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Bienvenido, Míster Belson

Bienvenido, Míster Belson

Ya que nos ponemos, pongamos un planeta exhausto. Seco, destrozado, desangrado. Amojamado. Kaputt. Pongamos un planeta en el que no quedan combustibles fósiles ni otros recursos posibles para abastecer la descomunal demanda de energía. Un mundo donde la mayoría pasa hambre y otros —una minoría minúsculamente mínima, pero de importancia más bien mayúscula— acumulan tanto capital que incluso pueden permitirse poner en órbita un coche último modelo o disponer de todo —todo, todo, todo: dinero, infraestructuras, personal, atención mediática— para lanzar un cohete espacial y viajar en él durante la friolera de once minutos. En ese planeta que ponemos —nada que ver con el nuestro, faltaría más— necesitamos drogas de diseño para ahuyentar al dolor, el cetro es chino y no estadounidense, y los adelantos tecnológicos llevan tal ventaja a los avances sociales que es posible imprimir a medida tu propio modelito de running, pero no encender la calefacción.

En Las huellas del sol (Impedimenta, 2024), Walter Tevis (1928-1984) también nos propone un planeta exangüe, y para insuflarle vida —si es que tal cosa todavía es posible— presenta a un antihéroe odiosamente encantador. Una original novela de ciencia ficción blanda en forma de sátira espacial, una obra tan divertida e hilarante como poco tranquilizadora.

"Huelga decir que, más allá de la sencilla y solvente hipótesis sci-fi, el personaje de Belson se come la novela sin dificultad"

Nuestro protagonista omnímodo no es otro que Ben Belson, magnate estadounidense ególatra y pretencioso acostumbrado a hacer cuanto le viene en gana con su vida y la de los demás. Tanto es así que en un 2063 donde las expediciones siderales están terminantemente prohibidas no duda en restaurar una vieja nave de manufactura china y utilizar el poco uranio que queda en el mundo para emprender un viaje espacial. La excusa: dar respuesta a la profunda crisis energética. La realidad: dar respuesta a su profunda crisis existencial. Sus peripecias galácticas le llevarán a bautizar nuevos y lejanos planetas —incluso con su propio nombre—, a descubrir una misteriosa hierba cuyo susurro emite una canción embriagadora, y quizás le pondrán en bandeja un impresionante descubrimiento científico. Por el camino tirará de agenda y memoria amorosa, tratará de resolver sus problemas sexuales, se enfrentará a rivales y a gobiernos, y sobre todo deberá sumergirse en sus propios y edípicos traumas familiares.

Huelga decir que, más allá de la sencilla y solvente hipótesis sci-fi —inquietantemente premonitoria, sin embargo, al prever la inversión del tablero de poder internacional en pro del gigante asiático o el dominio por parte de una oligarquía económica—, el personaje de Belson se come la novela sin dificultad: qué certero retrato de un narcisista de manual, un rico misógino y sin escrúpulos, un cínico cuya única patria es el dinero, pero que no es que acometa nuevas y arriesgadas empresas para generar más capital o incluso prevalecer sobre sus competidores, sino por la gamberrada y el aburrimiento, y que se comporta como un niño caprichoso y necesitado de atención. A la vez, por momentos, es imposible no encariñarse de él; su aire de bribón encantador, la simpática chulería que destila en cada conversación y tejemaneje le confieren un punto entrañable, de animal herido que nos muestra sus vulnerabilidades sin máscaras ni dramatismo. 

"La agudeza y socarronería de Belson nos regalan más de un párrafo para subrayar: porque es, precisamente, cuando mira en su interior y accede a narrar sus miserias cuando más interesante y complejo resulta"

Todo esto se acentúa al ser el mismo Belson quien nos cuenta su propia historia; podría parecer complicado lograr ese nivel de conexión con un narrador en primera persona, pero Tevis —veterano en lides especulativas y autor de Sinsonte, El hombre que cayó a la Tierra o Gambito de dama, entre otros títulos— lo resuelve con nota al dotar a su protagonista de un alegre tono canallesco y una subjetividad creíble —alguien como nuestro potentado literario solo podría pensar y actuar como él lo hace— en contraste con las reacciones y frases del resto de personajes. A mayores, la agudeza y socarronería de Belson nos regalan más de un párrafo para subrayar: porque es, precisamente, cuando mira en su interior y accede a narrar sus miserias cuando más interesante y complejo resulta.

Si a la propuesta le añadimos inventos tecnológicos que todavía hoy pueden sonar novedosos, un delicado juego de ajedrez Oriente-Occidente por la influencia global sobre una humanidad desesperada, escenas de lo más cómicas y otras que rozan lo místico, puedo prometerle que pronto se habrá olvidado del saltito espacial del amazónico Jeff Bezos o del Tesla Roadster conducido por un maniquí que el tuitero Elon Musk puso en órbita allá por 2018 —y que a estas alturas podría estar sobrevolando Marte—: Ben Belson se habrá convertido en su nuevo multimillonario favorito. ¡Y cada día en el de más gente!

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Autor: Walter Tevis. Título: Las huellas del sol. Traductor: Rubén Martín Giráldez. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus libros.

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