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Celia Lorenzo y William González, escribir más allá del 2000

El Festival Hispanoamericano de Escritores, que este año estuvo dedicado a Centroamérica, reunió, entre sus destacados invitados, al poeta nicaragüense y a la escritora española, nacidos en este siglo.

En unos tiempos en los que casi todo entra y sale de la escena sin que apenas lleguemos a reconocer a los personajes, la permanencia de un Festival de Escritores durante cinco ediciones ya es una buena noticia en un mundo tan poco hacedor de buenas nuevas. Pero si además esas cinco ediciones logran que se encuentren decenas de escritores de varios continentes en un municipio que sabe de volcanes que aparecen en medio de la nada, y que sabe de reinvenciones y de salidas hacia horizontes en donde inventar esperanzas, ya casi podemos hablar de un pequeño milagro literario. El Festival Hispanoamericano de Escritores que se celebró en Los Llanos de Aridane, en la isla de La Palma, en Canarias, entre el 25 y el 30 de septiembre, volvió a convertirse en esa luz que sigue alentando a las palabras para que, de vez en cuando, coincidan con sus hacedores y sus lectores en un escenario.

La quinta edición del Festival, que sólo dejó de celebrarse cuando ya estaba todo preparado y comenzó la erupción del volcán de Tajogaite, estuvo dedicada este año a Centroamérica. Contó con participantes de Costa Rica, de Panamá, de Honduras, de Guatemala o de El Salvador; pero también hubo representación literaria de Georgia, de México y, por supuesto, de España. Hubo nombres determinantes en la literatura contemporánea que pueden repasar en este enlace, como ya los hubo en ediciones pasadas en el Festival que dirige Nicolás Melini y preside Juancho Armas Marcelo. Por el Festival han pasado, entre otros, Mario Vargas Llosa, Luis Goytisolo, Patrick Neville, Alonso Cueto, Mónica Lavín, Alberto Ruy, Gonzalo Celorio, Gioconda Belli, Olvido García Valdés o Luis García Montero. De buena parte de lo que ha ido aconteciendo en Los Llanos de Aridane ha sido testigo la cámara de Daniel Mordzinski con su capacidad para inmortalizar todo lo que pueda eternizarse de un instante, de una mirada o de ese gesto que sólo sabe captar Daniel después de haber localizado el espacio, la luz y el atrezzo necesario para que la vida se deje retratar más allá de todas las apariencias.

"Ese es otro de los logros de este Festival, su acercamiento a los centros escolares, el contacto de quienes escriben con quienes empiezan a acercarse a la literatura"

Pero este año, en la programación del Festival, ya había un dato que llamaba la atención en la presentación de los invitados, una mujer y un hombre, una narradora y un poeta, que ya no llevan el 19 delante de los dígitos de sus fechas de nacimiento. Celia Lorenzo Ramos (La Orotava, 2004) y William González Guevara (Managua, 2000) vienen con nuevos números a seguir jugando al juego de Homero y de Virginia Woolf, de Cervantes y de Alejandra Pizarnik. No los había leído. Sabía de William por el Premio Hiperión y de Celia por los comentarios sobre su precocidad literaria. Ella ha publicado su primera nouvelle, Autofagia, con 18 años (la escribió con 16 años) y William, su segundo libro de poemas, Inmigrantes de segunda (el poemario con el que ganó el premio Hiperión), con 23 años; pero el poeta nicaragüense ya contaba con otro grandioso libro previo titulado Los nadies. Me tocaba moderar una mesa redonda con ambos y con el magnífico escritor nicaragüense Mario Martz (León, 1988). Íbamos al colegio La Sagrada Familia de Nazaret de Los Llanos. Ese es otro de los logros de este Festival, su acercamiento a los centros escolares, el contacto de quienes escriben con quienes empiezan a acercarse a la literatura.

Celia Lorenzo Ramos. Foto: Daniel Mordzinski

Había estado en otras ediciones en ese colegio junto a Gonzalo Celorio, Alonso Cueto, Esther Bendahan, Tina Suárez Rojas, Fátima Martín, Ana Rosetti o Mayra Montero. Todos eran mayores que yo o cercanos a mis años. Esta vez, los invitados se acercaban más a la edad de los estudiantes. Al encuentro también acudieron estudiantes de Puntagorda junto con su profesor de Literatura, el poeta Ricardo Hernández Bravo. Leí las obras de Celia y William para preparar la mesa redonda y quedé deslumbrado por su cercanía, su genialidad y sus coincidencias.

"He querido fijar la mirada en lo que este Festival aporta al futuro, en el encuentro de dos voces que no se conocían entre sí "

Quería escribir una pequeña crónica de un Festival casi inabordable por la calidad de sus actos y de quienes participan en ellos. Por suerte, casi toda la programación se retransmite en tiempo real por streaming para todo el mundo, y las mesas redondas quedan disponibles y abiertas al público una vez finalizan. Por eso, he querido fijar la mirada en lo que este Festival aporta al futuro, en el encuentro de dos voces que no se conocían entre sí y que tienen tanto en común en la calidad literaria de sus propuestas, en las lecturas previas y en esa intención de querer buscar, como hace Mordzinski con sus fotos, mucho más allá de lo que tienen delante y de lo que ya está escrito.

William González. Foto: Daniel Mordzinski.

Emociona escuchar y leer a William González, alguien que escribirá muchas páginas de la nueva literatura hispanoamericana. También conmueve el silencio y la mirada atenta de Celia Lorenzo, una mujer que se acerca a temas que no son fáciles de escribir: el desarraigo, la maldad o el abuso; como tampoco es fácil de contar el mundo de los nadies y de las limpiadoras inmigrantes al que William pone voz con esa necesaria mirada de quien toma cierta distancia para contar lo que no pueden escribir sus protagonistas. William llegó a Madrid con 11 años desde Nicaragua y creció viviendo de cerca gestos de xenofobia y de intolerancia. Le salvó el esfuerzo de su madre y también esos profesores a los que dedica muchos de los versos de Los nadies. Ahora puede contar, como comenzarán a contar otros inmigrantes que llegaron siendo niños o que ya nacieron en España. La educación lleva a la cultura y a la esperanza. William y Celia vienen detrás del 2000 para seguir contando nuestro camino de mortales que nos sabemos sin respuestas. Ellos plantean nuevas interrogantes con el mismo alfabeto que los que llegaron antes. La Palma es también una isla que ya navega entre las grandes citas de las letras de Hispanoamérica.

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