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Camp des Milles, el lugar de la memoria

Fueron muchos los que huyeron a Francia en 1939, y entre ellos había bastantes españoles, los perdedores de la Guerra Civil. Escapaban del totalitarismo que conquistaba Europa, pero lo que les esperaba allí era todavía mucho peor. La rápida derrota del considerado como mejor ejército del mundo, en mayo de 1940, dio paso a un nuevo país, una parte ocupada por las tropas alemanas —el norte y la costa atlántica— y otra “libre” bajo el régimen fascista de Vichy. Pierre Laval, el primer ministro de ese gobierno, no escatimó esfuerzos para cumplir con las órdenes de sus nuevos aliados, los nazis. Miles de judíos fueron entregados al III Reich. Primero fueron ubicados en campos de deportación y luego llevados a los de exterminio. Uno de esos centros de internamiento provisionales fue el de Les Milles (Aix-en-Provence), por el que pasaron diez mil presos.

"El responsable de la muerte de los detenidos en la redada del Velódromo de Invierno no llegó a ser juzgado"

En el verano de 1942 se produjo una detención masiva de judíos en París, conocida como la «redada del Velódromo de Invierno» (I). Esta operación fue llevada a cabo por las fuerzas policiales del Gobierno colaboracionista de Vichy y la Sección IVB4, dirigida por Adolf Eichmann, de la Gestapo. Desde este recinto deportivo del velódromo —sin comida y en condiciones de hacinamiento—, los prisioneros, entre los cuales había cuatro mil niños, fueron reubicados primero en campos de concentración franceses —Drancy, Beaune-la-Rolande y Pithiviers— antes de ser transportados hasta Auschwitz, donde la mayoría fueron asesinados en las cámaras de gas. Eichmann encargó la deportación a uno de sus hombres de confianza, Alois Brunner, que conocía bien este trabajo porque ya lo había hecho en Grecia y Austria y lo volvió a realizar después en Eslovaquia. El responsable de la muerte de los detenidos en la redada del Velódromo de Invierno no llegó a ser juzgado. Todo lo que se sabe de su historia posterior se mezcla con la ficción: al parecer, fue confundido con otro nazi con el mismo apellido y eso le permitió adoptar una nueva identidad; hasta 1954 estuvo en Alemania, donde llegó a hacer de traductor para el ejército de Estados Unidos; luego se trasladó a Egipto, país en el que operó como traficante de armas gracias a un pasaporte falso de la Cruz Roja; y desde África viajó hasta el que fue su destino final, Siria, donde pudo asesorar al Gobierno en los métodos de tortura que tan bien conocía de su paso por las SS.

Lion Feuchtwanger, escritor alemán antinazi, refugiado en Francia e internado en el Campo de Les Milles en 1940 antes de lograr huir a Estados Unidos

Les Milles es una pequeña localidad, situada a escasos kilómetros de Aix-en-Provence, donde a primera vista su lugar más destacado es el centro comercial que alberga un enorme Carrefour Market. Hay varios restaurantes, una piscina, un área deportiva y hasta un spa, pero la sensación del visitante es la de haber llegado a un sitio donde nunca pasa nada, un pueblo silencioso al que se han desplazado sus moradores en busca de una vivienda más asequible. Al final de su calle principal, a la izquierda, hay una pista de petanca —cómo no—, el lugar de socialización por excelencia, y junto a la señal de ceda el paso, un cartel nos avisa de que a pocos metros de aquel cruce está el Site-Mémorial Camp des Milles. Este antiguo edificio —que fue creado, a finales del siglo XIX para albergar una fábrica de ladrillos por unos empresarios marselleses— se utilizó como campo de deportación. Ahora ha sido convertido en un museo histórico que ofrece visitas individuales y guiadas, aunque da la sensación de que su propósito, alejado como está de cualquier ruta turística, es servir, sobre todo, de espacio divulgativo para las excursiones de escolares. Misión totalmente loable y necesaria.

"La cifra de deportados al Campo de Les Milles estuvo en torno a las diez mil personas, de las cuales dos mil fueron enviadas a Auschwitz vía Drancy y Rivesaltes"

La cifra de deportados al Campo de Les Milles estuvo en torno a las diez mil personas, de las cuales dos mil fueron enviadas a Auschwitz vía Drancy y Rivesaltes. Curiosamente, este campamento de prisioneros fue creado en septiembre de 1939, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, para recluir a los ciudadanos alemanes. Hasta junio de 1940 —cuando se firmó la rendición francesa—, el desorden administrativo provocó que allí convivieran nazis y luchadores antifascistas que habían llegado al país galo meses antes del estallido del conflicto. A partir de la derrota, el gobierno de Vichy envió una gran cantidad de nuevos reclusos a Les Milles: una extraña mezcla de emigrantes que querían huir de Europa, antiguos luchadores republicanos de la Guerra Civil española y los primeros judíos. Las condiciones de vida de los internos empeoraron; comenzaron a aparecer las enfermedades y los alimentos empezaron a escasear. En agosto de 1942, pocos días después de la redada del velódromo de París, el Campo de Les Milles se convirtió en un centro de deportación para judíos, dentro del plan de exterminio de la “Solución Final”. Después de la ocupación alemana de la Francia de Vichy —como castigo a lo que había ocurrido en el Norte de África, donde el almirante François Darlan había llegado a un acuerdo con Eisenhower para pasarse al bando aliado—, llegó el peor momento para los habitantes de Les Milles hasta su cierre a finales de ese año.

"Después de haber huido de los bolcheviques cuando era una niña, décadas más tarde, los que combatían a los comunistas se convertían en sus nuevos verdugos"

Uno de los datos que más llaman la atención del Campo de Les Milles es la enorme cantidad de artistas e intelectuales que estuvieron allí recluidos. Algunos de los más destacados fueron Max Ernst, Hans Bellmer y Lion Feuchtwanger; pero la nómina de pintores —Robert Liebknecht, Gustav Ehrlich “Gus”, Eric Isenburger, Ferdinand Springer, Werner Laves, Leo Marschütz—, escritores —Alfred Kantorowicz, Golo Mann, Franz Hessel— y músicos —Erich Itor Kahn, Ernst Mosbacher, Joseph Schmidt— es extensa. Hubo hasta dos premios Nobel: Otto Meyerhof y Thadeus Reichstein. En la redada de París también fue detenida una célebre novelista, Irène Némirovsky. De la capital de Francia fue enviada a Pithiviers, antes de llegar a su destino final, Auschwitz. A pesar de sus esfuerzos para conseguir la nacionalidad francesa y de haberse convertido al catolicismo, las leyes nazis la habían señalado como judía. Después de haber huido de los bolcheviques cuando era una niña, décadas más tarde, los que combatían a los comunistas se convertían en sus nuevos verdugos. Irène Némirovsky murió de tifus en Auschwitz, donde su esposo fue ejecutado meses más tarde. Las hijas del matrimonio consiguieron salvar el manuscrito de Suite francesa, una serie inacabada de novelas —donde la autora ucraniana cuenta cómo era la vida en la Francia ocupada— publicada en 2004 y que recibió el Premio Renaudot, uno de los más importantes de Francia, de forma póstuma.

"Si el eco de sus voces se desvanece, pereceremos (Paul Éluard)"

La cultura en esa época de barbarie se convirtió en la mejor arma para conservar la memoria. Y ese es el principal objetivo del centro del Campo de Les Milles. Ya en el exterior se pueden observar paneles donde leer algunos de los testimonios. “Los carros, negros como coches fúnebres, esperan en la vía muerta. Flanqueados por guardias armados, seres humanos que no han cometido ningún delito, por ser judíos, son entregados por mi país, que les había prometido asilo, a quienes serán sus verdugos”, escribió Raymond-Raoul Lambert en sus cuadernos. “Lo que fue particularmente doloroso de ver fue el espectáculo de los niños pequeños. Niños muy pequeños, tropezando por la fatiga en la noche y en el frío, llorando de hambre… pobres hombrecitos de cinco o seis años tratando valientemente de llevar un bulto de su tamaño, para luego quedarse dormidos y rodar por el suelo”, apuntó el capellán del campamento, el pastor Henri Manen, que recibió el título de “Justo entre las Naciones”, otorgado a las personas no judías que ayudaron a su comunidad. Hay muchas más frases que animan a recuperar la memoria del Holocausto, de gente que fue deportada y de otros que no estuvieron en ese lugar, como la política Simone Weil y el premio Nobel de la Paz Elie Wiesel; pero ninguna resume mejor la misión de este espacio museístico que la brillante sentencia de Paul Éluard: “Si el eco de sus voces se desvanece, pereceremos”.   

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(I) El pasaje de la “Redada del velódromo de París” está sacado de mi libro La guerra que cambió el mundo (Ediciones B).

Fotos del artículo: @campdesmilles

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