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Bardo, la confesión de Alejandro G. Iñárritu

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Bardo, la confesión de Alejandro G. Iñárritu

La película Bardo, falsa crónica de unas cuentas verdades es una comedia dramática, épica, surrealista y de humor negro escrita, producida y dirigida por Alejandro G. Iñárritu como una especie de desnudo integral que ha calado profundamente en su «alter ego», el actor Daniel Giménez Cacho, intérprete del personaje principal.

«Sí, encaré el personaje sabiendo que había cosas de él (Iñárritu), pero no lo construí pensando que iba a ser su reflejo, más bien fue que coincidimos. En este momento de nuestras vidas —cuenta el actor en una entrevista con EFE— había muchas similitudes, desde la edad, a reflexiones que nos hacemos de adónde hemos llegado, y por qué, y qué estábamos buscando».

«Y ya que estamos aquí, ¿qué? ¿Era lo que queríamos? Ese tipo de preguntas que se hacía él me las hacía yo también, y me las sigo haciendo», confiesa el nominado al Goya por su interpretación del extorero postrado en una silla de ruedas en blanco y negro en la película española Blancanieves (2012).

Por esa sintonía, el actor mexicano, aunque nacido en Madrid en 1961, afirma que «hubo preparación cero», no construyó «nada».

«En mis meditaciones de la mañana —añade— pensaba ¿cómo me siento hoy?, pues de esta y de esta manera, pues así vamos a salir hoy y ya veremos qué pasa. Fue fantástico, es la primera vez que trabajo así y creo que funciona. Además, creo que crecí y me encontré en mi oficio, estoy muy contento de eso».

Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades se estrenó en la 79 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, a competición por el León de Oro, y después de pasar por las salas de cine ahora tiene su estreno mundial «on line» a través de Netflix.

Cuenta el viaje íntimo de Silverio (Giménez Cacho), un reputado periodista y documentalista mexicano afincado en Los Ángeles que, tras ganar un prestigioso premio internacional, se ve obligado a regresar a su país natal.

Su regreso le hace enfrentarse a cuestiones sobre la identidad, el éxito, la mortalidad, la historia de México y los vínculos familiares. El absurdo de sus recuerdos y temores atraviesa su presente y llena su vida cotidiana de una sensación de confusión y asombro.

Bajo esa premisa, Iñárritu aborda una obra inmensa, con un metraje largo y denso cuyas escenas igual provocan carcajadas que un dolor casi físico. Surrealista de pies a cabeza, Bardo es una confesión y una declaración de principios, una reconstrucción emocional de la vida del director en un juego desafiante para el espectador donde se acumulan las preguntas, y también algunas respuestas.

«Personalmente, encontré bastantes (respuestas) e hice contacto con cosas mías muy profundas —agrega Giménez Cacho—. Me di cuenta de que desde que murió mi papá, yo no había tenido contacto con él y en la escena del baño sentí como si estuviera hablando con mi padre: fue emocionante, y como esa (emoción), varias», apunta.

Junto a él, la argentina Griselda Siciliani, que da vida a la madre de Silverio —inolvidable el parto con el que comienza la narración—, afirma en declaraciones a EFE que, gracias al modo de trabajar del director, ganador de un Óscar por cuatro veces, pudo incorporar sus vivencias y «acercarse» a esa madre increíble. «Él me dio la libertad para poner a Lucía lo mío», comparte.

Del personaje, Siciliani destaca su sabiduría, y «esa potencia que tiene, esa cosa luminosa con una herida vieja pero traída hacia el presente que arrastra algo tan universal como lo que le pasa a esta mujer y a esta familia. Con ella, me era muy fácil estar en carne viva todo el tiempo».

Para la argentina, la película usa el sentido del humor, pero también tiene «una poesía que te va directa al cuerpo: no hay que pensar ni razonar mucho lo que está diciendo porque esas imágenes te van a la piel, a la carne».

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