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Autorradiografía de un biógrafo

Autorradiografía de un biógrafo

Desde hace algunos años vengo mostrando un especial interés en las que pudiéramos llamar posibles “voces” de un filólogo al dar cuenta de sus investigaciones, voces que actualmente no se circunscriben tanto a una sola manera sobria y enteca de presentarlas, como parece haber sido la pauta aconsejable y seguida durante tanto tiempo. Y el lenguaje empleado al respecto por José Jurado Morales, catedrático de Literatura española de la Universidad de Cádiz, siempre me ha parecido que podía llegar a convertirse en un ejemplo emblemático de la utilización decidida de una escritura muy personal, atractiva, creadora, e incluso irónica por momentos, que rompiese con las inveteradas recomendaciones monocordes que han perdurado en el medio universitario, donde sobreabundan todavía por imponderables de la inercia académica. La probabilidad de esa ruptura se apuntaba en estudios suyos precedentes, entre los que destacaré el nulo engolamiento del discurso en su libro de 2021 Soldados y padres: De guerra, memoria y poesía. Esa línea la ha implementado recientemente y con creces el docente e investigador sanluqueño en su monografía República, exilio y poesía: La memoria rescatada de Gonzalo Martínez Sadoc.

El hito de referencia entiendo que le ha sido más factible llevarlo a cabo a José Jurado Morales porque en la carrera profesional puede haberse situado uno en un punto en el que ya no tenga nada que demostrar, en virtud de haber acreditado su currículo científico con aportes relevantes realizados desde la praxis académica más ordinaria. El hecho es que ese paso delante en pos de una filología sui generis de quien en el libro antecitado es biógrafo y editor de poesía resulta tan resaltable como el rescate mismo de su nueva pesquisa, de modo que encontramos juntos en su libro a dos escritores que considerar, el filólogo y el que ha sido objeto de estudio, lo que hoy por hoy ocurre muy raramente.

"José Jurado Morales ha procurado adentrarse en la persona de Gonzalo Martínez Sadoc desde el hondón de todo ser humano"

En el libro de referencia, que constituye un auténtico rescate de un autor desconocido, convergen historia, biografía y literatura, suponiendo una inapreciable aportación científica que no solo interesa por lo recién dicho, sino por el modo de plantearlo, de desarrollarlo metodológicamente, y de escribirlo. Una suerte de anticipo de la praxis que va a manifestarse en la obra ya se preanuncia en una cita inicial de Michel de Montaigne, aquella en la que el pensador francés renacentista decía que la materia de su escritura no era otra que él mismo. Esta confesión ha dado pie a que sus ensayos hayan podido vincularse al género novelesco, con el que confluye bastante también el estudio monográfico de Jurado Morales. Tanto es así que en la contraportada se ha escrito sobre esta obra suya, y con motivo sobrado, que “sus vibrantes páginas se leen como las de una novela”. Efectivamente, como una novela, pero con aires de distintas modalidades novelísticas: los de novela histórica, biográfica, detectivesca, e incluso podría añadir novela cinematográfica, plasmadas todas esas direcciones desde un tejido narrativo con recursos literarios acordes a cada una, y nacidos de muy adentro, lo que ha propicia el decantado confesional y las expresiones directas y coloquiales.

Dije novela histórica por la lograda ambientación de que hace gala el libro, ya desde los espacios geográficos vividos por el protagonista, ya desde los contextos familiares, bélicos (Madrid, Valencia, Barcelona y Aragón) y del exilio republicano del 1939, primero del concentracionario francés en Saint-Cyprien, luego del mexicano, afincándose Martínez Sadoc en el Distrito Federal, y regresando al cabo de muchos años a su añorado escenario nativo. Se cerraba así, como escribe Jurado Morales, “el círculo de la vuelta al lugar. Todos tenemos una Ítaca y una Sanlúcar en nuestras vidas” (189).

"He de puntualizar, con todo, que ese relato es ponderado, y en sus páginas Jurado Morales margina cualesquiera señuelos de ínfulas cientificistas"

También novela que, a la par que histórica, es biográfica, mejor dicho doblemente biográfica, o biográfica y autobiográfica, si se prefiere, por indagar en la vida y obra de Gonzalo Martínez Sadoc en las citadas vertientes, pero sin concentrarse en exclusiva en ese objetivo, pues el investigador acompasa la biografía del biografiado con la propia, sintiéndose muy próximo a él, no solamente por ser sanluqueños los dos, no solamente por ser ambos de extracción humilde, no solamente por el ideario republicano que, salvando las distancias temporales, les asemeja, no solamente por compartir una ética y la pasión por la poesía, sino y sobre todo porque José Jurado Morales ha procurado adentrarse en la persona de Gonzalo Martínez Sadoc desde el hondón de todo ser humano. Y desde ese fondo común nos ha explicado cómo era, como fue su paisano, qué avatares tan azarosos experimentó, qué artículos y libros compuso. Lo ha hecho desde una empatía profunda, aunque nunca tuviese un vis a vis con él, pese a compartir durante algunos años la atmósfera cotidiana de Sanlúcar de Barrameda. Resultado: el filólogo ha acabado biografiando al hombre que ha sido su tema de investigación, y al hacerlo se ha auto radiografiado a sí mismo.

Siendo así, no extraña que esa memoria de Martínez Sadoc que ha sido rescatada se haya convertido en un relato emocional que, recurriendo otra vez a la contraportada del libro, no cabe duda que ha alcanzado el logro de ser “la memoria apasionante de un hombre rebelde y leal a sí mismo. Un relato conmovedor de la España del siglo XX”. He de puntualizar, con todo, que ese relato es ponderado, y en sus páginas Jurado Morales margina cualesquiera señuelos de ínfulas cientificistas, que por otra parte no congenian con su talante, y se ha involucrado en la investigación desde parámetros que no dependen de la comodidad de acumular lecturas librescas, aunque sean muchas las barajadas, porque en este caso no las hay, siendo atípicas la mayor parte de las entradas que se relacionan en la bibliografía final.

En este libro creo que se ha hecho un regalo sin par a la profesión que comparto. Ha sido el de abrirse, de sincerarse, de desnudarse el investigador ante nosotros, sus lectores, incluso desde el punto de vista de sus ideales políticos, expuestos en público y en una aportación académica, donde se nos muestra lo que ha indagado y podido descubrir de la vida del biografiado y la asocia a retazos de la suya, en el polo opuesto de la pretensión de invisibilidad individual que tantas veces se ha propuesto como norte de las lides científicas. Ese ir, no de vez en vez, sino de continuo y al compás Martínez Sadoc y Jurado Morales no es casual, dado que esa convergencia entre ambos se basa en que en realidad hay no pocos puntos de contacto entre uno y otro, como advertí más arriba, algunos de ellos de un carácter que pudiéramos llamar intrahistórico.

"Al leer las composiciones seleccionadas no puedo sino compartir el parecer de José Jurado Morales de que la soltura versificatoria y el remedo de tópicos manidos frustran a menudo la aspiración cualitativa del poeta"

Dije también que la obra recuerda una novela detectivesca, por la manera que Jurado Morales nos hace partícipes a los lectores acerca de cómo va avanzando en la pesquisa, no siempre segura, y cómo nos aporta y comenta pruebas documentales de lo que consulta, supone o concluye, no recatándose de decir con toda naturalidad que de tal cosa o tal otra no tiene idea, o bien que acaba de caer en la cuenta de algo impensado. Una actitud así, casi desafiante, habría de ruborizar a tantos profesionales que amagan situaciones parecidas con un vergonzoso velo sobre ellas que, más que tupido, resulta estúpido. Y dije asimismo que esa novelización presenta visos de cinematográfica, porque el filólogo transmutado en novelista hace que azorinianamente le acompañemos en la indagación: por momentos nos confiesa sus dudas en los pasos a seguir, como si se las participase a confidentes privilegiados en los sucesivos tramos de un laborioso transcurso indagatorio rematado con un apéndice que recoge completos aquellos poemas de Gonzalo Martínez Sadoc de los que se ha servido en la tarea de esbozar su vida y sus escritos. Esos textos proceden de los siguientes libros de versos: Estampas sanluqueñas (1969), Amor y cante (Poesías), (1978), Entre la grama y el río: Poesías (Paisajes sanluqueños) (1982) y Romances y amoríos (Auras poéticas) (1986). Al leer las composiciones seleccionadas no puedo sino compartir el parecer de José Jurado Morales de que la soltura versificatoria y el remedo de tópicos manidos frustran a menudo la aspiración cualitativa del poeta. Sin embargo, no es menos cierto que debemos a Martínez Sadoc versos testimoniales escalofriantes, y contagiosos registros de calado popular.

Termino recogiendo una reflexión del catedrático gaditano que me parece ejemplar y que corrobora la lectura que he ofrecido de la clave más profunda de esta entrega investigadora suya que desarbola los cánones académicos consuetudinarios: “¿Me he buscado yo en la vida de Martínez Sadoc? Muy probablemente. Porque pensar sobre los demás, sirve para pensarnos a nosotros mismos. Porque trazar la biografía de otro, nos invita a mirarnos a nosotros mismos. Porque detrás de las vidas dispares de cada persona, por ejemplo, la suya y la mía, quedan las emociones compartidas por los seres humanos de cualquier tiempo y lugar.” (205).

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Autor: José Jurado Morales. Título: República, exilio y poesía: La memoria rescatada de Gonzalo Martínez Sadoc. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.

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