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El mejor verano de los Rolling

Otro veintisiete de julio, el de 1971, hace hoy cincuenta y un años, Tony Sánchez, “Spanish Tony” en el backstage de la banda, es un testigo privilegiado del mejor verano de los Rolling Stones. En realidad, aunque habla nuestro idioma perfectamente, Tony no es español: es hijo de emigrantes españoles en el Reino Unido. Nacido en Londres, sabe mucho de la mutua simpatía que se tienen los bajos fondos y el rock & roll. Tanto es así que es una suerte de apoderado de Keith Richards. Cuando el guitarrista se da un golpe conduciendo volado cualquiera de sus potentes deportivos, es Spanish Tony quien se queda a dar los datos del seguro y las explicaciones necesarias a la policía. Llegado el caso, incluso es capaz de culparse a sí mismo del siniestro.

Más aún, sean de la índole que sean los problemas de Richards con la Ley, ahí está Tony para solventarlos con la misma entrega con que cuida de las diferentes residencias de su singular patrón. Y sí, en efecto, también es Spanish Tony quien consigue las drogas al Stone. De modo que el hombre de confianza de Richards —más que un apoderado ese es el verdadero oficio de Sánchez—, hace vida con el patrón.

"Su mejor verano está teniendo lugar en la Costa Azul, en Nellcôte, una villa alquilada por Keith Richards para la grabación de Exile on Main St."

Afortunadamente, cuando Richards, enfurecido como cualquier otra estrella, ordena a Tony que se le dé una paliza a éste o a aquél, Spanish sabe apaciguar al guitarrista. Al menos, eso será lo que afirmará nuestro testigo del mejor verano de los Stones, ya convertido en un correveidile. Será al final de la década cuando, viéndose sin trabajo y heroinómano perdido, dé cuenta de su experiencia de ese verano del 71, y de todo el tiempo pasado junto a su singular patrón, en Yo fui el camello de Keith Richards (Contra, 2016).

Desde principios de año, los Rolling Stones residen en Francia debido a la presión fiscal del Reino Unido. Desde comienzos del verano, el antiguo quinteto de Richmond —que ya no es quinteto porque Brian Jones palmó al ahogarse accidentalmente durante un pasote hace ahora un par de años— ha dejado muy atrás ese barrio londinense donde dio comienzo su carrera internacional. Su mejor verano está teniendo lugar en la Costa Azul, en Nellcôte, una villa alquilada por Keith Richards en Villefranche-sur-mer para la grabación de Exile on Main St., uno de sus álbumes legendarios. Acaso el que más.

"Hay veladas, recordará Spanish Tony, que acabarán en una suerte de cama redonda"

Está escrito que estos días habrán de dar forma a un capítulo de la historia del rock. Jornadas a menudo interminables puesto que la estupefacción de Richards le lleva a estar varias noches sin conciliar el sueño, a la espera de una inspiración que podría surgir en cualquier momento. Hay veladas, recordará Spanish Tony, que acabarán en una suerte de cama redonda, aunque el apoderado tiene bastante con su chica, Madeleine D’Arcy, una de las mujeres más atractivas del backstage no ya de los Rolling, sino de todo el rock. Han pasado dos años desde que dejó por ella a su mujer y a sus dos hijos.

Pero no son los celos de los líos que pueda tener Madeleine lo que reconcome a Tony. Muy por el contrario, se trata de Tommy Weber, un antiguo piloto automovilístico, que tras sufrir un accidente y quedar imposibilitado para la competición, se ha hecho hippie. De un tiempo a esta parte, también ha fijado su residencia en Nellcôte y tiene miedo de que acabe por desplazarle en lo de ir a buscarle la heroína a Richards. Hace un par de noches, tras ingerir ciertas pastillas regadas con coñac, Tony, Madeleine, Anita Pallenberg y Michèle Breton —la chica que aparece junto a Mick Jagger y Anita en la famosa secuencia de la bañera de Performance (Donald Cammel, Nicholas Roeg, 1970)— acabaron dormidos sobre la cama del español. Éste se despertó en un momento dado y escuchó a Tommy y Anita jadear de un modo inequívoco. Aunque Anita es una mujer que ama a quien le da la gana cuando le da la gana, hace unos años que también es la compañera sentimental de Richards, la madre de su hijo Marlon, el niño que la sigue en la famosa foto que la muestra con una edición francesa de la segunda versión de La isla negra, el célebre álbum de Hergé. Pero en Nellcôte todo es sexo, drogas y rock & roll. De modo que Richards no ha hecho ningún caso a Spanish Tony cuando le ha ido con lo de su chica.

"Cuenta la leyenda que el guitarrista escogió esa villa por su proximidad a Marsella, el centro neurálgico del tráfico de drogas en Francia"

Aunque Exile on Main St. habrá de ser uno de los álbumes más destacados de la discografía de los Stones, hace apenas unos días, cuando la banda se recluyó en el château para su grabación, sólo existían dos canciones: Tumbling Dice y Lovin Cup. El resto habrá de ir obedeciendo, básicamente, a dos cuestiones: la inspiración alucinada de Richards y la pasión que éste siente desde hace tiempo por la música negra estadounidense.

Cuenta la leyenda que el guitarrista escogió esa villa por su proximidad a Marsella, el centro neurálgico del tráfico de drogas en Francia. De eso habrá de dar fe Tony, cuando su texto de desquite se convierta en referencia obligada de los biógrafos de los Stones. Pero hoy, mientras vive ese momento estelar que habrá de prolongarse durante todo el verano, se siente un tipo importante cuando va a comprar la heroína en grandes cantidades y la paga a tocateja. Ganarse así el respeto de los traficantes de la zona le hace creerse un tipo importante. Esa calle principal, a la que alude el título del doble álbum, no es otra que la singladura que hacen los músicos en su embarcación hasta Mónaco e incluso Italia. Y sí, también se dice que en busca de drogas cuando faltan en Francia. Este verano, todo es sexo, drogas y rock & roll.

Además de Anita Pallenberg —algo así como el Rey Sol de este Versalles que han montado en Nellcôte los ingleses— por aquellas sesiones de grabación pasan las chicas más hermosas de cuantas revolotean en el backstage del rock. De las setenta u ochenta personas, que entre músicos, camellos y aduladores se sientan a diario a la mesa del château, rara es la joven que no llama la atención por su modernidad y su hermosura.

"A Spanish Tony, cuya desesperación tras la muerte de Madeleine mereció un verso en la canción de Marianne, se le da por muerto a principios de siglo"

Al cabo de los años, cuando Madeleine D’Arcy, enajenada por el mono, pierda toda su gracia para matarse a cabezazos contra un lavabo, Spanish Tony dejará de esnifar el caballo para metérselo por la vena. Ya convertido en uno más de los yonquis del Soho londinense, el esplendor de este veintisiete de julio le parecerá aún más lejano que la mujer y los hijos abandonados por la chica que se acabó llevando el caballo de la muerte. Sólo Marianne Faithfull, muy amiga de la finada, le dedicará una de sus canciones más conmovedoras: Lady Madeleine. A Michèle Breton la suerte empezará a torcérsele en Formentera, donde será detenida por primera vez en posesión de estupefacientes. Sus últimas noticias nos hablan de ella en el Berlín de los años 80, tras ese derrotero por el Edén asiático, terrible pero común a tantas chicas de entonces. A Spanish Tony, cuya desesperación tras la muerte de Madeleine mereció un verso en la canción de Marianne, se le da por muerto a principios de siglo.

Y todos los protagonistas de esta historia que aún seguían vivos, cuando se acabaron el sexo, las drogas y el rock & roll ya no eran ni sombra de lo que fueron. Mick Jagger —con motivo de la presentación de un documental sobre la grabación de Exile on Main St. en el festival de Cannes— habría de recordar que en Nellcôte todos eran “jóvenes, estúpidos y hermosos”. Según el propio Jagger, menos la estupidez, el tiempo se llevó el resto.

Sin embargo, en aquel verano del 71, nadie hubiera dicho que aquellas chicas, rabiosamente hermosas y modernas, las que sobrevivieron, como el resto de los mortales, habrían de convertirse en ancianas. Viéndolas bailar, siempre estupefactas, en las galerías o en los jardines de Nellcôte, al compás de aquellos acordes que habrían de conformar canciones para la Historia, parecían diosas del amor.

"Una mañana como hoy, pero de hace cincuenta y un años, puede que Spanish Tony hubiera vuelto a Nellcôte con unos gramos de brown sugar"

Aquel verano, en aquella villa, era frecuente que alguien, ensayando en algún lugar del château, a la espera de esa interpretación sublime de Richards, que podía llegar en cualquier momento, tocara algunas notas de piezas como Rocks Off, Let it Loose, Sweet Black Angel o cualquier otra de las que integrarían el doble álbum. Dichos acordes, como las risas alucinadas y los rayos del sol, a menudo llenaban el jardín.

Una mañana como hoy, pero de hace cincuenta y un años, puede que Spanish Tony hubiera vuelto a Nellcôte con unos gramos de brown sugar, esa heroína llamada como uno de los hits del Sticky Fingers, el álbum anterior de la banda. Esa mañana como hoy, los rayos del astro rey coincidieron con una incipiente Sweet Virginia, que Keith Richards entonaba en algún lugar mientras Anita Pallenberg se movía seductora al compás de la canción. Viéndola bailar con sus pantalones de pata de elefante parcheados, su pamela a lo Carly Simon y su camiseta de estampado psicodélico, parecería una encarnación de Afrodita al gusto de los años 70. Puede que su belleza fuera la del Diablo, pero el mismo Mick Jagger, siempre tan afecto al Príncipe de las Tinieblas, bailó unos instantes con ella. Era sólo rock & roll, pero gustaba más que nada en el mundo. Así habría de recordarla Spanish Tony en aquella villa de Villefranche-sur-mer, así se escribe la historia.

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