Bea Osa

Contacté a Bea a través de Twitter. No la conocía en persona pero sí había visto en varias ocasiones su trabajo. Siempre me llamó la atención la profesión de los periodistas de sucesos. Aceptó encantada mi invitación para formar parte de esta pequeña ventana a los libros y la fotografía.

Por primera vez después de cerca de tres años desarrollando este proyecto realizamos las fotografías en una de las librerías con más encanto de Madrid, Amapolas en Octubre, un espacio llevado con gran cariño y profesionalidad por Laura, una gran apasionada de su oficio.

Pude charlar con Bea sobre su trabajo y su amor por la literatura; me adelantó que se encuentra escribiendo sobre el crimen de Pioz, su próximo libro con editorial Al Revés, dentro de la colección Sinficción.

Para saber más sobre Bea:

Madrileña, vallecana, del 79. Siempre me gustó leer y siempre quise escribir —lo que fuese, pero sobre todo mejor—. Así que me metí a estudiar Periodismo, con la espinita de no haber intentado Bellas Artes, y picoteé un poco de todo: radio en la SER, prensa en la revista Zero, televisión en Telecinco y digitales varios. Incluso monté una empresa de branded content con unas amigas, que no nos fue nada mal y que tenía un gran nombre, Tintafina. Aunque, sin duda, el lugar que ha marcado mi carrera es La Sexta, en la que he ido de estreno en estreno desde que entré en 2006. Primero estuve en los informativos, luego en Más vale tarde y por último en Expediente Marlasca, donde aún sigo, metida de lleno en la crónica negra. ¿Quién me iba a decir a mí, siendo como era de los que reniegan de la información de sucesos, que un día no imaginaría un lugar mejor en el que estar? ¿Y quién me iba a decir a mí que acabaría escribiendo un libro? Pues ahí estoy, con un true crime en marcha.

Nos recomienda este libro a los lectores de Zenda:

Nada más real que un cuerpo, de Alexandria Marzano-Lesnevich (Libros del Asteroide).

Este libro me lo regalaron cuando más lo necesitaba y es, sin ninguna duda, el que más he recomendado en el último año. Tiene un arranque fabuloso, una estructura envidiable y un planteamiento irrepetible, en el que la autora consigue entrelazar dos historias reales, que resultan estremecedoras por sí solas. Una es la de Ricky Langley, un pedófilo que asesinó a un niño en 1992, en Iowa. La otra, la suya propia, víctima de abusos sexuales en su infancia a manos de su abuelo. Entre medias se cuela la crítica feroz a todos aquellos que miran hacia otro lado para evitar enfrentarse a los problemas, o por pura dejadez, ya sean familiares, amigos, médicos, policías o jueces, con lo que es imposible no leerlo y pensar en qué habría pasado si alguno de todos ellos hubiera dicho o hecho algo antes. Bien escrito, certero y necesario, sé que de entrada puede echar para atrás por el contenido, pero no conozco a nadie que no haya terminado atrapado. Para mí es de esos libros de esquinas dobladas, de páginas que merece la pena volver a leer.

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