, entonces, sucede que, harta ya de estar harta de escribir seriedades importantes que a nadie importan, hoy, señoras, he resuelto hacerme crítica de...









