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Chicas de ayer (III): Chrissie Hynde, a caballo de las épocas

Chicas de ayer (III): Chrissie Hynde, a caballo de las épocas

De todas las evocadas hasta ahora, Chrissie Hynde es la única chica de ayer propiamente dicha, puesto que es la única que conoció sus días de esplendor en los años 80. Sin embargo, también es la única que, ya entonces, hace cuatro décadas, apuntaba maneras en los modos e inquietudes de las mujeres de hoy en día. Creadora, que no musa del rock —fue y sigue siendo el alma de los Pretenders—, aseguraba que nadie podía jactarse de haber visto una imagen sensual de ella, porque nunca había dejado que ningún fotógrafo se asomase a su escote ni la retratase en actitud poco decorosa, respecto a ese discurso que nos habla de la cosificación de la mujer en nuestros días.

Y bien es cierto que lo más parecido a una foto erótica de Chrissie Hynde que se ha podido ver, desde el fin de siglo hasta la fecha, es una que la muestra con una camiseta de tirantes de los Kinks. Tiene un motivo para descubrir sus hombros en esa instantánea: su chico de entonces, Ray Davies —retratado junto a ella—, era el líder de The Kinks. Fue el padre de su hija. Recuerdo haber leído, allá por los ya remotos años 80, declaraciones suyas en las que hablaba de la maternidad, la píldora y la regla exactamente igual que lo hacen las mujeres de ahora. Y era la chica por antonomasia de la New Wave, que aquí no tardamos en llamar la Nueva Ola. Al volver la vista atrás, se me antoja una chica a caballo de las épocas.

"Amén de los de Liverpool, los Kinks, los Rolling y Jeff Beck se convirtieron en los preferidos de la pequeña Chrissie. No es de extrañar que su palabra favorita de entonces fuera Inglaterra"

Toda la sensualidad de Chrissie Hynde radicaba en su música. Amaba el rock de verdad. Lo suyo no era ni pose ni coyuntural, como tantas de las pasiones que el ritmo del diablo hizo brotar entonces, al socaire de su modernidad en los 80. Puede decirse que nosotros, los de los años 50, nacimos con el rock & roll. Y no pocos veníamos amándolo desde la tierna infancia en sus formas más sencillas. Aquí en España, Los Bravos y esos Brincos, que tenían su modelo en The Kinks precisamente. Ya en la adolescencia, comenzamos a escrutar con avidez en la contraportada de los discos y en las noticias biográficas de los músicos, en busca de datos que dieran cuenta de esa autenticidad que nos hacía cómplices, camaradas, en aquella entrega a la música joven que desde niños había modelado nuestra manera de ser.

En este afán no tardamos en dar con el pasado de la chica de los Pretenders. Estadounidense de nacimiento (Akron, Ohio, 1951), su adolescencia coincidió con esa invasión de las bandas inglesas que conocieron los Estados Unidos en los primeros años 60, a raíz del éxito de los Beatles. Amén de los de Liverpool, los Kinks, los Rolling y Jeff Beck se convirtieron en los preferidos de la pequeña Chrissie. No es de extrañar que su palabra favorita de entonces fuera “Inglaterra”. Nunca fue a los célebres bailes de la high school ni tuvo novietes. Perdidamente enamorada de Brian Jones —el verdadero malote de los Stones—, los chicos de su entorno tenían muy poco que decirle.

"En España supimos de ella por primera vez a comienzos de esa década prodigiosa de nuestras vidas que, para quienes nacimos con el rock & roll en los 50, fueron los años 80"

Pasó por todo, desde los últimos hippies hasta el nacimiento del punk. Pero no adelantemos acontecimientos. En 1973 ya estaba en Londres. Brian Jones y Jimi Hendrix —también estadounidense exiliado en la capital inglesa— ya habían muerto en sus respectivos pasotes. Después París, el París que, más o menos de otro tanto, había visto morir a Jim Morrison. Tras un fugaz regreso a Estados Unidos, volvió a Londres en el 76. Es decir, en los albores de la catarsis punk. Contaba su leyenda que el mismísimo Malcolm McLaren metió a Chrissie en un grupo haciéndola pasar por chico, otros decían que dio clases de guitarra a Johnny Rotten, e incluso que intentó formar una banda con el guitarrista Mick Jones, uno de los futuros fundadores de The Clash.

En lo que a España se refiere, supimos de ella por primera vez a comienzos de esa década prodigiosa de nuestras vidas que, para quienes nacimos con el rock & roll en los 50, fueron los años 80. El primer disco de Pretenders, sin título, pero con Chrissie Hynde en la portada, luciendo su chupa roja y las manos enfundadas en unos mitones negros y transparentes, llegó aquí en el año 80. Lo recuerdo entre las novedades de la época, junto al End of the Century de los Ramones y el London Calling de The Clash, la joya de aquel repertorio. Pero, así como aquel primer álbum de los Clash fue el auténtico emblema de cuanto sucedió a la catarsis punk, el pórtico al rock de los 80 —los Sex Pistols ardieron sin haber llegado mucho más allá de los primeros escándalos—; Chrissie Hynde fue la chica de la new wave por excelencia. Y no sólo por la chupa roja y los mitones de la abuela: también porque su pop era el resultado de ese amor que profesó al rock & roll desde las primeras noticias que nos hablan de ella.

Lógicamente hubo más chicas nuevaoleras: Debbie Harry de Blondie, Tina Weymouth de Talking Heads; Cindy Wilson y Kate Pierson de los B-52’s, pero Chrissie Hynde fue la más cercana, por la sencilla razón de que las chicas de entonces, las de Malasaña, se vestían como ella. Me consta que alguna de las más entrañables y queridas incluso llevaba una foto suya a la peluquería para que le cortasen el pelo como a Chrissie Hynde.

"Empezó a darle a la botella, mientras la toxicomanía de varios miembros del grupo acabó con la primera formación de los Pretenders"

Habrá quien diga que, en aquella edad dorada de nuestras vidas, se veían más cabezas naranjas con la cresta detrás. Pero yo lo pongo en duda y, como la memoria siempre es subjetiva, el modelo —la imagen— de mi recuerdo de las chicas de los 80 es Chrissie Hynde: con la chupa roja y los mitones de la abuela. Al igual que algunas de las piezas de aquel primer álbum —»Brass in Pocket», «Stop Your Sobbing, Kid»— forman parte del repertorio ideal de aquellas madrugadas memorables, cuando, según Loquillo, fuimos los mejores y las camareras nos sonreían con arrogancia.

Era tan de los nuestros —o nosotros tan de los de ella— que la gran Chrissie también supo de los rigores de la priva. Trágica e individualista —todo en ella era y es maravilla— pese a la fascinación que sintió desde niña por las estrellas del rock, no acabó de encajarlo cuando le llegó el turno a ella. Y empezó a darle a la botella mientras la toxicomanía de varios miembros del grupo acabó con la primera formación de los Pretenders. Resurgió —la gran Chrissie Hynde siempre resurgía— como esa individualista trágica que era.

Corría el año 83 cuando cantaba «Back On the Chain Gang», y era un placer escucharla al entrar en cualquier establecimiento. Ya digo, Chrissie Hynde podría haber sido una mujer comprometida con su condición de nuestros días, pero integró la banda sonora de mi juventud y fue un modelo de las chicas de mi época.

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