Inicio > Libros > Adelantos editoriales > Caída y ascenso de la democracia, de David Stasavage

Caída y ascenso de la democracia, de David Stasavage

Caída y ascenso de la democracia, de David Stasavage

La democracia no surgió en la Antigua Grecia, sino antes, en lugares que no tenían un gobierno centralizado en Mesopotamia, y también en América y África mucho antes de la colonización. Entender cómo y dónde florecieron estas democracias —y cuándo y por qué cayeron— proporciona información crucial sobre el funcionamiento de los gobiernos modernos y sobre su futuro. 

Zenda publica un adelanto de Caída y ascenso de la democracia. Una historia del mundo desde la Antigüedad hasta hoy (Turner Noema), de David Stasavage, decano de Ciencias Sociales y Julius Silver Professor de Política en la Universidad de Nueva York.

***

PREFACIO

¿De dónde viene la democracia, cómo se sostiene y cuál es su futuro? Estas preguntas cobran prominencia especial en nuestra actual época de ansiedad democrática. Hace mucho tiempo que se habla de Estados Unidos como experimento democrático exitoso y lección para los demás, aunque antes se pensaba que las repúblicas debían ser pequeñas para sobrevivir, la experiencia estadounidense parecía demostrar otra cosa. En las últimas décadas, a medida que la práctica de elegir a los gobernantes mediante comicios libres se extendió por todo el mundo, la democracia adquirió un aura de inevitabilidad, como si fuera la ola del futuro, al menos para quienes quisieran escuchar. Hoy algunas personas temen que todas estas conclusiones fueran demasiado optimistas: la democracia en sí misma puede ser menos duradera de lo que se pensaba, e incluso cuando sobrevive, puede ser cooptada por los pocos a expensas de los muchos.

Para entender dónde estamos hoy –y hacia dónde nos dirigimos– debemos ampliar nuestra mirada y revisar profundamente la historia de la democracia, y eso es lo que propondré que hagamos en este libro. Llevo veinte años investigando y escribiendo sobre este tema, trabajando sobre todo en la larga evolución de las instituciones representativas de Europa. En los últimos años empecé a pensar de forma más explícita en comparar las regiones del mundo. ¿Por qué Europa ha seguido una trayectoria política esencialmente distinta a la de China u Oriente Próximo?, me pregunté. Aunque muchos académicos han escrito sobre la divergencia económica que hizo que Europa se convirtiera en la primera región en industrializarse, pocos han tratado de explicar la gran divergencia política. Este será un objetivo importante de este libro y, para lograrlo, no solo habremos de tener en cuenta la propia democracia, sino también la lógica de la autocracia, la forma de gobierno contraria.

Si consideramos una amplia variedad de sociedades humanas, resultará que los acontecimientos ocurridos en lugares “apartados” y en épocas remotas pueden a veces decirnos cosas sorprendentes sobre nuestras instituciones políticas de hoy. La democracia prosperó a menudo en los lugares más inesperados. Como parte de esto, aprenderemos que la historia de la democracia no solo ha sido la de grandes pensadores que escribieron grandes libros; también ha sido construida por gente común que trabajó pragmáticamente para gobernarse a sí misma de manera colectiva.

Por último, al repasar en este libro la evolución de nuestras democracias contemporáneas, nos haremos una mejor idea de cuáles son sus fortalezas y debilidades potenciales. Las instituciones específicas que utilizamos para gobernarnos hoy en día son, en gran medida, el resultado del largo desarrollo de unas prácticas angloestadounidenses, fruto a su vez de las circunstancias, al igual que cualquier evolución natural. La democracia que tenemos hoy es solo una de las formas posibles de organizar las cosas y, al acabar, plantearé que una vez que seamos conscientes de ello estaremos en mejores condiciones para reflexionar sobre cómo podría evolucionar en el futuro.

PRIMERA PARTE

LA DEMOCRACIA TEMPRANA

I

LOS ORÍGENES DEL GOBIERNO DEMOCRÁTICO

Se nos enseña que los europeos inventaron la democracia. Nos enteramos de que la inventaron los griegos, que nos dieron la propia palabra, y también de que en Grecia la democracia desapareció al cabo del mismo tiempo que lleva existiendo la república de Estados Unidos. Después, la democracia resurgió de forma gradual en Europa durante una larga evolución iniciada con acontecimientos como la redacción de la Carta Magna y el nacimiento de las ciudades-república italianas. Este proceso culminó con el establecimiento de sistemas políticos basados en las elecciones competitivas y el sufragio universal. La práctica de la democracia se extendió finalmente a otros continentes.

Un problema de este relato es que, cuando los europeos empezaron a conquistar pueblos en otros continentes, a veces se encontraron con que los lugareños tenían instituciones políticas más democráticas que las de sus países de origen. En América del Norte, cuando los misioneros jesuitas franceses entraron en el territorio del pueblo al que llamaron “hurón”, descubrieron un sistema político basado en consejos centrales y locales con una amplia participación, también de las mujeres. En 1636, un misionero afirmó que el consejo central de los hurones era como “los Estados Generales” de la región. En su país de origen, Francia, también había unos Estados Generales, pero llevaban más de veinte años sin reunirse y no volverían a hacerlo hasta 1789. En Mesoamérica, los conquistadores españoles se encontraron con sociedades que se gobernaban mediante sistemas políticos jerárquicos, aunque no todas. En 1519, cuando Hernán Cortés entró en el territorio de Tlaxcala, observó que, hasta donde él podía juzgar, la forma de gobierno era “casi como las señorías de Venecia y Génova, o Pisa, porque allí no hay señor general de todos”. En su país de origen, España, solo había un gobernante supremo, el rey Carlos I.

Los ejemplos de los hurones y Tlaxcala no eran casos aislados. A lo largo de la historia de la humanidad, muchas sociedades de varios continentes han desarrollado de forma independiente sistemas políticos donde los gobernantes se han visto obligados a recabar el consentimiento de los gobernados. Si consideramos que esa búsqueda del consentimiento es un ingrediente básico de la democracia, entonces podemos decir que la democracia surge de forma natural entre los seres humanos, aunque no sea ni mucho menos inevitable. Por tanto, la pregunta es cuándo y por qué sobreviven y prosperan las costumbres democráticas, y por qué lo hicieron incluso en lugares donde no se había leído a Aristóteles.

La otra pregunta que debemos hacernos es: si existió alguna forma de democracia temprana en muchas regiones, ¿por qué, entonces, la democracia moderna –la selección de representantes mediante el sufragio universal– surgió primero en Europa y Estados Unidos? A este respecto sostendré que la respuesta tiene que ver con la trayectoria particular que siguió Europa en comparación con regiones como China y Oriente Próximo. Irónicamente, fue el atraso de Europa lo que sentó las bases para el surgimiento de la democracia moderna.

DEMOCRACIA TEMPRANA Y DEMOCRACIA MODERNA

En su sentido original, como la utilizaban los griegos, la palabra democracia significaba solo que gobierna el pueblo o, más literalmente, que el pueblo tiene el poder. Participan en ella los ciudadanos a título individual y el pueblo como gobierno colectivo. A mediados del siglo XX, un académico señaló que las sociedades indígenas del sur de África tenían “un tipo peculiar de democracia”. Allí eran ajenos a la libre elección de los gobernantes, pero los caciques tribales tenían que gobernar de forma colectiva con las asambleas y los consejos, que limitaban sus acciones: el pueblo, o un subconjunto de él, participaba en el gobierno. En vez de referirme a este sistema como “peculiar”, lo llamaré “democracia temprana”. Este término es útil porque la democracia temprana difería de la forma moderna que hoy conocemos.

La democracia temprana ocupaba el lugar de la burocracia estatal. Era un sistema donde el gobernante gobernaba de forma conjunta con un consejo o asamblea compuesta por miembros de la sociedad, independientes del gobernante y no sujetos a sus caprichos. Proporcionaban información y ayudaban con la gobernanza. En algunas democracias tempranas, los gobernantes eran elegidos mediante un consejo; en otras, el factor principal era la herencia. Algunos consejos de las democracias tempranas contaban con una amplia participación de la comunidad, pero en otras ocasiones eran reuniones más elitistas. La participación, para quienes tenían derecho a ella, era profunda y frecuente.

La democracia temprana era tan común en todas las regiones del mundo que deberíamos considerarla una circunstancia que se produce de forma natural en las sociedades humanas. No soy el primero que dice algo así, pero intentaré aportar una visión nueva y más completa de esta idea, y explicar también cuándo y por qué prevaleció la democracia temprana. Atenas, al igual que muchas otras democracias de la Grecia antigua, nos presenta el ejemplo más extenso de democracia temprana, pero ha habido muchas sociedades en otros lugares donde la democracia temprana también estaba a la orden del día, aunque la participación no fuese tan amplia como en Atenas. Entre los ejemplos de democracia temprana se encuentran el de los hurones y el de Tlaxcala, a los que ya me he referido, pero también veremos otros en la Mesopotamia antigua, el Central precolonial, la India antigua y otros lugares.

La democracia moderna se diferencia de la temprana en varios aspectos importantes. Es un sistema político donde los representantes son elegidos mediante elecciones competitivas por sufragio universal. Con el sufragio universal adulto, la participación política es muy amplia, pero en la democracia moderna la participación popular en el gobierno también es más episódica que en la democracia temprana. Los representantes se reúnen con frecuencia para tomar parte de la gobernanza, pero la población general no participa de forma directa, salvo en el momento de las elecciones. La participación episódica es el primer punto de rotura de la democracia moderna, porque puede generar desconfianza y desvinculación entre los ciudadanos, y se deben realizar esfuerzos constantes para atajar este problema. El segundo punto de rotura de la democracia moderna es que convive con una burocracia estatal que se ocupa de los asuntos cotidianos, y esto comporta el riesgo de que los ciudadanos dejen de creer que son ellos los que gobiernan. Será menos probable que esto ocurra si las prácticas democráticas surgen antes de la creación de una burocracia estatal; entonces, los gobernantes y el pueblo podrán construir una burocracia de manera conjunta. Pero si surge antes la burocracia, será menos probable que esto suceda, lo cual significa que la burocracia puede sustituir o complementar la democracia moderna. Todo depende del orden de los acontecimientos.

Si bien la democracia temprana surgió de forma independiente en muchas sociedades humanas, la democracia moderna es un invento más específicamente europeo. La democracia temprana fue una forma de gobierno que perduró durante miles de años. La democracia moderna es mucho más reciente y deberíamos considerarla un experimento en curso. Para saber cuándo y por qué este experimento saldrá bien, primero debemos tener en cuenta cómo surgieron las democracias temprana y moderna.

LOS ORÍGENES DE LA DEMOCRACIA TEMPRANA

La democracia temprana surgió cuando los gobernantes necesitaron el consentimiento y la cooperación de su pueblo porque no podían gobernar por sí mismos. El pueblo tuvo la oportunidad de expresar su consentimiento o su oposición en alguna forma de asamblea o consejo. Todos los gobernantes –tanto los democráticos como los autocráticos– necesitan al menos el consentimiento tácito de su pueblo para este no se rebele; sin embargo, en la democracia temprana no era un consentimiento tácito, sino activo. En la democracia temprana, incluso cuando un consejo formado por los gobernados no tenía la prerrogativa oficial para vetar las decisiones tomadas por un gobernante, aún podía ejercer el poder cuando sus miembros poseían información que este no tenía.

Tres factores subyacentes ayudaron al surgimiento de la democracia temprana. En primer lugar, fue más frecuente en entornos de pequeña escala. Vemos que es así, ya hablemos de Europa, del África precolonial o de América del Norte antes de la conquista europea. Esa pequeña escala hizo posible que los miembros de una sociedad asistieran con regularidad a los consejos y asambleas, que eran la savia de la democracia temprana. En algunas democracias tempranas, contar con un sistema de representación ayudó a atajar el problema de la escala: en lugar de que asistieran todos, se elegía a una persona. Aun así, esos representantes tenían que viajar a la asamblea, y los electores necesitaban seguir supervisándolos, lo cual resultaba más difícil si la población se dispersaba en un territorio grande. La representación fue una adaptación para el problema de la escala, pero no una solución.

El segundo factor que condujo a la democracia temprana fue el desconocimiento de los gobernantes sobre la producción del pueblo. Esto les dio un incentivo para compartir el poder y, de ese modo, saber con más precisión qué impuestos podían recaudar. Aquí deberíamos pensar en los “impuestos” en un sentido amplio: era un problema para cualquier gobernante que quisiera apropiarse de los recursos económicos o redistribuirlos. Las características del entorno natural generaban a veces incertidumbre, ya que podían dificultar la predicción de la producción agrícola. En otros casos, los gobernantes tuvieron el problema de la incertidumbre al carecer de una burocracia estatal que pudiera medir y tasar la producción. Este tipo de incertidumbre ha sido un gran problema tributario para los gobernantes a lo largo de la historia: si eres demasiado pesimista al juzgar cuánto puedes gravar, estarás renunciando a unos potenciales ingresos; si eres demasiado optimista, te arriesgas a provocar una rebelión o a que la población opte por otras alternativas.

El tercer factor que condujo a la democracia temprana tenía que ver con el equilibrio entre cuánto necesitaban los gobernantes a su pueblo y cuánto podía hacer el pueblo sin sus gobernantes. Cuando los gobernantes tenían una mayor necesidad de ingresos era más probable que aceptaran gobernar de forma colaborativa, en especial si necesitaban al pueblo para librar guerras. Al no contar con unos medios adecuados para obligar a la gente a luchar sin más, los gobernantes les ofrecieron derechos políticos. El reverso de todo esto era que, siempre que al pueblo le resultaba más fácil prescindir de un gobernante en particular –por ejemplo, marchándose a otro lugar–, el gobernante se veía obligado a gobernar de forma más consensuada. De hecho, la idea de que contar con opciones de salida influye en la jerarquía es tan general que también está presente en otras especies, aparte de la humana. En especies tan diversas como las hormigas, las aves y las avispas, la organización social tiende a ser menos jerárquica cuando los costes de “dispersión”, como lo llaman los biólogos, son bajos.

Con el tiempo, la democracia temprana persistió en algunas sociedades, pero desapareció en muchas otras. Lo hizo a medida que creció la escala de las sociedades, cuando los gobernantes adquirieron nuevas formas de controlar la producción y, finalmente, cuando a la población le resultó difícil marcharse a otros lugares. Por todas estas razones, el título de este libro alude primero a la caída de la democracia temprana y después al ascenso de la democracia moderna.

—————————————

Autor: David Stasavage. Traductora: Verónica Puertollano. Título: Caída y ascenso de la democracia. Una historia del mundo desde la Antigüedad hasta hoy. Editorial: Turner. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

4/5 (1 Puntuación. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios